El 7 de octubre de 1978 cambió la vida para las españolas. Por fin las mujeres pudieron controlar su fertilidad y disfrutar del sexo sin miedo a la procreación. La libertad sexual cumple, para ellas, 40 años. Fue ese día cuando se despenalizó la píldora anticonceptiva, un hito para un avance feminista que fue paralelo a la Transición y al que se mantuvo en un plano secundario.
El cambio en el Código Penal dio libertad para elegir cuándo querer tener hijos, en caso de desearlos. Carlota Bustelo, de 79 años, era una del apenas 6% de parlamentarias en el Congreso de 1978. Desde la bancada socialista, Bustelo fue parte activa del proceso. Define la reforma como «importantísima», porque, aunque tardó y fue progresiva, «acabó siendo la base del feminismo y de la planificación familiar». Afirma que para buena parte de la sociedad, e incluso en el Congreso de los Diputados, eran simplemente “cosas de mujeres”.
Tres años antes había muerto el dictador Francisco Franco y se inició la Transición, que desembocó el 6 de diciembre de 1978 en la Constitución. Los derechos y libertades sexuales siguieron esta senda y se abrió una nueva era para las españolas, aunque fue un proceso costoso.
La píldora anticonceptiva estaba permitida en España desde 1964, pero como uso exclusivo sanitario para las mujeres, que se buscaban la vida para conseguirlas. Los trucos más habituales eran pedírselas a familiares o amigas que tuviesen receta o acudir a farmacias de confianza cuando hubiera menos afluencia. El riesgo para los que vendieran o recetasen las píldoras era de «arresto mayor y multas de entre 5.000 y 100.000 pesetas» (entre 30 y 600 euros), según el artículo 416 del Código Penal.
Yolanda Rodríguez, de 59 años, es responsable de convergencia de Unidad Popular del comité central del Partido Comunista de España (PCE) e integrante del Movimiento Democrático de las Mujeres. Rodríguez explica que «las mujeres ya estaban en la calle pidiendo legalizar los anticonceptivos«. «Los cambios en la ley se debieron a las movilizaciones de las mujeres», agrega.
La responsable comunista insiste en que desde 1976 había un avance en la conquista de derechos femeninos como en el aborto o contra el adulterio, que en 1976 seguía siendo motivo de juicio. Un aspecto importante fue, para Rodríguez, el apoyo de toda la sociedad: «en las manifestaciones ya había hombres, la legalización de los anticonceptivos hizo que perdiéramos el miedo por mucho que la Iglesia aplicara su represión».
El nacional catolicismo del franquismo no permitía limitar la fecundidad y la reproducción, de ahí lo costoso de liberar el uso de esta pastilla. El artículo 416 del Código Penal penalizaba tanto la receta como la venta o publicidad «con cualquier género de propaganda» de los «medicamentos, sustancias, objetos, instrumentos, aparatos, medios o procedimientos» que pudieran «evitar la procreación».
La propuesta de abrir el acceso a los anticonceptivos salió del Gobierno de Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez y se lanzó un 15 de diciembre de 1977, aunque costó casi un año aprobar la ley. Un año de diferencias entre partidos y posiciones enfrentadas. No había consenso en España sobre los derechos de las mujeres.
En los Pactos de la Moncloa, firmados en septiembre de 1977 para intentar estabilizar la Transición, ya se había negociado esta legalización, pero dándole poca importancia. Felipe Alcaraz, de 75 años, fue diputado del Partido Comunista de España (PCE) en 1979, un año después de la despenalización de la píldora anticonceptiva. «Fue una gran batalla, paralela al aborto y al divorcio, una lucha del feminismo a la que no se hizo justicia», recuerda.
«La Ley de Amnistía [promulgada en 1977 para despenalizar delitos políticos] se olvidó de las mujeres; en 1976 había reclusas en prisión por abortar«, añade, «así que entre 1978 y 1980 hubo que recuperar temas sociales como el de la píldora». Para Alcaraz, «fue clave para la libertad de la mujer frente a la ignorancia del catolicismo y la falta de educación sexual».
La píldora anticonceptiva, a debate político
Las crónicas parlamentarias recogieron la tensión del Congreso de los Diputados. Desde UCD, una activa defensora de cambiar el Código Penal fue Soledad Becerril, la primera mujer en ocupar un ministerio (el de Cultura, en el gabinete de Suárez de 1981) desde la Segunda República. Becerril, al ser contactada para este reportaje, ha preferido no hacer valoraciones.
