¿Nunca habéis tenido el morbo de miraros al espejo mientras os tocáis o mientras folláis? Yo nunca lo había tenido, hasta que me dijo: “Vamos a hacerlo, pero esta vez, frente al espejo.” En mi mente siempre aparecen mil posturas cada vez que me toco: contra la pared, a cuatro patas, el misionero… Y yo, obviamente, era la protagonista de esas imágenes. Pero esta vez me iba a ver en directo, con contacto físico, con una polla dentro.
Frente al espejo es como lo hicimos aquella última vez. Ocupaba toda una pared de ese cuarto, así que podíamos tener visibilidad de todos los detalles que hiciéramos follando. Veía el reflejo de cómo me quitaba la camiseta mientras su lengua me humedecía el cuello. Miraba mis ojos en aquél reflejo, me sentía observada por mí misma, me ponía cachonda. Él también quería disfrutar del espectáculo, así que me deshice de sus pantalones para poder saborear su maravillosa polla. En aquél espejo él podía ver mi culo a cuatro patas y a unos escasos centímetros me tenía a mí comiéndomela entera.
¿Cómo sería vernos follando empotrándome contra la pared? Eso íbamos a comprobar. Me agarró de las piernas sin ninguna dificultad y con una embestida entró entera. Tenía el armario a mi espalda y mis ojos se dirigían al espejo. Esta escena me resultaba muy excitante y caliente. Me encantaba ver como mis piernas envuelven su cintura mientras no paraba de penetrarme. Lo que me hizo gemir todavía más alto fue cómo nos mirábamos a los ojos en el espejo. Aquellos ojos verdes eran mi puta debilidad.
Después de unas cuantas embestidas me tumbó brutalmente a la cama. En ese momento él era quien dominaba el polvo, y yo no le iba a decir que no. Me encanta sentirme tan sumisa. La fuerte discusión de los vecinos se camuflaba entre mis altos gemidos. Quiero que sepan lo mucho que me hace disfrutar en la cama. Su mano acariciaba cada centímetro de mi piel mientras su polla saboreaba todo mi interior. Necesitaba más.
Como la gran excitación que me provocó verme contra la pared, también lo iba a hacer el hecho de que le estuviera cabalgando como me gusta, duro y rápido. Mi cadera ya está entrenada para los grandes polvos. Me colocó sin pensarlo encima de él, procurando tener buena visión en el espejo, agarró mi cintura y la introdujo toda. Pese a estar yo encima, él sigue siendo quien manda. Reconozco que me descontrolo mucho estando arriba pero, ¿qué más da?
Fue moviéndome muy poco a poco siendo consciente de que yo quería ir mucho más rápido, esa situación le resultaba excitante, por lo tanto, a mí todavía más. Mi flujo ya está alcanzando sus piernas, mi humedad era más que abundante. Mis ojos se dirigieron al espejo, verme cabalgando poco a poco hacía que ardiera, pero lo que hizo que perdiera el control de verdad fue ver su preciosa cara de puro placer. Y ese placer era por mí.
Ahora iba a ser yo quien dominara la situación. Coloqué mis manos en sus hombros, él me agarró fuerte del culo porque ya sabía lo que venía. Mi cuerpo empezó a moverse como si no tuviera control, tan rápido que mis gemidos eran cada vez más altos y él estuviera a punto de correrse. Notaba como mi coño palpitaba poco a poco, estaba llegando al orgasmo. Él me cogió del pelo y me lo estiraba mientras su otra mano me destrozaba el culo a base de palmadas. Con un último movimiento de cadera observé el espejo para contemplar un gran orgasmo frente al reflejo.