¿Quién no conoce a Cleopatra? Es uno de los personajes históricos más conocidos y populares, con cientos de cuadros, óperas, películas, libros y obras de teatro sobre su vida.
Si preguntáramos qué sabemos de ella, seguramente mucha gente contestaría que era una mujer bella, sensual, promiscua y tan hábil en las artes amatorias que consiguió seducir a grandes militares y políticos romanos como Julio César o Marco Antonio.
Y si, fue reina de Egipto, pero poca gente sabe que también era griega, culta, políglota, gran oradora, brillante en los estudios, diplomática, autoridad religiosa, comandante naval y que gobernó un Impero en un momento histórico muy complejo, salpicado de graves crisis económicas y al borde de perder su independencia.
Pero no, no es famosa más de 2.000 años después de su muerte por su vida política, sino por su vida sexual, sentimental e intima. ¿No lo encontráis curioso?
De Cleopatra se ha dicho que estaba obsesionada con su belleza, y por ello tomaba baños regulares de leche para mantener su piel tersa. Aunque sus contemporáneos no la describen como un bellezón, sino como una chica resultona, que utilizaba la maestría de su labia para llegar a ser sexy.
Entre sus talentos se cuenta que fue la inventora del primer vibrador (aunque nunca pidió la patente). No, no, no, las pilas no existían, en su defecto se utilizaban abejas dentro de un contenedor (porque será que no lo veo claro).
Como no, fue pederasta e incestuosa ya que tuvo relaciones sexuales con sus dos hermanos pequeños, mucho menores que ella.
Era ninfómana, no sabía controlar sus pulsiones sexuales, como ejemplo, decidió recompensar sexualmente a todos los soldados que habían luchado por ella, después de una batalla contra Roma. Eso sí, no se conoce ninguna queja por parte de sus amantes.
Por supuesto, dominaba perfectamente las felaciones, se dice que era una gran experta y que, en una sola noche, hizo eyacular a 100 generales romanos en una copa de oro, para poder beberse su semen, ganándose el apodo de Merichane (la boquiabierta). Pero no era la única en su época en dominar este arte, parece que en Egipto existía la figura de las felatrices ¿Adivináis a qué se dedicaban?
También se le suponía una gran maestría controlando su vagina, era capaz de contraerla y dilatarla durante la penetración para elevar al séptimo cielo a sus amantes. Esta práctica, en el siglo XX se popularizó como Cleopatra’s grip y hoy en día, la conocemos como los ejercicios de Kegel (este segundo nombre no es tan glamuroso, pero espero que todo el mundo lo conozca, por el bien de vuestro suelo pélvico).
Nadie podía resistirse a sus encantos, incluso sedujo a Herodes I el Grande (sí, sí el de la Biblia) rey de Judea, territorio que Cleopatra deseaba anexionar y Herodes, claro, lo sabía.
Pero sus amantes más famosos fueron Julio César y Marco Antonio, ambos ciudadanos romanos casados, militares, políticos y con gran poder en Roma, hasta el punto de ser nombrados dictador y triunviro, respectivamente. Ni que decir que eran los cargos más importantes que se podían otorgar en la República Romana en ese momento.
Se habla que con César tuvo una tórrida relación (otro gran seductor de la historia), aunque había una cierta motivación personal, necesitaba la ayuda de César para recuperar el trono que su hermano le había usurpado (por el interés: te quiero Andrés, que diríamos). Y como a nadie amarga un dulce, una vez cumplida la misión, ambos zarparon en plan crucero por el Nilo durante tres largas semanas, llenas de lujuria y pasión, acompañados de sus generales y sus doncellas (una versión un poco diferente de la mítica serie The Love Boat).
Con esta larga biografía de seducción y promiscuidad, no es de extrañar que, años después, llevara a Marco Antonio al lado oscuro de los excesos del lujo, el sexo, la gula y la ebriedad. Lo enamoró y le sorbió el coco para tenerlo sometido a su antojo y convertirlo en un muñeco sin voluntad.
Se dice, se cuenta, se rumorea, se le supone, se habla… ¿No os hace pensar? ¿Y quien son los sujetos? ¿Quién dice, rumorea o supone? ¿Son fuentes fiables y objetivas? ¿O son chismorreos? No es lo mismo si lo publica Hola o The Times. Pues parece que eran calumnias y chismorreos.
