Un día más es un día menos. Suena la alarma de mi móvil que coloco a una buena distancia de la cama para obligarme a levantarme. Me quedo tumbada mirando al techo, pensando en nada. Bueno, en ti. Eres lo último que veo antes de que el Lorazepam haga efecto y lo primero que viene cuando vuelvo en mi. No lo controlo. Viene solo. 

Me levanto, el cuerpo cansado, la mente saturada, la sonrisa ensayada. La pastilla, que no se olvide la pastilla. Me doy cuenta que anoche olvidé la anticonceptiva. Me las tomo a la vez. El desayuno de los campeones. 

Desde que no estás todo sigue «igual». Si me preguntaras, claro. El Sol sale, el pan se compra, los coches hacen ruido bajo mi balcón y no llueve. Pero para mi todo va más lento. Todo está parado. Hasta mi libido

El día será malo. Todos los son en verdad. No puedes, no sirves, no está, no estará, no esperes, peligro. El bucle de la destrucción, de la falta de aire y del huir de la nada.

Salgo de casa, aunque aún es de noche. Las calles vacías y mojadas que me recuerdan que la vida está a punto de empezar. Creo que te veo a lo lejos. Ya no me paraliza tu visión, porque sé que no eres. Pero espera… Me miras. El corazón se acelera, mis pies no pueden seguir, la vista se nubla. Sonríes. Esos ojos caídos te delatan. Me haces una seña, te sigo pero no consigo alcanzarte. Huelo tu colonia, se queda en todos los rincones de mi mente, guardada a buen recaudo. Te vuelves y te ríes porque no logro tocarte. Giro. Callejón. Nadie. Veo una pulsera en el suelo, de tela. Un lazo. Me agacho a recogerla. Cuando estoy a punto de tocarla noto unas manos en las caderas. Una polla contra mi culo y ese aroma... Me das la vuelta y me besas fuerte. Contra la pared, mientras jugueteas con mi pelo. Tu saliva en mi boca, me gusta tragarla y mirarte mientras lo hago. Mi mano que viaja a tu bragueta y las tuyas que agarran fuerte mi cara. 

Me coges de la mano. La luz del día aún no se intuye. Yo despeinada y con el raciocinio en el suelo, te sigo. Vamos a mi casa. Subimos y en el ascensor mi boca no puede esperar a saborearte. Y cómo me miras nene… hacía mucho que no sentía nada. Los químicos me anulan, pero tú me activas. Más chupo, más me mojo. Se despertó. 

Entramos en mi casa, no hacemos más que basarnos, pero no quieres una cama. Quieres una ducha. El agua caliente sale disparada y el vapor empieza a empañarlo todo. Tú, desnudo, arrancas mi ropa y me miras, como si de verdad me hubieras echado de menos. Tus manos están frías y el agua muy caliente, yo muy caliente. Te toco mientras el agua nos baña y tus manos arañan la piel de mi culo. 

Tus dedos entran y salen de mi. Todo está mojado y salpica. Tu pelo pegado a la cara, pero tus ojos se me clavan como estacas. Tu mirada es lo que me activa. Te agachas y con una mano me aprietas contra la pared. Noto como tu boca juguetea curiosa conmigo. El agua caliente golpea mi hombro derecho y se derrama por mi cuerpo desnudo hasta llegar a ti. Chillo y gimo. Chupas y me corro. Me fallan las piernas. Pero no importa. Me coges en peso y así follamos. Nariz con nariz. Cuerpo con cuerpo. Una embestida, dos. Mis uñas rajando tu espalda buscando sangre. Tus manos pellizcando mis pezones buscando un grito. Te corres. Me miras. Te beso. 

La alarma. El día se asoma a mi ventana recordando que la vida sigue aunque para mi esté parada. Te busco por la habitación. Inspiro fuerte buscando tu perfume. Inspecciono mi piel buscando tus marcas. Las pastillas me esperan en la mesa. Todo fue un sueño. Una mentira. Como mi pelo, mis uñas o mi sonrisa. Me tumbo, miro al techo. Un nuevo día… sin ti. 

Entradas relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *