Las uñas de gel. Las tetas bien apretadas. Los leggins de baile y los zapatos de guerra. Hoy salimos a bailar. Las gatas vienen puntuales. A las doce de la noche ya está el coche rojo en mi puerta. La música alta, los gritos desde la ventanilla. Hoy vamos a bailar y a cazar.
El coche huele a colonia de mujer y a humo. Las botellas de agua rellenas de alcohol, las piedras en el monedero y condones por si acaso. Aunque a mi no me hacen falta. Ellas no lo saben pero yo hace tiempo que solo bailo con un hombre.
Lo nuestro es un secreto y no queremos que nadie se entere. Llegamos a un local pequeño, en medio de un polígono industrial. El ritmo de la bachata se escucha desde fuera y la gente apura sus cigarros en la puerta. Veo su coche aparcado en la puerta y su mensaje en mi móvil «Te espero para bailar».
Dentro hace calor y apenas se ve. La luz tenue y el humo de la hookah hace que el ambiente se caldee. Busco con mis ladies un sitio para dejar los bolsos y poder bailar. Tenemos ganas de pista de bailes y papis.
Entro y allí en una esquina está él. Mirando al infinito con una copa en la mano hasta que me ve. Viene directo hacia mi. Me quita el bolso y la chaqueta y los deja sobre una silla. «Vamos a bailar» ¿Cómo negarse a eso?
Empezó a sonar una canción. Una mano en mi cintura y la otra en mi cabeza, para pegarla contra la suya. Su cuerpo se movía a la vez que el mío. Danzando coordinados, a la vez. Su respiración tranquila, su corazón acelerado. Y bailaba, yo me dejaba llevar por sus manos.
Me pone de espaldas a él y pasa las manos por mi pecho, a la vez que me susurra al oído «Después vamos a bailar en mi casa». Me da la vuelta bruscamente. Su cara frente a la mía, sus ojos clavados como puñales, su boca a un centímetro y su cadera marcando un círculo con la mía.
Va susurrando la canción al oído. Despeja el pelo que se me queda en la cara tras un giro brusco. Me acaricia lugares prohibidos con disimulo, para que nadie se de cuenta. A la vista del mundo solo somos amigos, pero hacemos el amor al bailar.
Se separa, sin soltar mi mano. Me gira, me guía. Baila frente a mí para que yo baile para él. El juego perfecto.
Termina la canción. El resto de la noche nos miramos con disimulo entre el humo. Cuando vamos al baño nos besamos a escondidas. Con ganas, como si no existiera nada más.
Pero nada me da más morbo que cuando me saca a bailar. Hay veces que los momentos fuera de la cama son mejor que el sexo. Y para mí, esos bailes en ese antro son mi libertad…con él.