¡Es de no creer! ¿Cuál es el colmo de un pajero? ¡Tener dolores en la mano y el antebrazo con la que te haces la paja y saber que esos dolores de tipo «Túnel carpiano» son de tanto hacerse las pajas! Eso es lo que a mí me pasa. Desde que he vuelto a mis consabidas pajas, pues no hay momento que deje pasar por alto, en un lugar privado, que saque mi pija afuera, para darle una paja o «manuela» y sentir el gustito delicioso de una paja en ese lugar.
No necesito hoy la imperiosa necesidad de acabar o eyacular la leche de mis pelotas para sentirme satisfecho. ¡No señor! Solo es necesario sentir el gustito del sobado en mi verga sabiendo que ese camino me llevará poco a poco al clímax donde seguramente deberé parar para no derramarme como un cochino. No necesito acabar, como lo hacía cuando era un joven de 60 años, ahora que soy un mayor de 77 años: cuido mis leches a fin de mantener mis ganas de pajearme nuevamente como lo estoy haciendo en estos tiempos.
Es decir, hacerme al menos tres pajas en el día, completitas, con orgasmos incluidos, pero sin echar, lanzar, escupir, o eyacular mi leche. La primera paja la hago en la mañana antes de levantarme, cuando mi mujer ya se ha levantado y me deja solo en la cama. Agarro mis anillos para verga que he construido, me los calzo con un gel lubricante y le doy a la mano hasta que la pija se me pone dura como una piedra. ¡Qué placer sentirla tan dura, como en los años mozos!
Si hay una cosa que lamento es haber perdido la rigidez de la pija y añadir que al llegar a la vejez uno debe aceptar con resignación la aparición de dolores impensados en mis huesos. No puedo decir con exactitud cuándo empezó esto, seguramente después de los 65 años, aunque no se notaba mucho más. A partir de esa edad se han ido incrementando lenta y paulatinamente esos dolores, pero lo que es cierto es que hoy, a los 73 años recién cumplidos, puedo decir con pesar que ya no se me para la pija espontáneamente si no es con cierta ayuda y solo me faltaría verificar si fuera posible ante la presencia real de una pendeja y constatar si ante la presencia de una concha y su enervante aroma se me despierta el pene nuevamente de verdad como antes.
La teoría de las pajas
Tengo mi propia teoría al respecto, es simple pero tiene sentido. ¿Se han dado cuenta que en las personas mayores se hacen muy evidentes las venas superficiales con el paso de los años? Pues bien, según me parece ver, el sistema venoso da muestras de seguir desarrollándose (agrandando) con el paso de los años y que se hace evidente porque en los jóvenes dicho crecimiento solo responde a la necesidad de irrigación, pero este crecimiento continúa y sigue creciendo con la edad y se hace ostensible en la vejez.
Entonces, si las venas siguen creciendo, es muy posible que en los cuerpos cavernosos de la pija también sigan creciendo y por ese motivo sean incapaces de contraerse a fin de facilitar la erección. Por la misma razón, con la edad avanzada, aparecen los problemas de retorno venoso en las piernas o éxtasis al ser incapaces de funcionar correctamente las válvulas de retención de las venas en las extremidades inferiores.
Habría que ver con un flebólogo si mi teoría no tiene algo de cierto. Como les decía, al cabo de un rato de darle a la manuela, en la cama calentito y bajo las sábanas (para disimular un poco al meneo), me unto bien la verga con el gel de mi fabricación y de paso me lubrico también mi perineo, que es la zona que media entre los huevos y el hoyo de mi culo, zona sumamente sensible y que ¡pelotudo de mí! recién descubrí hace un par de años leyendo algo sobre el sexo tántrico, cuando a los 55 o 60 años me volví súper pajero.
Como les decía, me acaricio la pija desde el mismo agujero del hoyo hasta la base de los huevos y finalmente todo a lo largo de la pija. Una delicia incomparable que no todos los amigos de las pajas utilizan. Le voy dando, suavecito, y a medida que me va viniendo el gustito me voy deteniendo y haciéndola cada vez más suave y liviana, llegando hasta el borde mismo del orgasmo y me quedo allí «caminando por la cornisa» como digo yo, que es el punto justo, donde si le doy un punto más a la mano me viene el orgasmo con todo y no la puedo parar pues he cruzado el punto de no retorno. (A esto los americanos le llaman ending o borde en castellano)
Como soy un pajero remachado me quedo disfrutando en ese gustito sublime, como si estuviera en el aire flotando y si hace falta apenas tocando la punta de la pija, con un dedo o dos. Apenas la corona de la pija o la base del frenillo o me amaso los huevos o recorro el perineo con los dedos sedosos de gel, tocando el hoyo del culo que está deseoso que lo hurguen.
Cuando siento que la cumbre del placer baja un poquito vuelvo a darle meneítos suaves según me lo pida la pija para lograr la cima de nuevo y quedar al borde nuevamente con suavísimos toques aquí y allá disfrutando al tocar partes un poco menos sensibles pero que mantengan ese delicioso cosquilleo de placer y complacencia.
Gracias a la experiencia conseguida a fuerza de tantas pajas, muchas veces logro mantenerme en esa cornisa de placer por varios minutos, que me alejan del mundo y sus limitaciones, es casi una droga cerebral o se le parece mucho por el placer que brinda, no se quiere salir de ese estado.
Este estado de éxtasis orgásmico no es como la explosión de la eyaculación, me imagino que se parece más al orgasmo que experimentan las mujeres que es muy alto y plano, aunque en el caso mío debe ser algo más bajo, pero bajo control, porque un poco más alto sin dudas sería el orgasmo, tal y como lo tenemos los machos configurado en ondas muy fuertes que además producen la expulsión del semen.
No es mi caso, porque me mantengo en ese altísimo nivel de placer sin llegar a la eyaculación y además controlándola para que no se produzca.
Pero ahora viene lo bueno, que también está bajo mi control: la finalización de mis pajas, que pueden tener dos finales, el principal es que en ese altísimo estado de excitación de haber caminado por la cornisa durante un par de minutos decida terminar la sesión, ya sea porque tengo que dormir, u hacer otra cosa, y en lugar de mantenerme en la cornisa, sigo delicadamente estimulando la pija para subir unas milésimas más en la excitación, lo que me lleva sin remedio a la eyaculación.
Al sentir las primeras pulsiones o contracciones de los músculos los relajo conscientemente, pues la estimulación de mi pija los fue llevando a contraerse cada vez más o al menos a prepararse a las contracciones orgásmicas, como esas contracciones las siento, conscientemente relajo esos músculos mediante la acción de «cagar» o de «mear» simultáneamente.
Esa acción relajante permite luego seguir estimulando la pija que nuevamente se prepara para eyacular, y cuando se tensan nuevamente los músculos antes mencionados nuevamente relajo dichos músculos con la relajación de los mismos como cuando se caga y mea, para que se aflojen mientras le sigo dando a la manuela.