Es ya sabido por todos que Amarna Miller sufrió maltrato a manos de la que fue su pareja durante cuatro años, desde 2011 a 2015. Ella misma lo cuenta en un vídeo que subió a Youtube a finales de enero de este año (y que se muestra a continuación). Contaba que había sufrido tanto maltrato físico como psicológico y económico. Y la que se armó vino cuando dijo que ambos practicaban BDSM, aunque ha dejado claro más de una vez que, debido a la incompatibilidad de sus roles, su relación era estrictamente vainilla.
Como os podéis imaginar no tardaron en salir voces criticando el BDSM y comparándolo con el maltrato y, sí, por supuesto que dentro de una relación BDSM puede haber maltrato, pero el BDSM en sí no es maltrato. Por mucho que se intente demonizar, ante todo en el BDSM aparece el consenso y que el desarrollo de una escena BDSM y una de maltrato no tienen nada que ver.
El proceso que transcurre desde la planificación de una sesión BDSM hasta su finalización es el siguiente:
Primeramente, el BDSM se basa en la comunicación y el consenso, se hablan los límites, se establecen las medidas de seguridad, se planifican las prácticas a realizar en la sesión y se acuerda que queda dentro y que fuera de la sesión. Por el contrario, en el maltrato lo que ocurre es que el maltratador siente que todo se escapa de su control y justifica que la única forma de solucionarlo sea a través de la fuerza, el chantaje o las amenazas hacia su pareja.
Los dos éramos dominantes así que no practicábamos BDSM juntos. De vez en cuando me ataba, para practicar. Eso es todo. No había juego.
Amarna Miller
Siguiendo con el BDSM, el momento de la sesión se cumple a rajatabla lo pactado y si se quiere probar algo nuevo, añadir otra práctica o subir el nivel se habla en el momento y la relación se basa en la confianza. Sin embargo, en el caso del maltrato el abusador le quita poder a la otra persona, la relación se basa en el miedo, no hay comunicación y se destruye cualquier forma de confianza.
Después de una sesión de BDSM se da el llamado aftercare en el que se habla libremente de cómo se ha sentido uno en la sesión, mediante los abrazos, besos y caricias (incluso un buen baño o una cena) se trata de que las personas implicadas en la escena reconecten con la realidad. Posteriormente se hace un análisis de la sesión para que en el caso de que haya ido algo mal se pueda mejorar más adelante.
Cuando termina el episodio de maltrato el maltratador solo se preocupa de las posibles consecuencias que le perjudiquen a él, trata de echar la culpa de lo sucedido a la otra persona y no responsabilizarse de sus actos y posteriormente aparece el periodo de la luna de miel en el que el maltratador intenta compensar a su pareja con regalos y promesas para asegurarse de que la relación continúe.
A partir de aquí, podemos decir que ciertas situaciones de BDSM pueden incluirse dentro de una situación de maltrato: cuando tu pareja no respeta tus límites ni tu palabra de seguridad en una sesión, cuando la parte dominante no está en condiciones psicológicas de sesionar y trata de desahogarse psicológicamente a través de una sesión BDSM (en la que obviamente no se respetan los límites de la otra persona).
También en el caso de que la situación en la que se desarrolla la práctica BDSM esté fuera de contexto: como pudiera ser tras una discusión entre la pareja, en una situación en la que una de las partes no haya dado consentimiento de juego y sea una decisión unilateral (por ejemplo, como explica Amarna Miller en su vídeo, en una fiesta con amigos su maltratador la castigó en la escalera porque así lo decidió) o cuando haya por medio alcohol o drogas que alteren los estados de consciencia puesto que en una sesión BDSM hay que tener todos los sentidos puestos en la escena, especialmente cuando somos la parte dominante y tenemos una persona a la que cuidar.
Por último, y aun a riesgo de la controversia que pueda generar, sí que es cierto que el BDSM sirve como refugio a maltratadores, a personas tóxicas y a personas con trastornos psicológicos que intentan justificar su actitud como parte de sus roles aunque se trata de una minoría: personas narcisistas siendo sádicas, personas con trastorno límite camuflándose de brats o littles, maltratadores teniendo dinámicas de primal predator, etc.
Y para muestra la relación entre Stoya y James Deen cuando, en 2016, ella le denunció por no respetar sus límites ni su palabra de seguridad y tras pedirle repetidas veces que cesase de pegarla y parase la sesión. Terminó en los juzgados con el abogado de este último alegando que “al ser ella una actriz porno sabía dónde se metía cuando decidió dedicarse a ello” a pesar de que numerosas actrices de la industria (especialmente aquellas que trabajaban para productora americana Kink como Joanna Angel o Princess Donna) denunciasen que Deen se saltaba los límites también con ellas.
No quiere decir que todas las personas que estamos dentro seamos así pero como en cualquier grupo existen personas tóxicas, e intentar minimizar el problema no beneficia a nadie.