Una sesión fotográfica me resulta sinónimo de morbo. No hablo del resultado y el uso que se le dé a las imágenes, sino del durante. Desnuda, a las órdenes de una persona situada detrás de una cámara, con los focos dándote, acaparando toda la atención.
En esos momentos eres, sin duda, la reina del lugar. Tú atiendes, tú posas, pero todos te miran a ti. Todos te desean a ti.
El lugar se encuentra en silencio, tan solo escuchas el sonido de tu respiración y el click de la cámara. Sin embargo, a veces, el fotógrafo o la fotógrafa te da una orden o afirma con seguridad la obtención de una buena imagen. Para mí esos comentarios se convierten en algo similar a las embestidas en el sexo. Dependiendo de la motivación, las recibo más fuerte.
En ocasiones, hasta me muerdo el labio. Siempre se piensan que estoy posando, pero es que no puedo con la excitación. Mis piernas empiezan a temblar, me cosquillea la entrepierna y me imagino cepillándome a todos los que están en el set.
Y llega el momento clave, cuando me piden que me toque para pillar la postura al natural. Bajo mis dedos y me encuentro completamente mojada, no sé cuándo empecé a empaparme de esa manera, porque no recuerdo ni cuanto tiempo llevo excitada.
Aprovecho y me masturbo, disfruto cada segundo hasta que me dicen que pare. Pero esta vez no fue igual, a la fotógrafa no terminó de encajarle la escena. Me preguntó si me importaba compartir el set con uno de los extras, o eso entendí, que había venido con ella. Soy muy profesional y no tengo ningún problema en realizar la sesión con más personas, aunque era la primera vez que lo hacía.
Cuando me quise dar cuenta, se acercaron dos chicos a mí. Uno se colocó detrás de mí y me agarró los pechos. Su boca estaba cerca de mi cuello y no tardó en darse cuenta que mi corazón iba a dispararse de mi pecho. El otro se sentó cerca de mi entrepierna y tuvo que acercar su boca y simular que me lo estaba comiendo. Para su sorpresa, se quedó empapado nada más acercar los labios.
No tardé en notar como se empalmaba el que estaba detrás de mí y me di cuenta de que, involuntariamente, empecé a pegar mi culo hacia él. No conseguía ver los ojos del otro chico, pero acerqué su cabeza contra mi coño mientras le agarraba el pelo.
Entre flashes, sonidos de cámara y el movimiento del equipo técnico, nos dejamos llevar más de la cuenta, pero a nadie pareció molestarle. El de atrás, separó mis nalgas e introdujo su polla, mientras tapaba mi boca para silenciar mis gemidos. El otro chico se centró en lamer y jugar con sus dedos en mi vagina.
No podía hacer nada más que disfrutar. Me elevaban con su sincronizado movimiento y no pararon en ningún momento dando lugar a un gran número de fotografías perfectas.
Siempre he sido una enamorada de una buena sesión fotográfica pero esta es la mejor en la que he estado.