Que las agresiones sexuales se han convertido en una cuestión social de máxima relevancia, lo prueba el hecho de que en algunas comunidades autónomas hayan aumentado, en el último año, un 153%. Muchas personas un tanto alarmadas se preguntan ¿Qué pasa?
Pues bien, una gran parte del debate sobre las causas de las agresiones sexuales, en particular en determinados movimientos sociales, pone el énfasis en el consumo de porno, estableciendo una relación causa-efecto y afirmando, categóricamente, que el porno crea agresores sexuales.
Sin embargo, en el momento actual, no hay evidencias empíricas, con estudios amplios y suficientemente contrastados, que concluyan en rigor que el consumo de porno está asociado directamente a conductas sexuales agresivas o violentas por parte de los hombres hacia las mujeres. De hecho, hay mujeres que también consumen porno y a estas no se las considera en similar asociación, respecto de esa conducta sexual agresiva para con los
hombres, si bien estas al son excepcionales.
Por tanto, es muy probable que así sea en determinados casos, pero no podemos afirmarlo en razón de que, y esto es una certeza, no hay muchas investigaciones amplias y contrastadas en nuestro país, por lo que nos movemos más por sospechas, hipótesis, estimaciones y opiniones que por conclusiones de investigaciones científicas.
También se dice que la ausencia de políticas educativas avanzadas es un factor de riesgo. Sin embargo, podría argüirse que algunos países nórdicos tienen sistemas educativos muy evolucionados, invirtiendo muchos más recursos que el resto y, sin embargo, presentan unas tasas de violencia de género y violencia sexual mucho mayor que las que tenemos en
España.
Otros, como es nuestro caso, están convencidos de que la ausencia de una adecuada educación sexual profesional y científica, que pudiera confrontar las informaciones y valores que ofrece la pornografía, así como contrarrestar sus posibles efectos negativos, tiene mucho que ver y que es una necesidad indiscutible. Sin embargo, miren como estamos en este
asunto: a años luz de lo que debería ser una situación razonablemente satisfactoria.
Hay pues mucho ruido, confusión y desconocimiento, por lo que lo más razonable sea comenzar a aclarar un poco este barullo ¿no? De momento, me atrevo a dar una opinión, pero es solo una opinión apoyada básicamente en el estudio de este fenómeno, sin la suficiente fundamentación empírica: un cierto consumo de porno agresivo y violento es un factor que puede incrementar la probabilidad de cometer agresiones sexuales, en determinados hombres y en circunstancias concretas.
Por tanto, el análisis debe acompañarse de otras variables, de las que las siguientes son solo unas muestras: culturales (p.e. actitudes y valores machistas), educacionales (p.e. ausencia de educación sexual y valores de empatía) consumo de sustancias estimulantes, perfil de personalidad (p.e. rasgos psicopáticos) desarrollo problemático (p.e. socialización inadecuada, familias inadaptadas) y experiencia sexual (p.e. abusos sexuales).
En nuestra experiencia clínica, hemos conocido cuatro casos de consumo de porno patológico, (en cantidad y calidad) de los que tres de ellos no se correspondían con un patrón de agresor sexual, hasta ese momento. Sí el otro, pero son solo cuatro casos y no podemos extraer conclusiones y generalizarlas.
Con todo, esta corta experiencia me ha permitido,
además de empaparme a fondo de esta problemática, darme cuenta -reconozco que impresionado- del poder adictivo que tiene la pornografía en cierto tipo de personas.
No podemos dar carpetazo al asunto diciendo que son solo películas, que es ficción comparándolo con vídeos de personajes heroicos y, por tanto, irreales. Y ya está. No, hay mucho más que eso: la pornografía excita, da placer y por eso atrae y engancha a muchas personas. Esa es una diferencia significativa. La motivación sexual es poderosa, cual caballo salvaje, y hay que encauzarla en libertad, con programas adecuados de educación sexual, entre otras medidas.
¿Qué podemos hacer? Investigar y poner luz sobre tantas sospechas. Mientras eso llega, lo primero que convendría aclarar es qué entendemos por pornografía, pero esto lo veremos en el siguiente artículo.
José Luis García es Dr. en Psicología, especialista en Sexología, autor del libro” Sexo, poder, religión y política” en Navarra, publicado por Amazon.