«¡A escena!», gritaba mi director en bambalinas. Quedan diez minutos para que se abra el telón y vamos muy mal de tiempo. Las horquillas vuelan y el ambiente huele a laca y a tabaco de liar. En medio de todo el caos alguien pasa tras de mí y me deshace el moño. Antes de ponerme a gritar me doy la vuelta y la veo. Era ella, Luz.
-No me mates Carmen, pero lo tenías fatal hecho. Siéntate que te peino bien, no puedes salir así tía.
Sentada frente al espejo me quedo mirando como mueve sus manos manejando mi pelo. Suave, como si tuviera algo de mucho valor a su cargo. Nos miramos fijamente la una a la otra a través del espejo. Si las miradas hablasen, esta contaría una historia mejor que la que llevamos a escena.
Luz termina de peinarme. Ciertamente se le da genial peinar.
-Luz, se te ha olvidado la purpurina.
-La llevas tú toda, dice sin aguantarse la risa.
-Porque nadie brilla más que yo.
Será el estrés, los nervios, la situación pero las dos estallamos en una risa incontrolable. Nos mandan a callar porque se escucha fuera, estos camerinos están demasiado cerca del escenario. «Cinco minutos» nos gritan. Salimos en breve a escena. A mí se me ha olvidado todo lo que tenía que hacer, la boca de Luz ahora es la que tiene mi atención.
Le pongo la purpurina en los ojos, negros, profundos y rajados. Cuando voy a ponerle color en los labios ella atrapa mi cara y me besa. Ahora que no hay nadie, ahora que no nos ven. Sus labios, su boca, su lengua que baila junto a la mía. Dos minutos y a escena… y ya sí que no me acuerdo de nada.
Sobre las tablas todo transcurre con normalidad. El texto se recita sin fallo, nuestra coreografía se ejecuta sin problemas. Mañana dirán lo de siempre: «Es pasional, parece que lo que sienten es real» Si solo pareciera…
«Luz brilla cada vez que sale a escena. Carmen hace que solo quieras mirarla a ella. Y las dos juntas son pura poesía» Nuestro director presume de nosotras, y no sabe la razón que tiene.
Todos se van de copas para celebrar el éxito de esta noche. Luz y yo nos hemos quedado solas en camerinos. Compañeras de escena y de cama, este es el único rato que podemos estar tranquilas. Ella aparece por detrás en ropa interior. Yo solo llevo mi tanga. La veo a través del espejo. Como si fuera una aparición divina.
Luz se abalanza sobre mí y me besa. Le acaricio la cara y juego con su pelo, es como tocar satén. Me ladea la cabeza y empieza a jugar en mi cuello. Se me escapa una risilla y la noto sonreír. Sus manos juguetean con mis pezones y las mías bajan sus bragas. La empiezo a tocar, suave, como a ella le gusta. Está mojada y eso me encanta.
Me besa y ahora es ella la que me toca. Gimo. Gemimos juntas. Me encanta cómo mueve sus dedos dentro de mí. Sabe como hacerlo. Está guapa cuando le queda poco para correrse. Me sienta en el tocador y se agacha. Lame... despacio. Le agarro la cabeza y aprieto fuerte contra mí. Pero yo también quiero hacerle disfrutar.
Empujo a Luz contra el suelo y me pongo encima, mi coño en su boca y el suyo en la mía. No hacemos ruido, no podemos. Todo pasa deprisa, ella está a punto. Y lo noto, en mi boca. La siento relajada y como ahoga un grito. Me mira fijamente y me empieza a tocar. Yo me relajo y me dejo ir… con ella no me cuesta.
Nos vestimos deprisa. Nuestro director tiene una norma muy estricta: nada de líos entre los artistas. Mañana volveremos a escena, aunque a nosotras nos gusten más los camerinos.