Ya vimos que la prostitución y la pornografía tienen varios nexos de unión, entre otros, sirven para que algunos hombres refuercen su «modelo viril» y ese poder propio del patriarcado. El caso de las agresiones sexuales en grupo resume ese modelo machista de la sociedad arraigado en nuestra cultura debido a las películas que refuerzan a través de fantasías sexuales y del placer sexual esa sensación de poder.
No olvidemos que el placer sexual es capaz de mover mundos y de ahí nuestra insistencia en reivindicar una educación sexual profesional. Esta es uno de los pocos recursos que tenemos para prevenir los riesgos que conllevan la prostitución y la pornografía.
El placer carnal ha ido evolucionando a lo largo de los años, desde la prostitución en burdeles en la Antigua Grecia hasta la invención de la cámara y con ella el porno. Con este invento se crearon salas de cines especiales, revistas mugrosas y videos desgastados en videoclubs o gasolineras. En esa época quienes tenían Canal+ eran unos privilegiados, pero ahora la situación ha cambiado y todo este mundo está accesible tras un click en la red.
El acceso a la prostitución
No obstante, todavía una buena parte de la prostitución –porque aquí también hay clases– se exhibe en calles, plazas y polígonos industriales, incluso con la complicidad de algunos periódicos. Como es sabido, este hecho incrementa los riesgos consiguientes de agresiones físicas y robos por parte de algunos hombres que se aprovechan, más aún si cabe, de esa extrema vulnerabilidad.
La escritora y realizadora Mabel Lozano tiene algunas aportaciones muy lúcidas sobre este asunto. Y muy valientes, por cierto, porque hay que tener valor para dedicarse a la sensibilización en nuestro país. Seamos claros: ¿La prostitución es el oficio más antiguo del mundo? No. Más bien y como ha dicho Sonia Vivas es «la forma de opresión, vejación, sumisión, utilización, maltrato y esclavitud hacia la mujer más vieja que se recuerda».
Se trata de una situación de especial vulnerabilidad, consecuencia de las desigualdades existentes. Obliga a las mujeres a vender su cuerpo, durante un rato, por unos cuantos euros y, a cambio, dejarse hacer por parte del comprador. Hay infinitas situaciones donde se producen estos abusos: sexo por alquiler de habitación, por trabajo, por mediar en alguna gestión, por necesidad, por engaño…etc.
Un caso extremo y repugnante de esta situación de esclavitud, de la más rigurosa actualidad, es el «aprovechamiento» en situaciones de mayor vulnerabilidad. Por ejemplo las condiciones socioeconómicas después de una guerra o en campos de refugiados, donde los «servicios sexuales» se compran. Los agresores, «retenían la ayuda que habían recibido y usaban a estas mujeres con fines sexuales, a cambio de esa ayuda».
Al parecer era tal la generalización de estas prácticas horrendas que las mujeres no querían ir a recoger estas ayudas. Se aseguraba que «Si habías ido a estos centros de distribución de ayuda humanitaria, habías participado de algún tipo de acto sexual a cambio de ayuda». Terrible, porque en estas circunstancias de extrema vulnerabilidad, lo último que necesitas es a un hombre pidiéndote tener sexo a cambio de retener la ayuda humanitaria que te pertenece.
Por consiguiente, la prostitución no afecta a todas las mujeres de la misma manera, porque no todas las mujeres son iguales. No es lo mismo ser una mujer blanca centroeuropea, con estudios superiores e independencia económica, que una mujer que vive en Marruecos o en Senegal. O aquella que lo hace en Siria atrapada en la guerra que se libra desde hace tiempo.
Según diferentes estudios, España es el paraíso de los proxenetas, de los prostíbulos y de los puteros. Somos uno de los países que más destacan a nivel mundial en el consumo de los servicios prostituyentes ocupando el tercer puesto. Incluso en la geografía de la piel de toro, algunos burdeles, por sus dimensiones físicas y de negocio, están en los primeros puestos mundiales. Además, en España hay una cultura tolerante con la prostitución.
Tolerante porque, por ejemplo, los diferentes procesos judiciales en curso en nuestro país, en razón de la corrupción generalizada de los partidos políticos han revelado la práctica habitual de festejar el contrato ilegal conseguido, en un burdel. ¿Y qué decir de las andanzas de algunos políticos? Se trata de un ejemplo significativo, para ilustrar que el poderoso mal usa su poder con la finalidad de obtener favores sexuales. En nuestra sociedad, a mayor poder, más posibilidades de obtener sexo.
También sabemos que la mayoría de los puteros son casados y que, lógicamente, su mujer no sabe de tales andanzas y si usa o no preservativo. Igualmente somos conocedores de que una fuente importante de contagio de las mujeres casadas, es a través de esta vía. Y que el conflicto en la relación de pareja, cuando esto ocurre y se desvela, es devastador.
José Luis García es Dr. en Psicología, especialista en Sexología, y autor del libro “Sexo, poder, religión y política”, editado por Amazon.