Me gusta follar con dos copas de más. Sentirme desinhibida mientras noto cada embestida. Notarla como golpes de realismo mientras mi cabeza rebota contra la pared. Sentir de forma fantástica como se desliza apretada contra las paredes de mi vagina.
Mi vestido se va manchado por culpa de los roces contra la pared, pero no me importa. Lo llevo remangado, apretando mis muslos. Llega a ser incómodo y creo haber escuchado el tejido rasgarse en algún momento. Mañana me preocuparé de ello.
Con dos copas de más, me siento extrañamente más libre, como si saliera de mi cuerpo. Un cuerpo que, curiosamente, está experimentando nuevas dosis de placer. Está liviano, parece que fluye, y solo cuando noto su lengua deslizándose lentamente por mi clítoris, vuelve a la realidad.
No sé en qué momento me ha alejado de la pared, pero me agarro de su cabellera, mientras esta permanece entre mis piernas. Los lametones van de abajo a arriba y, de vez en cuando, se para para succionar torpemente, todo hay que decirlo, lo que sobresale en mi coño.
Siento como me tiemblan las piernas, creo que podría correrme ahora mismo. Lo “malo” de estar tan sensible en estos momentos, es como notas la presión en tu clítoris, como parece que está a punto de estallar todo mucho antes de que se produzca.
Todo se exagera mucho cuando llevas dos copas de más. Se magnifica. Actos torpes e incomodidades que convierten el sexo en algo natural pasan desapercibidas. Es cierto que se pierde calidad, pero, a su vez, no se percibe. Todo queda envuelto por un halo mágico e irrealista.
Vuelvo a escuchar cómo se desgarra otra parte del tejido interno del vestido. Él está encima de mí, haciéndome suya otra vez. La humedad que emana de mí, mientras noto el cosquilleo alrededor del orificio de mi vagina, me adelanta que voy a tener un orgasmo antes de que me vaya a dar cuenta.
Si me siguen temblando las piernas, ya no lo sé, solo puedo centrarme en como ese cosquilleo va expandiéndose con cada movimiento de su polla hasta recorrer todo mi cuerpo.
Con dos copas de más, el sonido ambiente, el desliz de su movimiento o la rotura de mi ropa suenan más altos que nunca. Pero, en ese momento, conseguí ensordecerlo con mis propios gritos. Mi propio orgasmo.