No contamos nada nuevo si hablamos de la festiva vida sexual de los griegos y los romanos, así como de su adoración a los penes como símbolo de fertilidad y buena suerte. Sin embargo se habla bastante menos de la vida sexual de los egipcios. Sí, existen excepciones como Cleopatra, una reina a la que la historia ha decidido relegar a ser recordada como icono sexual, pero no se encuentran tan habitualmente. Esto se debe en parte a que la egiptología surgió cuando se descifró la piedra Rosetta, a principios del siglo XIX, es decir con todo el apogeo de la época victoriana y su nada relajada moral, por eso mismo seguramente nunca hayas oído hablar del papiro erótico de Turín, una pieza que data del año 1150 a.C. y que se considera por muchos la primera revista pornográfica de la historia.
El papiro erótico de Turín, llamado así por la ciudad en cuyo museo se encuentra, cuenta con imágenes sexuales absolutamente explícitas en las que hombres calvos y con penes de tamaño desorbitado mantienen sexo con mujeres muy bellas en doce posturas diferentes: en un carro, sobre una tabla, mientras ella se masturba con un ánfora invertida, mientras se maquilla, entre otras. No se sabe exactamente la naturaleza del papiro, pero la creencia habitual es que se creó con fines satíricos, porque aparecen unos animales haciendo cosas de humanos por la otra cara, pero también se cree que tenía un público rico, por los detalles y el cuidado de las ilustraciones.
Cuando se descubrió durante el siglo XIX, escandalizó a toda la esfera que se dedicaba al estudio de la egiptología. Tanto fue así que, Jean-François Champollion, al que se considera padre de la egiptología lo definió como “una imagen monstruosa, obscena, que me dio una impresión muy extraña acerca de la sabiduría y la compostura egipcia«. Por ello mismo, no resulta chocante que se ocultase este papiro de la vista del público durante más de 150 años, y no ha sido la única pieza erótica de esta cultura que ha recibido ese tratamiento. Al dios Min, símbolo de la fertilidad y los cultivos se le representaba con una vigorosa erección, de forma que si sus estatuas se exhibían en los museos harían ruborizar y sentir incómodo al casto público. Para solucionar este problema se optó por censurar o amputar el pene a muchas de sus representaciones.
Las representaciones fálicas, por ejemplo eran comunes entre los símbolos jeroglíficos, y no se puede hablar de sexo y el antiguo Egipto sin hablar de cómo se creó el mundo según su religión, y es que resulta que Atum, el primer dios egipcio, lo primero que hizo fue masturbarse para crear un par de nuevas divinidades, y parecen existir muchas representaciones de índole sexual, pero incluso aún hoy en día existen infinidad de piezas encontradas en los yacimientos que no se exhiben por su naturaleza erótica.
A fin de cuentas, uno de los motivos por los que el papiro erótico de Turín ha generado siempre tanta controversia es porque su existencia implica que los egipcios no eran tan puros y castos como pretendían mostrar los egiptólogos de la época victoriana. Aunque quizás los egipcios no fuesen tan explícitos con el tema del sexo como los griegos o los romanos, sí eran mucho más liberales de lo que nos transmiten los museos: la poligamia estaba bien (siempre que pudieses mantener a las dos esposas), la virginidad prematrimonial no era importante, existía el divorcio y había orgías y prostitución, y eran muy dados a drogarse y a escuchar música para estimular el deseo sexual.
El revuelo sobre este papiro es solo una muestra más de la censura a la que se ha visto sometida el sexo a lo largo de la historia más reciente. Este papiro oculto al público durante años, así como todas las estatuas de un valor histórico espectacular rotas, son solo un ejemplo más de que el verdadero motivo de vergüenza no es el sexo, sino todo lo que lo censura y malogra, la manía de interpretar todo lo relacionado con sexo como un pecado, únicamente ha impedido que sigamos aprendiendo y evolucionando en este tema.