Lo de la moral laxa de los griegos y los romanos en lo que respecta al sexo no es ningún secreto. Hasta hoy han llegado muchas piezas de arte de diferentes tipos en los que la desnudez no es una vergüenza, el concepto de la orientación sexual por géneros no existe y lo de las orgías, los amantes y la vida festiva que llevaban son representadas perfectamente. Además de piezas físicas, también han llegado textos, como las comedias, en las que de nuevo, el sexo no es tabú. Casi cualquier persona sabe nombrar alguna que otra obra de teatro en la que se habla del tema sin ninguna censura. Lo que quizás no se conoce tanto es que el origen en sí mismo del teatro griego también está lleno de falos, orgías, sexo y alcohol.
Al menos del teatro griego se tiene relativa constancia de que surgió a partir de los rituales dedicados a Dionisio, dios del vino y la locura. En estas fiestas dedicadas al dios, conocidas como Leneas, por descontado, abundaban todo tipo de estupefacientes conocidos en la época, y el vino corría a mares. Dada la embriaguez, la música y el tono festivo patrocinado por un dios que celebraba los excesos dejaba a las buenas verbenas a la altura de un convento de clausura en lo que a pillar cacho se refiere.
Por otro lado, durante estas celebraciones, lo que se buscaba era que el dios bendijese las cosechas, y ya de paso servía de catalizador de las burlas del año. Se hacía una procesión en la que la gente, disfrazada, se dedicaba a hacer mofa de todos los que les rodeaban. Pero la estatua que sacaban a pasear no era ni la de un dios ni la de un mártir. Lo que sacaban a paseo por toda la ciudad era un pene gigante que invitaba a todos los que lo rodeaban a seguirles en dirección a la orgía. Como dato adicional, hay que mencionar que esta procesión, conocida como faloforia se realizaban entre enero y marzo. Igual no es solo coincidencia que a día de hoy saquemos en primaveras a vírgenes y cruces a pasear por las calles.
De aquí amigos, de una procesión fálica y unas ganas enormes de meterse con todo el mundo surge el coro, de ahí se separa la figura del corifeo y los personajes con intención de contar una historia justo antes de una buena borrachera con final feliz. Aquí es, precisamente en donde la historia y el testimonio hacen que la frontera entre el sexo, las drogas y el teatro se difuminen, pero ahí queda ese origen de naturaleza festiva y sexual que tiene este género y que se suele olvidar al estudiar literatura universal.