El acuerdo se negoció duramente, con cláusulas y exigencias de las formaciones. Los diarios de sesiones del Congreso del 7 de abril de 1978 o del 27 de septiembre de ese año corroboran que no había consenso.
El Ejecutivo, dirigido por la UCD, apostó por liberar la píldora anticonceptiva pero con un matiz: penalizar la venta de aquellos métodos que entendiesen como perjudiciales para la salud. La oposición, liderada por el PSOE y el PCE, criticó este último punto, pero acabó apoyando la reforma. La conservadora Alianza Popular, encabezada por Manuel Fraga, se negó rotundamente.
Carlota Bustelo, quien en 1983 se convirtió en la primera directora del Instituto de la Mujer, recuerda que «en los Pactos de la Moncloa se aprobó legalizar la venta, difusión y propaganda de los anticonceptivos; se hizo paralelamente a la Constitución». La importancia del cambio del artículo 416 no recibió una atención correspondiente en el Congreso, con abrumadora mayoría masculina en esa legislatura (340 hombres y solo 21 mujeres), aunque en las calles se reivindicaba con ahínco. «Éramos pocas mujeres» –explica Bustelo- «y había hombres que no lo entendieron como una conquista de las mujeres. Ni siquiera dentro de los partidos se vio así».
El PSOE y el PCE plantearon, sin éxito, una enmienda para hacer totalmente libre el acceso a los anticonceptivos, pero sí triunfó, por estrecho margen, la propuesta para impedir que el Gobierno limitara su publicidad. La lucha siguió hasta que el 7 de octubre de 1978 fue oficial: las mujeres podrían acceder libremente a la píldora anticonceptiva.
El significado de la píldora libre
Julia Hidalgo, de 68 años, fue presidenta del Movimiento Democrático de las Mujeres entre 2012 y 2017. Desde su implicación en el feminismo, asistió con recelo a la Constitución. «Las mujeres seguimos siendo ciudadanas de segunda», lamenta. Hildalgo considera que legalizar la píldora anticonceptiva fue un cambio fundamental «gracias a la lucha de las mujeres», pero limitado porque no se acompañó con educación sexual en las escuelas.
Legalizar la píldora supuso, para ella, reconocer «el derecho de las mujeres de ser, o no, madres». Se valoró la maternidad, prosigue, aunque «el patriarcado y el capitalismo nunca han querido el avance de las mujeres. El feminismo les es incómodo». Sin embargo, añade que este cambio en el Código Penal no facilitó el pleno acceso porque había farmacias que no las vendían por cuestiones morales. «Gracias a la píldora pudimos decidir», resume.
El Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó la reforma del artículo 416 el miércoles 11 de octubre de 1978. El cambio eliminó del Código Penal aquello de «evitar la procreación» y abrió una nueva era para la sexualidad femenina. Asimismo, incorporó una multa de 20.000 a 100.000 pesetas (entre 180 y 600 euros) para quienes no se adaptaran a la normativa sobre los anticonceptivos.
Las mujeres pasaron de exponerse a multas a comprarlas sin infringir la ley. Marlis González, de 57 años, pertenece al grupo de Salud sexual y derechos sexuales del PSOE. Entonces tenía 17 años y la píldora anticonceptiva existía para controlar la menstruación, pero bajo controles estrictos. «Tenía que ir a una farmacia donde el farmacéutico hacía la vista gorda para darnos píldoras», cuenta. “Íbamos a la hora de comer porque había menos gente».
"El farmacéutico hacía la vista gorda para darnos píldoras"
Para González, «así se acabaron los problemas para los chicos y chicas, lo que contribuyó a generar conciencia de educación sexual e identidad de género». La legalización se convirtió en la «base del feminismo», sostiene, porque todas las mujeres de la política «estaban unidas por la causa, aunque costó introducir el feminismo incluso en el PSOE».
La reforma conseguida gracias a la batalla feminista permitió que hoy cualquier mujer puede ir a una farmacia y comprar no solo una píldora anticonceptiva, sino el pasaporte hacia un ejercicio de la sexualidad libre sin tener que esperar a la hora de comer porque haya menos gente.