Noto su mirada sobre mi. La llevo notando meses pero nunca le había respondido. Hoy sí. Hoy quería saber que se escondía tras ese pelo revuelto y esa media sonrisa que todas las tardes me saluda al doblar la esquina.
Me suena el móvil y leo en la pantalla el nombre de mi pareja. Lo ignoro, ahora no es el momento. Su mano hace que deje caer el teléfono al suelo y me pega contra la pared del portal. Me susurra al oído “por fin”. Y es verdad. Por fin, ni él ni yo nos merecíamos tanta espera, pero la vida nos puso uno frente al otro en el momento equivocado.
Ya no pienso en nada más que en él, en su cuerpo, su sonrisa, sus manos que recorren mis caderas y me aprietan contra las suyas. Ya no quiero respirar nada que no sea su perfume ni quiero tocar nada que no sea su piel. Por fin es mío.

Foto: twenty20/ El otro…


Le muerdo el labio a la vez que tiro de él hacia mi. Se ríe, quizás se me notan demasiado las ganas. Y la verdad, esa sonrisa ha hecho que llueva. Ya sí que no puedo más.
– Hazlo ya
– ¿Aquí?
– Donde sea
Bajé mi mano hasta la cremallera de su pantalón a la vez que él me quitaba la camiseta. No podíamos hacer ruido, no queríamos mirones. Escuchamos el ascensor subir un par de veces, casi nos pillan.
Cada vez que me susurraba al oído que no hiciera ruido más trabajo me costaba no gemir. No quería pensar que pasaría cuando empezara la verdadera acción. Decidí que si realmente quería que me callara debería hacer otra cosa, así que me puse de rodillas y como él dijo minutos antes… por fin.
Sí, por fin, llevaba esperando para esto demasiado tiempo, imaginando como sería. Y no defrauda, espero no defraudarle yo a él. De pronto noto que sus manos me levantan del suelo, me coge de la barbilla y me besa.
– Para
– ¿Por qué?
– Porque quiero hacerte otra cosa.
Me baja el pantalón y a la vez que me besa el cuello me acaricia suavemente. Toca lo suficiente para que ya no sea dueña de mi misma. Para y me da la vuelta bruscamente, ya viene, lo necesito. Me agarra las caderas, se acerca y otra vez…
El despertador. Otra vez el despertador. Con el frío que hace estos días y el calor con el que me despierto. Y lo peor es que lo volveré a ver hoy, en la misma esquina, la misma charla de todos los días, la misma mirada. Pero hoy no. Hoy no voy a volver a soñar con él. Hoy voy a hacer que él sueñe conmigo.

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