Apenas dos minutos le bastaron a Anita Ekberg para consagrarse como uno de los mayores mitos eróticos de la historia. Dos minutos que hicieron que se desprendiese del título de ‘la Marilyn Monroe de Paramount’. Dos minutos para despertar a una Italia sumida en una moral asfixiante. La musa nórdica de Hollywood tiene un puesto más que merecido en el álbum de ‘Pin-ups de ayer y de siempre’.
Suecia dio la bienvenida a Kerstin Anita Marianne Ekberg el 29 de septiembre de 1931. Creció como la sexta de ocho hermanos y comenzó sus trabajos como modelo en su adolescencia. Con apenas 19 años ganó el título de Miss Suecia y, un año más tarde, se presentó al certamen de Miss Universo. Aunque no consiguió la codiciada corona, si fue una de las seis finalistas. El título llevaba consigo un contrato de seis meses como starlette (o ‘aspirante a estrella’) con Universal, el primer peldaño que la llevaría a ser la sirena de la Fontana di Trevi.
La pequeña Ekberg hizo las maletas rumbo a Hollywood. Consciente de que era un diamante en bruto, la productora puso toda su maquinaria a trabajar para convertirla en un referente. Clases de actuación, baile, pronunciación y equitación que Anita intercalaba con las pruebas de maquillaje y peluquería que la convertirían en uno de los rostros más bellos de la industria. No estrenó su primer filme hasta 1953 aunque, para entonces, la interpretación ya no la estimulaba. Solía saltarse las clases de drama para ir a montar a caballo y reconoció años después haberse “dejado mimar por Hollywood” olvidando buscar papeles más ambiciosos.
Otra de las caras públicas de Anita fue su agitada vida amorosa. Errol Flynn, Frank Sinatra o Tyrone Power cayeron rendidos ante la sueca, entre otros tantos. Su físico explosivo y sus relaciones hicieron que copase portadas de revista. La intérprete tampoco se avergonzaba de su imagen de pin-up. Durante una visita al Hotel Berkeley su vestido se abrió revelando la rotunda figura de la actriz. El incidente fue bastante sonado y otras, como Jayne Mansfield, se encargaron de perfeccionar la técnica. Con el tiempo, Ekberg reconoció que el episodio había sido pactado con uno de los fotógrafos que estaban presentes.
La «doble de Marilyn»
A mediados de la década de los 50 Anita decidió tomar las riendas de su carrera. Hizo televisión y, sobre todo, cine. En 1956 llegó a figurar en cinco películas de las 40 que conforman su filmografía. Pero, pese a que la publicitaban como ‘la Marilyn Monroe de Paramount’, su gran momento aún no había llegado.
Erkberg estrenó los 60 por todo lo alto. Aquel mismo año protagoniza La Dolce Vita de Fellini junto a Marcello Mastroianni. El papel de la juguetona y sensual Sylvia encajaba a la perfección con la imagen de Anita. La película fue un bombazo y la escena en a Fontana di Trevi encumbró a la actriz. Su erotismo hizo que el filme se vetase en algunos países, entre ellos España, donde no pudo estrenarse hasta 20 años después de su producción.
Un rostro de facciones angelicales, unas piernas interminables y un generoso busto contribuyeron a la fama mundial de la actriz. Anita supo aprovechar el empujón y fue la primera opción para interpretar a la chica Bond en Dr. No, la primera de las 25 películas del agente 007. Desgraciadamente, fue sustituida en el último momento por una entonces desconocida Ursula Andress.
Los trabajos que le siguieron la encasillaban en papeles de sex symbol, pero a Ekberg nunca le importó. Con el paso de los años su estrella interpretativa se fue apagando, aunque participó en películas de distinta temática hasta 1996. Nunca regresó a Suecia a excepción de unas pocas visitas, Italia conquistó su corazón y su talento, ya que encontró en su cine un hueco hecho a medida.
Fue en la bota de Europa dónde compró una villa en la que residió hasta su fallecimiento el 11 de enero de 2015. Cuatro años antes, con 80 años de edad, se hizo público el duro trance por el que pasaba la actriz. Durante un ingreso hospitalario su finca fue desvalijada e incendiada, dejándola prácticamente en la indigencia. La musa de Fellini se recobró de la mala racha y pasó sus últimos años disfrutando de una fama más que merecida, la de un eterno retrato del erotismo.