Natalie esperaba una llamada. Estaba preparada para todo lo que él le quisiera hacer. A veces se sentía tonta, esperando un mensaje. Pero es que no lo podía evitar. Eran él y su magnetismo. Sus ojos grandes que se le clavaban como dos cuchillos en la nuca. Algo inevitable. 

Suena el teléfono. Un solo mensaje «¿Quieres que te haga tras tras?» Confundida, dijo que sí. Nunca había usado esa expresión. No estaba segura de lo que iba a pasar. Dijo sí porque solo de pensar en su olor se le mojaban las bragas. Sabía que lo que fuera a pasar después le iba a gustar.

«Te paso a buscar en veinte minutos, ponte algo fácil de quitar. Y un tanga.» Natalie se dedicó a seguir sus instrucciones. Se puso un vestido con vuelo y un tanga lencero rojo. Se planchó un poco el pelo, para que cayera liso sobre el pecho. Antes de salir cogió un coletero y se lo puso en la muñeca. Lo iba a necesitar.

Abajo en el portal la estaba esperando él. En su coche miraba desafiante por la ventanilla. Cuando Natalie subió le levantó el vestido. Quería ver qué traía «Vienes guerrera hoy ¿Me vas a dejar hacerte tras tras?» Natalie asintió. Necesitaba saber que era eso, a quése refería. El morbo de no saber que iba a hacerle la había puesto muy cachonda. «Tú déjate llevar, te va a gustar».

Llegaron a su piso. Él se metió en el baño y ella lo esperó en su cuarto. Se sentó en la cama, deshecha. Sobre el cabecero de la cama había un gran cuadro de una playa de Río de Janeiro. Sobre la mesita de noche un gran bote de lubricante. 

¿Lubricante? | Fuente: Pixabay.com.

Cuando entró en la habitación ya estaba desnudo. «Entonces quieres que te haga tras tras… ¿no?» Natalie volvió a asentir. Le arrancó el vestido y el sujetador y la empujó a la cama. Se puso de rodillas ante ella y le echó el tanga a un lado. Su lengua buscaba juguetona el clítoris. Natalie agarró fuerte las sábanas para no gritar. «Necesito que estés muy perra para esto». La chupaba y poco a poco iba metiendo los dedos. Dentro de su vagina los doblaba buscando su punto G. Natalie se notaba mojada y a punto de correrse.

De pronto, sacó sus dedos de dentro de ella y sin dejar de chupar fue buscando otra cosa. Notaba como esos dedos tocaban suavemente su culo, buscando el orificio. Natalie acababa de entender a que se refería él con tras tras.

«Tranquila, si estás muy caliente no te dolerá, confía en mí.» Y eso hizo. Confiar. Respiró hondo y se dejó llevar. Él seguía comiendo de su sexo mientras poco a poco metía dedos en su culo. Ella notaba como se iba abriendo. Dolía un poco pero era soportable. También le dolió perder la virginidad. 

Él se puso sobre ella y echó las piernas de Natalie hacia atrás. Que las rodillas casi tocaran el pecho. «Te voy a hacer tras tras y te va a gustar» cogió el lubricante y se lo echó. Con una mano seguía masturbándola mientras que se la metía poco a poco. Era una sensación extraña, casi dolorosa por un lado y muy placentera por otro. Él no paraba de tocarla, cada vez su pene estaba más dentro de ella. Estaba a punto de correrse. Él a punto de introducirla entera. Cuando llegó el orgasmo, Natalie se relajó y el pene de Miki entró entero en su culo. Ella no sabía qué sentía. Se acababa de correr y se la estaban metiendo por detrás. Era raro, pero muy placentero. 

Empezaron muy despacio pero Natalie pidió más fuerte. «Sabía que te iba a gustar que te diera tras tras». Empezaron a follar duro, por detrás. Le encantaba, Miki le daba y la tocaba a la vez, Natalie solo podía gritar. Hasta que notó como él la sacaba. Le agarró el pelo y le echó el semen en las tetas. Le encantaba acabar así. 

Natalie fue a limpiarse y se miró al espejo. Quería más tras tras. Como siempre, él llevaba razón. 

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