Para hacer bien el amor hay que venir al sur, cantaba Raffaella Carrá, alimentando el estereotipo de que el Mediterráneo es tierra de pasión, y que ha caracterizado al cine español. Este tópico, que tanto han explotado el cine y la televisión estadounidenses – cómo olvidar, por ejemplo, al fogoso Paolo de Friends (NBC, 1994 – 2004) – ha sido corroborado por muchos españoles cuando decíamos eso de «no es una peli española si no hay escena de sexo».
Pero, ¿de dónde surge esto? Vamos a dar un pequeño repaso sobre la sexualidad en el cine español.
Un primer erotismo
El primer desnudo del cine español aparece en La condesa María (Benito Perojo, 1927), que explica en este enlace el historiador Román Gubern. La película, una coproducción con Francia, fue censurada en España.
Si nos remontamos al cine mudo, encontramos también como tema sexual el mito del señorito y la campesina, un relato que se remonta tiempo atrás, recurrente en la zarzuela y en el teatro (ejemplo de ello es Fuenteovejuna, de Lope de Vega)
Esta idea del hombre rico que abusa de una joven e ingenua chica humilde aparece también en Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1951), donde la llegada a la gran ciudad pervierte a los hijos de un matrimonio emigrado del campo.
En la película, Don Roque (alias El Chamberlain) se aprovecha de chicas jóvenes que llegan a Madrid con la intención de hacerse estrellas de la copla, introduciéndolas en el mundo de la prostitución y «deshonrándolas». Esto es lo que le ocurre a Tonia (Marisa de Leza), una de las protagonistas femeninas.
Sin embargo, el cine español se vio profundamente afectado por los censores, que encosertaban a las películas, llegando a afectar a uno de los grandes maestros, Luis Buñuel.
Buñuel y la censura
El cine de Buñuel se caracteriza por provocar y atacar a la Iglesia y a la burguesía. Tras años exiliado en Méjico, donde había grabado cintas como Él (1953), donde se narraba una relación de maltrato con una escena de violencia sexual cuidada al milímetro, volvió a España para rodar Viridiana.
Viridiana (1961) es la historia de una joven novicia (Silvia Pinal) que acude unos días a casa de su tío viudo don Jaime, quien se obsesiona con ella (Fernando Rey). Esta visita termina en tragedia tras el suicidio de don Jaime. Regresa entonces a la mansión su cínico hijo, Jorge (Paco Rabal), primo de Viridiana.
Durante una mítica escena realizada con montaje paralelo, ella se desviste en la habitación – mostrando la obsesión fetichista de Buñuel por las piernas – mientras su don Jaime toca el piano.
Este momento, en el que él tiene las manos escondidas por el piano y los ojos cerrados, es una metáfora de la masturbación. Viridiana está repleta de recursos cinematográficos similares, que la ayudaron a burlar la censura. Pese a todo, la película no se estrenó en España hasta 1978.
Un final para el recuerdo
Durante una escena que emula la imagen de La última cena de Da Vinci, los pobres a los que Viridiana acoge solidariamente en su hogar se vuelven contra ella, llegando a intentar violarla. De esta violación la salva Jorge, quien nunca creyó buena idea invitar a los desfavorecidos a la mansión.
Esto cambia la opinión que tiene Viridiana sobre su primo. En el final original, prohibido por los censores, ella acude a la habitación de él, y la película termina cuando se cierra la puerta, dando a entender que van a acostarse.
Tras esta prohibición, Buñuel volvió a utilizar la metáfora como recurso: el film acaba con Viridiana, Jorge y Ramona – la criada – jugando los tres a las cartas, lo que simbolizaba un triángulo sexual.
Así, una de las grandes obras maestras del cine español revela grandes pinceladas de erotismo, mezclando incesto, culpa, deseo y abuso en una cinta que ha quedado para la memoria.