Todos los documentos conservados de la época de Cleopatra fueron escritos, no por egipcios, sino por romanos, por hombres, poetas e historiadores del círculo próximo a Octavio Augusto, que por cierto, no era trigo limpio. Este es el momento de presentar a este ilustre hombre (o no tanto), que llegaría a ser emperador de Roma. Pero no nos adelantemos, justo en este momento no estaba tan claro, porque Marco Antonio estaba en medio de su camino. Ambos se disputaban el poder absoluto del Imperio y cómo se suele decir, solo podía quedar uno.
Como era feo declarar una guerra civil, ambos intentaron desprestigiar a su rival político en una encarnizada batalla de mentiras y ofensas que duró años.
La propaganda hostil contra un adversario político es un juego cruel que todavía se practica hoy, y la mejor manera de destruir una carrera política es buscar un escarceo sexual ¿Os acordáis del caso Levinsky? Y si no se tienen pruebas, bueno… siempre se pueden hacer correr rumores… Hace 2000 años, no era diferente.
Octavio y Marco Antonio intentaron desacreditarse acusándose mutuamente de haber sido chaperos en su juventud (otra vez el sexo por en medio). Pero la principal operación de propaganda mediática se focalizó en acusar a Cleopatra de devoradora de hombres y así, de manera indirecta, desprestigiar a un Marco Antonio supuestamente encoñado. Era más fácil
poner a la opinión pública romana en contra de una mujer extranjera, que contra un ciudadano y militar respetado por todos como era Marco Antonio. Y funcionó.
Los ciudadanos romanos veían a Cleopatra como una bárbara extranjera (todo extranjero lo era), ambiciosa y sedienta de poder, que pretendía apoderarse de Roma gracias al bueno, pero tonto, de Marco Antonio. Cleopatra se convirtió en el símbolo de los peligros que amenazaban la civilización romana desde Oriente.
La creación del mito de una ambiciosa, manipuladora y sexualmente voraz Cleopatra solo fue un daño colateral de esta disputa política y de poder. En realidad, Marco Antonio y Cleopatra, aunque tuvieran hijos y se casaran (en ese orden), por encima de todo eran estadistas, y cada uno utilizaba al otro para lograr sus ambiciones, Marco Antonio ser emperador de Roma, y
Cleopatra, conseguir la independencia total de Egipto y ampliar su imperio. Ambos fracasaron. Lo pagaron con su vida y el ganador, Octavio Augusto, fue quien escribió la historia, a su favor, por supuesto.
La imagen creada de Cleo (¿Me permitís llamarla Cleo?) era la antítesis de lo que Roma consideraba una ciudadana y patricia respetable: estas no podían ejercer el poder político públicamente (Cleo, si, pues en Egipto se permitía), no debían disfrutar la sexualidad, no podían tener sexo fuera del matrimonio, el incesto no estaba permitido (en la familia de Cleo, es decir, la familia Ptolemaica, era normal), no se debían dejar llevar por la pasión y no podían practicar la felación ya que se consideraba que era trabajo de prostitutas o esclavas, pero no en el Egipto de Cleopatra.
Leyendo entre líneas podemos intuir un Egipto más abierto a la sexualidad y algo menos machista de lo que era la sociedad romana del s.I aC. Las historias falsas dicen más sobre quien las escribió, sus prejuicios y su sexualidad que sobre Cleopatra.
Pero la historia no acaba aquí, siglo tras siglo, la leyenda de Cleopatra ha ido creciendo y reinventándose con nuevas difamaciones. La veracidad histórica no importaba, el mito se convirtió en un símbolo que permitía aleccionaran sobre los valores morales imperantes y el peligro de incumplirlos.
Para los romanos, ambiciosa, manipuladora y dominadora de hombres, para los cristianos, la anti virgen adúltera y pecaminosa, para la ilustración, la personificación del desastre de la pasión amorosa. El siglo XIX la presenta como la femme fatale y el siglo XX, como casquivana, frívola, débil e ingenua. La Cleopatra que popularmente hoy se conoce es la suma de todas estas historias inventadas durante veinte siglos.
¿En que se convertirá la Cleopatra del siglo XXI? ¿En una antecesora de la revolución sexual capaz de inventar el primer vibrador de la historia? ¿O tal vez una mujer que disfruta de su sexualidad sin importar lo que opine la sociedad? De hecho, no sabemos nada sobre la sexualidad de la Cleopatra real, y tal vez, tampoco debería importarnos.
Autora: @sexeparaules