Si alguna vez has paseado por una ciudad con monumentos romanos, quizás te hayas fijado en que en paredes y en piezas encontradas, se ven con bastante frecuencia estatuas o grabados que claramente tienen forma de pene. Desde una forma básica más naturista hasta pequeños penes con alas y cola de león. Hoy venimos a hablaros de este símbolo, el fascinus, que los romanos sacaban para atraer a la buena suerte y alejar los males de ojo.
A nadie sorprende que los romanos sean una cantera inagotable en lo que al sexo se refiere. Tenían una concepción radicalmente diferente a la que a día de hoy estamos acostumbrados gracias a muchas generaciones de educación cristiana. Lo cierto es que, desde su concepción de la orientación sexual no etiquetable, hasta su tendencia a celebrar orgías imperiales y fiestas que a día de hoy siguen pareciendo un tanto escandalosas como las leneas, los romanos no son los representantes de la civilización más casta de la historia. Por eso, y por sus mitos, entre los que eran muy habituales los romances, las violaciones de los dioses como en Grecia y las venganzas desproporcionadas, imagino que no se te habrá caído la mandíbula al suelo con el hecho de que tengan una deidad con forma fálica.
Resulta curioso que, entre todas las civilizaciones, el amuleto fálico ha sido siempre una constante, pero la excepción romana radica en que no tiene esa asociación a la virilidad y todos los atributos tradicionalmente masculino como la fuerza y la valentía. A pesar de tener esta forma, su significado iba un poco más allá del símbolo de fertilidad con el que se suelen asociar los símbolos con formas sexuales. El nombre de fascinus hace referencia a una especie de conjuro protector que prevenía al portador de ser maldito con un mal de ojo o invidia. Tan literal era la protección y la cura contra estos hechizos, que hay representaciones en las que el fascinus eyacula sobre un ojo para curar este mal.
La forma de este amuleto, así como el tipo de figura que se usaba, varía enormemente. Era un objeto de uso cotidiano que bien podía ser usado como estatua o como detalle ornamental permanente, apareciendo en grabados y mosaicos, pero la más habitual quizás fuese la forma de colgante. Concretamente, era muy habitual esta forma, más portátil entre los centuriones y los legionarios romanos para que les trajese buena suerte en batalla. Así es, generales como Máximo Décimo Meridio (también conocido como Gladiator), seguramente besaba su pequeño pene justo antes de ir a pelearse con los germanos.
Por supuesto, el fascinus contaba con su propia agrupación secular. Este pene se trataba de una figura sagrada para las vírgenes vestales -valga la paradoja-, que también le rendían pleitesía a Paladio, una deidad romana representada con un pene descomunal. No sabría decir si el celibato se hace más llevadero o mucho más difícil si andas paseando entre formas fálicas todo el día, pero ahí está el dato.
De la palabra fascinus, como habrás adivinado, acabado derivando en fascinante, cuyo significado ha cambiado notablemente, pero siempre viene a significar una atracción casi mágica por definición. El amuleto fálico romano no deja de ser un elemento más de toda la narrativa mágica que hay en torno a los genitales y a las zonas que se consideran relevantes para la sexualidad. Quizás es que en tantos miles de años hemos cambiado muy poquito, y por eso el sexo nos sigue fascinando.