Supongamos que es la última vez que nos vemos. Que tu voz será esa vieja canción que traiga nostalgia a mis viajes de carretera y tu olor ese recuerdo recurrente que te hace sonreír en una noche de pipas, litronas y verano.
Supongamos que nuestra piel no se va a volver a encontrar en la clandestinidad de tu coche. Ni nuestras lenguas se dirán lo mucho que se echan de menos… ni nuestra saliva saltará de boca a boca. Imaginemos por un momento que nos creemos la mentira de nuestro encuentro sin sentimientos y que no significamos nada el uno para el otro.
Supongamos que no me doy cuenta de lo que hablan tus ojos cuando me miran. Que no escucho lo que hay dentro de mi y que realmente no me importa nada más allá que tu increíble manera de provocarme un squirt. Imaginemos y creámonos que, ciertamente, es todo una mentira y solo queremos del otro un orgasmo una noche cualquiera.
¿Y qué si lo queremos? ¿Y qué si nos besamos hasta que se vayan los flamencos de Doñana? Y qué si no me valen tus dedos en mi cara, solo en mi coño. Y qué si no quiero que tu boca hable, solo chupe. Si considero que tu arte en el sexo es superfluo a cualquier otra disciplina que creas que sabes hacer.
Qué pasaría si te digo que no eres suficiente, pero me pones como nadie. Que no quiero de ti tus charlas eternas, ni tus confidencias, ni la seguridad que me das ante la vida. No quiero que derribes mis barreras ni me hagas sentir como una niña que llega segura a su casa de muñecas. Que estoy cómoda en mi papel de imperturbable y no deseo nada que enrede el hilo rojo, que estoy feliz sin verle el final. Sin embargo me gusta tu cuerpo, tu cara, tus gestos, tu vida… y te quiero comer y no dejarme nada para después. Que de los trastornos mentales se sale, de como follas no. Obviamente, todo esto fue al revés.

Supongamos… se pueden suponer tantas cosas. Sin embargo, me guardo mis hipótesis para la almohada y acepto lo que dicen tus palabras. Que soy sin ser y es imposible que sea. Y por eso no te quedes solo con mi cuerpo, yo me lo llevo, con toda mi esencia. Y si el sillón más confortable de tu casa es aquel que te silencia tu parte más humana no te estreses, yo te dejo allí sentado. Mientras tanto salgo por la puerta y me entrego al mundo, que me abraza, me quiere y me empotra contra los imposibles. Me hace gemir y llorar y a ratos, no lo oculto, me trae recuerdos de noches de amarguras a guitarra y algo más.
Supongamos que enterramos todo esto. Que callamos la voz de la providencia y que seguimos sonriendo cuando una imagen furtiva de un pasado lejano salte en nuestra imaginación. Yo seguiré suponiendo que nuestros caminos se volverán a encontrar. Tú seguirás sordo en un mundo ruidoso cambiando el salvapantallas una y otra vez. Y lo más importante, de los dos, la que eligió libertad fui yo.