Son las dos de la madrugada del lunes 29 de abril de 2019. Las urnas han hablado. El PSOE ha ganado las elecciones pero la suma de las izquierdas no basta: el tripartito entre PP, Ciudadanos y Vox dispone de mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Pablo Casado pasea, nervioso, por la sede de su partido en la calle Génova de Madrid. Afónico y agotado, ha celebrado un resultado que probablemente lo lleve a Moncloa. Solo quedan unos flecos. Albert Rivera y Santiago Abascal ya habían mencionado en la campaña electoral que apoyarían a Casado para echar a Sánchez. Pablo sonríe solo de pensarlo.

Se oye el ascensor entre el silencio de la planta. La puerta del despacho del líder del PP se entorna y por ella entra Albert Rivera. Un apretón de manos y una mirada basta para que ambos se den cuenta de que un Gobierno de derechas está cerca. Se sientan en el sofá de cuero que ocupa buena parte del suelo de madera noble. El anfitrión sirve whisky español mientras empieza la negociación que han acordado. Nadie sabe que Rivera está en Génova.

El PSOE ha ganado las elecciones pero la derecha suma. | Fuente: EFE.

Casado mira al presidente de Ciudadanos. La importancia del momento impide que haya la más mínima desconcentración. Pero lo cierto es que Albert parece estar en forma. El traje, entallado, marca unos hombros fuertes y unos cuádriceps de nadador. El catalán también tiene ojos bonitos.

Rivera suda, nervioso, debajo de una camisa blanca. Es una noche histórica. Se fija en la sonrisa de su homólogo del PP. Dientes blancos, labios tersos y mejillas afeitadas, al igual que él. En ese sentido, y en otros más bien ideológicos, se asemejan mucho. Mientras paladean la bebida, se permiten el lujo de lanzarse unas bromas. Se suceden las palmadas en la espalda y en los muslos. Se vacilan sobre quién ocupará la presidencia y quién la vicepresidencia. “¡Qué le den por culo a Abascal!”, grita Casado mientras propone el sexto brindis de la noche. Tras vaciar el vaso, se abrazan y ambos huelen el perfume y el sudor de su, hasta la noche anterior, adversario político.

Rivera toma la iniciativa y, tras tantear con su mirada los ojos castaños de Casado, se lanza a sus labios. Estos lo acogen y sus lenguas se entrelazan. El calor es insoportable y pronto se despojan de sus camisas y sus manos se lanzan a los pantalones. La tensión sexual de la campaña se desata y se traduce en mordiscos en el cuello de Pablo Casado y que los dedos de Rivera se cuelen en la entrepierna del político del PP.

Rivera se arrodilla y empieza a masturbar a Casado. Lame la base del pene de su aliado político, asciende por su polla hasta juguetear con su lengua, en movimientos circulares, el glande de Pablo. Mira otra vez al triunfador de la noche. Ambos sonríen. Ambos disfrutan. Casado tumba a Rivera sobre el cuero del sofá y repite operativa: él también quiere demostrar que tiene un máster en esto.

Casado y Rivera, socios de Gobierno. | Fuente: El Mundo.

“¡¡Pero qué cojones está pasando!!”. Pablo casi desgarra a Albert del susto. Se olvidaba del otro invitado de la noche: Santiago Abascal. El ruido del placer de los dos hombres impidió que oyeran el ascensor y la puerta del despacho. Ninguno sabe qué hacer mientras Abascal, barbudo y corredor de larga distancia y deportista habitual, avanza. Sus erecciones empiezan a desinflarse al sospechar del escándalo que se les avecina.

Pero todo lo contrario. Abascal arroja su americana y rompe su camisa mientras se lanza a los testículos de Casado y trae hacia su pene, hinchado y depilado, la mano derecha de Rivera. Vuelve la excitación y el morbo a los dos anteriores amantes, que deciden complacer al recién llegado para compensar su retraso. Mientras Rivera sigue lamiendo el prepucio de Abascal, Casado escupe en sus dedos y estimula el ano del dirigente de Vox, que gime tenuemente poco antes de que el popular lo penetre con menos dificultad de la que esperaba.

Poco a poco se adentra en Abascal, que se acomoda a las embestidas mientras su boca juguetea con el perineo de Rivera. El sudor los aferra al sofá de cuero hasta que Rivera decide tomar la iniciativa y hacer lo que tanto ha soñado estos meses: dar por el culo a Casado. Este acepta, sumiso, el ímpetu del político de Ciudadanos. Abascal observa, masturbándose, los jadeos de los que hasta hace apenas unas horas fingían enemistad y señalaban el peligro de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Imposible aguantar más. Los tres tienen ganas de vaciarse, pero es Casado el que obliga a Rivera y Abascal a ponerse de rodillas, serviles, y eyacula sobre sus rostros. No será difícil que los tres se entiendan para formar Gobierno. “Nos vemos en Moncloa”, sonríe Casado.

*Relato finalista del concurso de literatura erótica de Lys Erotic Store de San Sebastián de los Reyes, Madrid. Escrito por una persona de la redacción de El Sexo Mandamiento.

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