«Te deseo» Tan difícil de decir, tan fácil de pensar. El deseo es eso que no te deja reflexionar con claridad, que te empaña la vista y humedece las bragas. Que te ahoga y te plantea escenarios que te hacen sonrojarte ante la gente. Algo incontrolable y bellamente humano. El último eslabón que une al depredador del ser racional.
El deseo se te escapa de las yemas de los dedos. Miras con disimulo y algo se te activa. Notas como si te fueras a caer por el cráter de un volcán en activo. Pero en el fondo lo único que quieres es que el magma te trague y te escupa quemada en cualquier playa desierta.
Algo así se siente cuando apareces en mis sueños las noches que no te puedo ver, que son demasiadas. Eres mi fantasía recurrente. Quisiera borrarte pero mi entrepierna no me lo permite. Aún recuerdo esa primera vez que te vi… ese deseo que sentí… no sabía ni cómo comportarme. Quería comerte y tú solo querías hablar y pasar un buen rato.
El deseo es un fuego que nace en la frente y muere en los pies. Que recorre cada rincón de mi cuerpo esculpiendo tu nombre en mis reversos. Son ganas irrefrenables de morder tu seso y chupar tu sexo. De mezclar tu saliva con la mía y así tragar la misma vida que nace de ti para hacerme a mi mejor persona.
Te quiero besar hasta que tus labios pierdan la forma y tus palabras carezcan de sentido. Quiero besarte hasta olvidar cada letra de mi nombre y suprimir el límite de tu cuerpo con el mío. Que le enseñes a mi lengua cómo te gusta que te quiera cuando estamos a oscuras y así encuentre el atajo a tu placer.
Y sí, quiero que tus manos redescubran el mapa que trazaron en mi cuerpo buscando lo que es suyo. Porque mi piel, desde aquel amanecer te pertenece. Tu olor se quedó en mis poros y aunque vinieron sudores de otros seres jamás dejó de oler a ti. Tócame y hazme sonar por soleás, que me escuche hasta la luna y le de vergüenza mirar.
¿Mi pelo? Que se enrede con el tuyo. Que se moje y se despeine. Que huela a sexo por la mañana y a deseo por la noche. Que lo agarres y tires de él para llegar a mi boca. Que lo sueltes para ver como cae y cubre mi pecho desnudo, una musa con alas que se quiere quedar a vivir para siempre en tu cama.
No se puede controlar. Es salvaje, es instinto animal. El deseo que siento cuando te imagino me hace perder el poco control que le queda a mi sensibilidad enferma. Vuelve si quieres, y si no, aquí te espero. Que soy mía pero desearía ser tuya, fundirnos en uno y no respirar. No quiero hablar, solo gemir y vivir una noche eterna de cante y pasión, donde no nos importe la hora que marca el reloj. Mi cuerpo te necesita, mi mente te desea y mi corazón no te olvida.
Deseo, contigo. Aquí, ahora y siempre.
Preciosas y excitantes palabras.
Me encantó el artículo.
Gracias por compartir
Saludos
Carla Mila