Los datos publicados esta semana por la Fiscalía sobre las agresiones sexuales de menores en España son sobrecogedores. Nuestros jóvenes, nuestro futuro, son extraordinariamente machistas. Enma Riverola ha señalado a propósito de este informe, que “las causas por violación cometidas por menores han aumentado un 40%. Las agresiones en grupo se han convertido en un fenómeno cada vez más alarmante y, quizá lo peor, disminuye la resistencia entre las chicas menores. Ellas restan importancia los hechos, incluso disculpan al agresor, y es su entorno el que interpone la denuncia”.
El informe dice bien clarito que “Existe una inequívoca tendencia al incremento de la violencia entre menores, adolescentes y jóvenes”. Es terrible volver a constatar algo que muchos profesionales venimos señalando desde hace años y que, para nosotros, es una consecuencia clara de una carencia absoluta de una adecuada educación sexual tanto en los centros de enseñanza, como en la familia y la sociedad y de la predominancia todavía de ciertos valores machistas en nuestra cultura. Que cada cual se las apañe como pueda. Este es el patrón educativo en esta área, que la sociedad ha venido utilizando generación tras generación.
Por tanto, este es el resultado en parte de lo que hemos sembrado: dejar que cada joven se informe donde quiera y pueda, en esta dimensión tan importante de su vida, en una sociedad hipersexualizada. ¿Y dónde se informan? En buena parte, en el porno, agresivo, gratuito en Internet, las 24 horas del día, durante los 365 días del año, en los comentarios y chistes, en la propia experiencia sexual muy precoz, en condiciones poco favorables y asociada al consumo de estimulante.
Y si bien sabemos que no todos los que ven porno serán agresores, si decimos que los agresores sexuales han tenido en el porno, y en el contexto machista, la escuela y el modelo de conducta sexual.
Se me dirá: “Tampoco se tiran del ático cuando ven una peli de Superman”, cierto, pero una de las diferencias entre un vídeo porno y otro de Superman es que el porno excita, da placer y es bien sabido que el placer sexual es uno de los grandes motivadores y modeladores de la posterior conducta erótica. En el porno ven a diario que a las mujeres les gusta, les excita, que le den unos cachetes, unos pellizcos y, en muchas películas pornográficas, que las agredan sin miramientos.
Y si ellas no tienen muchas ganas, unos azotes y unas cuantas palabras obscenas obran el milagro: se transforman en ninfómanas que desean ansiosamente felaciones como si no hubiera un mañana, ser penetradas por todos los agujeros de su cuerpo y comerse el semen, con fruición, como si fuera un batido de chocolate. Este es, básicamente el guion literario de muchas películas porno. Nada más lejos de la realidad.
Debemos ponernos las pilas y plantearnos con rigor la prevención de este tipo de comportamientos inaceptables, implantando de manera obligatoria, en todos los centros de enseñanza, desde primaria a la universidad, programas de educación sexual, profesionales y científicos. De lo contrario, los costes de toda índole y el sufrimiento que se derivan de las agresiones sexuales van camino de convertirse en la normalidad. No me digan que no es lamentable.
José Luis García es Dr. en Psicología, especialista en Sexología, y autor del libro “Sexo, poder, religión y política” en Navarra, editado por Amazon.