Andrea Martín tiene 19 años, sabe cinco idiomas, es azafata de vuelo y se está tomando una copa un miércoles por la noche en un club swinger de Madrid. Nació en Talavera de la Reina (Toledo) y se desplazó a la capital para estudiar Lenguas Modernas. La joven afirma acudir dos veces a la semana a este elegante local especialmente preparado para parejas con ganas de probar nuevas experiencias sexuales. “Vengo sola porque me gusta este ambiente de respeto, en las discotecas la gente se sobrepasa”, explica Martín, que viste un sensual body negro, algo inimaginable en un bar de copas convencional.
En Madrid hay 10 establecimientos swingers activos, según el portal especializado Mundo Liberal. El más antiguo, con 30 años de actividad, es el Fusión Vip, situado en la zona de Prosperidad. Jesús de la Torre, de 45 años, es uno de los gerentes de un local discreto y en el que no entra cualquiera: “Exigimos que nuestro público sea educado y respetuoso. Cuando hay algún problema se les invita a irse”. Una de las tendencias de los últimos “cinco o siete años” es que haya más jóvenes, incluso solas, que frecuenten el lugar. De la Torre evita hablar de sus ganancias, aunque asegura que el negocio funciona, pues llega a reunir a más de 100 parejas por velada. Martín, que trabajó allí el año pasado, destaca que en una noche normal los beneficios eran importantes: “Las copas ya son 15 euros, y nadie se toma solo una”. Las entradas cuestan entre 20 y 130 euros.
Hermes Casamayor, de solo 26 años, transformó recientemente un balneario en una sala swinger, el Naked Spa, ubicado en la zona de Pacífico. “La nueva tendencia que se está dando y que anteriormente no se veía es el número de chicas jóvenes y solas que están animándose a entrar en este mundillo”, apunta Casamayor. Gata Sagaz, coordinadora de la revista Gente Libre, suscribe estas palabras y remarca la filosofía del respeto en esta comunidad: “El ‘no es no’ empezó en este ambiente. La mujer ha encontrado empoderamiento sexual, aquí manda ella”.
Respeto y empoderamiento en el mundo swinger
Estos códigos se aprecian en el Fusión Vip. Una pareja mantiene relaciones en una sala blanca junto a una piscina interior mientras dos hombres se masturban. Unos minutos después, los observadores pasan a formar parte del acto tras la aprobación de los otros swingers. En otra sala del establecimiento, Andrea Martín y Antonio, de 60 años y que prefiere no dar su apellido, intiman sin importarles la diferencia de edad. La joven explica sentirse a gusto con él, aunque también matiza que visitar estos clubes no es sinónimo de sexo.
Miss Taboo Swinger cumple 25 años en este colectivo. A sus 46 años, aplaude que en sus visitas más recientes a los clubes liberales se encuentra a muchas chicas solas e incluso con amigas.“La mujer se está liberando. Esto se debe a que la sociedad era más conservadora. Ahora puede pasar lo mismo pero con el cambio de mentalidad a las mujeres ya nos dan igual las críticas”, argumenta.
El sexo se respira en el ambiente. Cada pareja, o grupo, disfruta de su sexualidad como quiere. En un área del local siete cuadros, cada uno con un pecado capital escrito, vigilan a los swingers. Cada uno comete el que quiere. Jesús de la Torre lo tiene claro: “Aquí vendemos morbo, no sexo”.