A Juan siempre le ha gustado su nombre. Juan. Suena bien, se siente mejor. Juan es el patrón de su pueblo y muchos hombres se llaman así, incluído él. Juan no entiende por qué le negaron su nombre. Por qué no se lo merece.
En el cole Juan tiene muchas amigas que lo apoyan y lo quieren. Ellas lo ayudan a entenderse a sí mismo y a quererse tal y como es. Juan siempre les agradecerá su ayuda, pero él prefiere la compañía de los chicos. Estar con ellos. Y no sabe por qué, si lo normal es que prefiriera estar con las niñas.
Juan en casa no se siente libre. No puede hablar de lo que siente por miedo a lo que le diga su familia. Juan está harto del miedo, está harto de esconderse, está harto de no conocerse. De no saber qué le pasa. De no ser normal.
Pero ¿Qué es lo normal? Ni siquiera Juan lo sabe. Él solo quiere ser él. Y pasaron los días, los años, la vida. Estaba cansado. Hasta que llegó ella.
Decía que se llamaba Tina, de Martina. Era la niña con más luz que jamás había visto. Y le dijo que se llamaba Juan. Cuando lo dijo sintió miedo. Hasta que ella le contestó «Que nombre más bonito». Juan por fin se sintió Juan. Juan por fin era Juan. Juan por fin perdió el miedo. Juan por fin se miraba al espejo y se reconocía. Juan es Juan.
Tuvo que llegar ella, su amor, el de verdad para sentirse aceptado, no juzgado, en paz. Porque el amor era de verdad y no importó nada más. No hizo falta.
Esta no es una historia cualquiera. Juan no siempre fue Juan. Nació siendo Cristina. Siempre quiso llamarse como su padre y su abuelo. Siempre prefirió jugar al fútbol antes que charlas con las niñas en el recreo. Porque lo trataban como alguien que no era. Él era él, nunca fue ella.
Quizá hubo gente a la que le costó asimilar este cambio, aunque no hubiera tanto que asimilar. Solo llamarlo por otro nombre, su nombre. Y tuvo que llegar el amor a su vida para dar ese paso que tanto quería. Y darse cuenta que no era raro lo que le pasaba, era lo más normal del mundo.
El amor tiene muchas formas curiosas de manifestarse. El amor es bueno, bonito y te hace sentir que vuelas. Cualquiera de sus manifestaciones son válidas y hermosas mientras sean opciones sanas y respetuosas.
El amor es amor y es indiferente por quien lo sientas. El amor nos iguala a todos sin importar nada más. No importa el género, ni el aspecto, ni lo material si el amor es verdadero. El amor suma, nunca resta. El amor es tolerante, es diverso. Gracias a esto ahora Juan es Juan sin miedo.