Hay pocos momentos tan íntimos como los de compartir lecho después del sexo. Las respiraciones se relajan, aparecen algunas caricias tontas, hay risas postcoitales y todo es maravilloso hasta que alguien decide levantarse e ir a mear. Las necesidades fisiológicas mandan. Parece que se rompe la magia tras el revolcón, sí, pero se previene la cistitis de luna de miel incluso para los solteros.
La cistitis de luna de miel son unos picores íntimos que suelen aparecer después de haber mantenido relaciones sexuales, así que hay quien piensa que son los efectos de una infección de transmisión sexual. Nada más lejos de la realidad, ahórrate la llamada enfurecida. Su nombre proviene de que las noches de bodas suelen ser sexualmente activas, así que a quien acuñó la expresión no se le ocurrió un símil mejor para hablar de este trastorno.
Se trata de una infección de uretra, no de vejiga (habitual fuente de las cistitis), con carácter urinario que afecta principalmente a las mujeres porque la uretra femenina es mucho más corta que la masculina, lo cual favorece a las bacterias y los agentes patógenos. Entre el 20% y el 30% de las mujeres sufrirán algún episodio de cistitis a lo largo de su vida, mientras que un tercio padecerá infecciones recurrentes. En cambio, apenas un 0,1% de los varones la padecen.
La principal responsable es la Escherichia coli, una bacteria habitualmente benigna, presente en la flora intestinal, que ayuda a absorber vitaminas y a distribuirlas por el organismo. También habita en la vagina, así que en la penetración seguida de sexo oral, por ejemplo, puede extenderse. Todo bien hasta que algunas cepas de esta bacteria descubren su lado oscuro y se vuelven malas. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, especialmente en el recto.
El contagio suele ser a través de las heces, restos fecales microscópicos que, en materia sexual, pueden pasar de las afueras de nuestros genitales hacia la boca. Y la lengua, como bien sabéis, acaba llegando a rincones inaccesibles por otros métodos. La E. Coli, cuando abandona su hábitat natural, es especialmente agresiva y dañina.
Orinar después del sexo, por tanto, ayuda a que la micción arrastre estos elementos patógenos y no se queden asentados en la uretra. En el caso de los hombres, su eyaculación parte de la uretra, por lo que es más fácil que se eliminen las bacterias o microbios. Puesto que la eyaculación femenina brota de las glándulas de Skene, cercanas a la uretra pero no en ellas, este líquido emanado en el orgasmo no puede llevarse consigo los pequeñísimos causantes de las cistitis de luna de miel. El pis cumple esta función preventiva, por mucho que te corte el rollo y te saque de la cama.
La cistitis de luna de miel, una vez asentada en la uretra, es invasiva y tiende a propagarse por la vejiga, la próstata o incluso en la vesícula seminal. Su mayor peligro es que se extienda e infecte un riñón. Además de los picores previamente citados, los síntomas también son las ganas de orinar pero no poder hacerlo, mear constantemente, molestias pélvicas o que la micción salga manchada con sangre.
Cómo protegerse de la cistitis de luna de miel
En estas situaciones la higiene es la principal aliada para prevenir la cistitis de luna de miel. Durante cualquier momento de tu vida debes tener una limpieza íntima delicada y cuidadosa. ¡No olvides la recomendación que te hacían en tu infancia de limpiarte los bajos de adelante a atrás y no al revés! Hacerlo mal puede arrastrar las bacterias del ano hacia la vagina y provocar una cistitis.
Otro consejo es orinar con frecuencia y vaciar el depósito, ya que mantener pis en el interior puede ser una piscina climatizada para que los patógenos se multipliquen. Asimismo, también ayuda aflojar la vejiga cada tres o cuatro horas. En lo referido a lo sexual, que es lo que nos interesa un poco más, va a tocar escapar de las sábanas y pasar por el baño. Tampoco es bueno, chicas, ducharse nada más acabar el coito: la vagina sigue en una fase de «absorción» y puede succionar bacterias o agentes perjudiciales, como puede ser el gel.
Eso sí, vamos a ser buena gente. Están permitidos hasta 45 minutos entre terminar el coito y que acusas a mear, así que te da tiempo para disfrutar de un buen rato postcoital. Además, puedes aprovechar la visita al excusado para lavarte tu zona íntima, refrescarte la cara, recuperar energías y celebrar lo que pasaría en una luna de miel pero sin meter a la cistitis en la cama.