“Twitter es Disneylandia para los pedófilos”, sostiene indignado Marcelino Madrigal. En un vídeo colgado en esta red social, un adulto penetra a una niña de unos 15 años, en una escena extremadamente desagradable tan solo con reproducirla unos segundos. El contenido se ha visualizado ya casi 60.000 veces desde el pasado 1 de enero sin que Twitter haya reaccionado. Es algo común para Madrigal, que lleva 11 años como activista contra la pedofilia en redes sociales y ha visto miles de cuentas que difunden impunemente archivos con abusos sexuales a menores.
A los pedófilos de Twitter, que acumula más de 330 millones de usuarios -cinco millones españoles-, les resulta sencillo formar comunidad. Basta con observar los cientos de cuentas que redifunden o dan ‘me gusta’ a uno de estos vídeos. Uno de los códigos con los que se ponen en contacto es “caldo de pollo”, cuyas iniciales –CP- significan Children Pornography (pornografía de niños). A partir de este y otros lenguajes cifrados se accede a un sinfín de material pedófilo, a cada cual más repulsivo. El algoritmo de Twitter los beneficia, ya que invita a conectar con usuarios con intereses compartidos.
Madrigal, que trabaja en la compañía tecnológica Indra, explica que estas cuentas solo se eliminan si las denuncian otros tuiteros. Twitter indica en sus políticas de funcionamiento que no tolera “la explotación sexual de menores” y que cuando perciben contenido pedófilo lo retiran y lo reportan al Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados estadounidense (NCMEC por sus siglas en inglés), además de suspender las cuentas. Sin embargo, nada ha pasado con un tuit del 21 de agosto de 2014, a las 18.56, en el que el tuitero @camiosanchesz escribió “¿Quién para intercambiar vídeos xxx de niños?”. Un minuto después, otro usuario le pidió comunicarse por WhatsApp.
La principal preocupación de los padres y madres españoles en Internet es que sus hijos sean contactados por extraños, según la última encuesta sobre seguridad en línea de menores y jóvenes del Ministerio del Interior (2014). No lo parece: solo uno de cada tres vigila los perfiles de sus hijos o qué contactos hacen. En Twitter, al alcance de cualquier usuario, una niña de unos ocho años aparece grabándose y mostrando explícitamente los genitales mientras baila una canción de J. Balvin, uno de los músicos que más suenan en los móviles de los adolescentes. A 686 tuiteros les ha gustado y supera las 20.000 visualizaciones.
Los pedófilos crecen en redes sociales
En España, la policía registró 565 infracciones penales relacionadas con “pornografía de menores” en su balance de cibercriminalidad de 2017, por encima de la media de los últimos seis años. Madrigal detalla, resignado, que esta actuación es prácticamente inútil, ya que “[a los pedófilos] les basta con crearse un perfil nuevo, localizar a otros y seguir subiendo contenidos que ya tienen”. De hecho, el tuitero que colgó el desagradable vídeo antes mencionado tiene en su nombre las palabras is back (ha vuelto).
El Código Penal español castiga “el mero uso o adquisición de pornografía infantil” y sanciona a quien acceda “a sabiendas” a través de las nuevas tecnologías, catalogadas como “vía principal de acceso a la pornografía”. Asimismo, los jueces y tribunales están facultados para retirar webs que los contengan o difundan. Fuentes policiales cercanas a la Unidad de Investigación Tecnológica (UIT) señalan que “la UIT patrulla Internet e investiga lo presuntamente delictivo con los trámites ordinarios de cualquier delito”.
En la Asociación Internacional de Líneas Calientes en Internet (INHOPE, por sus siglas en inglés) colaboran 49 países, España incluida, para detectar y eliminar este material. Su consigna es no llamarlo pornografía infantil, sino abusos sexuales a menores, pues en la pornografía existe consentimiento. “No pueden con todo, es un negocio subvencionado”, critica Madrigal. INHOPE recibe financiación de Twitter y Facebook y apoyo de las policías Interpol y Europol.
Un informe de la oenegé Acabar con la Prostitución y Tráfico Infantil (ECPAT, por sus siglas en inglés), colaboradora de Unicef, señaló que INHOPE recibió reportes de 8,5 millones de materiales pedófilos en 2016, ocho veces más que en 2014. Según los últimos datos de INHOPE, apenas interceptaron 259.000 y en el 82 % aparecían menores de 13 años y nueve de cada diez abusos los sufrieron niñas. Las publicaciones del tuitero @CarniceroDon lo corroboran: sube fotos de niñas muy pequeñas completamente desnudas o con disfraces de diablas o de sirvientas. Un tal Marco Serna comenta “qué ricas están”.
Por tanto, se abre una pregunta difícil de responder: ¿Cuántos contenidos pedófilos hay identificados? La oenegé NCMEC, financiada por el Gobierno estadounidense y que recibe fondos de Facebook, a quien describe como “proactiva detectando pornografía infantil”, ha computado 267 millones de archivos. Madrigal clama contra las políticas de las redes sociales y la ineficacia de estas asociaciones subvencionadas. Es difícil evitar las náuseas al ver a una niña de unos 12 años que solloza, entre gestos de dolor, mientras unas manos adultas la masturban. En 18 días desde que fue colgado se ha reproducido más de 50.000 veces.
La multiplicación de los menores con acceso a Internet beneficia a los pedófilos, según el informe sobre crimen organizado en Internet de la Europol en 2018. Su estrategia, explica Europol, es hacerse pasar por otros niños, ganarse su confianza, conseguir imágenes o vídeos sexuales y después chantajearlos exigiendo más material a cambio de no difundir lo que ya tienen. En España, tres de cada cuatro niños de 12 años tienen móvil y el 95% de los menores de entre 10 y 15 años usa Internet regularmente, según el Instituto Nacional de Estadística.
El problema no se queda en Twitter. Instagram, propiedad de Facebook, es la red social que más ha crecido en España en 2018 y tiene 15 millones de usuarios. Su política de publicaciones elimina rápidamente fotos con pezones o madres amamantando. Sin embargo, los pedófilos usan códigos para comunicarse. Uno de ellos es PTHC, una categoría pornográfica acrónimo en inglés de “Preadolescente extremo”. Las cuentas con estas iniciales coinciden con la tendencia de los perfiles pedófilos en Instagram: rara vez publican imágenes y, curiosamente, acumulan cientos de seguidores. “Los delincuentes son siempre los mismos, se mueven en unos entornos. Tienen un lenguaje y una forma de conectarse”, destacan desde la UIT. Madrigal detalla que tras contactar en redes “recurren a plataformas como Telegram, WhatsApp o Dropbox para intercambiar contenidos”.
Resulta paradójico que los pedófilos tapen los pezones de las fotos de niñas pequeñas que publican para evitar que Instagram les suprima el usuario. En cambio, en la descripción de una cuenta se ofrecen abiertamente “más de 40 enlaces” y pide intercambios por mensaje directo. Entre los interesados, uno que alardea de ser entrenador y sube fotos con adolescentes en un vestuario. Varios usuarios eligen como avatar iconos del servicio de alojamiento e intercambio de archivos Dropbox. Todo esto es una invitación a contactar y pasarse archivos pedófilos sin que Instagram intervenga. El año pasado, en el Reino Unido, un pedófilo fue encarcelado por abusar de menores e incitar a los niños a que cometieran violaciones. Al menos tres de sus víctimas se intentaron suicidar.