El cine de terror abordó el puritanismo y la represión sexual como causa para un escenario fantasmagórico en 1961, con la película The Innocents, dirigida por Jack Clayton.
The Innocents cuenta la historia de una niñera conservadora, la señorita Gibbens (Deborah Kerr), que se desplaza a una gran casa de campo para cuidar de dos niños huérfanos, Flora (Pamela Franklin) y Miles (Martin Stephens). Una vez queda al cuidado de los hermanos, Miss Gibbens comienza a sufrir las apariciones de la institutriz y el jardinero anteriores de la mansión, ambos muertos.
La película plantea que la niñera y el jardinero habrían mantenido relaciones sexuales en vida, de las que Flora y Miles habrían sido testigos, pervirtiendo su inocencia. De esta perversión surge una hipótesis: son los niños los que invocan a los muertos para atormentar a su nueva niñera.
Contención vs. liberación
Aunque esta teoría podría quedar desbancada por otra más potente: la señorita Gibbens, tras años de puritanismo y represión sexual, comienza a verse como cuerpo seductor tras su primera charla con el señor de la casa, un mujeriego y un conquistador. Esta idea se reafirma a través de Miles, que ya imita la forma de tratar con mujeres de su tío.
Esto ocurre concretamente en una escena en la que ella se observa en un espejo, tras su ligero coqueteo con su nuevo jefe. El recurso del espejo como detonante del despertar sexual es socorrido en el cine: de repente, el personaje empieza a verse a sí mismo como objeto de deseo.
Así que según esta segunda teoría, las alucinaciones de Miss Gibbens serían consecuencia del choque entre contención y liberación que se producen en la niñera: el brusco desvelar del deseo tras años de represión sexual habrían dado lugar a episodios de locura.
Si las apariciones son invocadas por los pequeños, o escenas de delirio de la niñera una vez conoce la relación que existía entre los fallecidos, nunca lo sabremos. De momento, os invito a que la veáis y elijáis vuestra hipótesis preferida.
Mientras tanto, en España
Algo parecido pasa en el panorama cinematográfico español con El sacerdote (Eloy de la Iglesia, 1978), donde la represión sexual alcanza un cariz distinto, atormentando al padre Miguel (Simón Andreu) al sentirse atraído, por primera vez, por una mujer.
En esta película, se observan igualmente las consecuencias de contener a la fuerza los arrebatos sexuales, pero, si bien en The Innocents la culpa de Miss Gibbens se transforma en delirios visuales, la culpa del padre Miguel en El sacerdote se convierte en motivo de autolesión: tras acostarse con Irene (Esperanza Roy), se corta los testículos.
Dos películas distintas, con un lugar común (la represión sexual), que nos traen una lección similar: someter y callar en materia sexual, en lugar de enseñar y comprender, nunca serán la opción indicada. De eso, en El Sexo Mandamiento sabemos bastante.