¡Puños fuera! El chiste no era obligatorio, pero sí recomendable para aligerar los prejuicios que existen sobre el fisting. Uno de ellos es que solo lo hacen los homosexuales masculinos y otro afirma que es una práctica sucia y desagradable. Pues no: lo de meter un puño o una mano por el ano o por la vagina es apto para todos los públicos (sexuales) y no tiene por qué ser una cochinada. Si se toman precauciones, claro.
Fist significa «puño» en inglés y convertirlo en gerundio y aplicarlo al sexo implica insertar la mano, obviamente cerrada, en un orificio. Un aspecto esencial es tener en cuenta la capacidad elástica del lugar donde vaya a meterse, así que la lubricación es imprescindible. La confianza juega un papel protagonista, pues hay personas que prefieren hacerlo con alguien cercano y otras que se decantan por desconocidos a quienes nunca más volver a ver. Y, en caso de coincidir en el metro, mirar fijamente al suelo.
La psicóloga y sexóloga Zoraida Granados sostiene que los chicos desean «mayor intensidad y sexo anal. Y puede entenderlo como fisting o venderlo como tal, si solo pretende ampliar experiencia al sexo anal«. En cambio, añade, una mujer quiere «practicar ella o con su pareja sexo anal y cuando le explicas las diferencias suele buscar sexo anal sin gran tanta intensidad». En cuanto a las parejas masculinas, estima que «desean mayor intensidad y tamaño porque se han habituado a pene y plugs«. Las parejas femeninas, concluye, buscan «juguetes y experiencias que no se basen solo en mete-saca y formas fálicas. Prefieren más sensaciones y exploración como mayor conexión y (auto)conocimiento en pareja».
Antes del fisting
Esta práctica sexual no es como la penetración o la masturbación convencional, que no requieren mucha preparación. Tanto por vía anal como por vaginal, la experiencia es esencial antes de ponerse al tema. Un receptor con poca trayectoria necesitará mucha calma y prudencia antes de ir avanzando por el orificio; alguien más experimentado puede alojar hasta el antebrazo si está bien entrenado. En cualquier caso hay que tener cerca un buen bote de lubricante, una gran ayuda para descubrir el placer por estas vías.
Tampoco debería ser necesario aclarar que antes de ponerse con el fisting hace falta cierto calentamiento para propiciar la dilatación del ano o de la vagina. Una medida sanitaria recomendable, en el caso de probar por el recto, es realizarse una lavativa con varias horas de antelación. Nadie quiere comerse el marrón de que la aventura salga mal. El uso de guantes o de meter la mano en un preservativo también es recomendable para extremar las medidas de prevención. Uñas cortas y dedos sin anillos, por favor.
Tanto en los receptivos más avezados como en los novatos, la calma es indiscutible. La receta es clara: primero un dedo, luego otro, ir abriendo naturalmente el agujero para después insertar el resto de dedos, la mano y el brazo según la capacidad de la otra parte. Antes de empezar hay que consensuar que, en caso de dolor, se para y no pasa nada.
Durante el sexo
El sexcoach Ubal Araque explica que existen varias diferencias entre el vaginal y el anal: «La capacidad elástica de la vagina para «abrirse» es mayor que la del ano, que posee dos esfínteres que ofrecen resistencia a la penetración, aunque recordemos que es un músculo, que también tiene la capacidad de entrenamiento y gran dilatación». Así, se va metiendo la mano y debe mantenerse un tiempo dentro del orificio, sin avanzar o salir, para ir habituando la zona. Después, gradualmente, realizar movimientos suaves que suministran placer.
Araque insiste en que si el fisting se hace como previo a una relación sexual convencional, es imprescindible el uso del preservativo. Tanto los músculos de la vagina como los del recto pueden haberse visto ligeramente forzados y sufrir pequeñas heridas que, aunque no duelan, están abiertas. Por tanto, se facilita que se contagien hipotéticas infecciones de transmisión sexual.
Después del fisting
Las relaciones BDSM que pueden inspirar lo del uso sexual del puño pueden malinterpretarse como algo extremo y doloroso. Tanto Zoraida Granados como Ubal Araque abogan por eliminar ese prejuicio pero subrayan que hay riesgos más allá de cierto dolor al sentarse: el uso de drogas.
Las sesiones de chemsex, que habitual reúnen a hombres homosexuales que recurren a drogas para realizar tandas intensas de sexo salvaje, pueden incluir fisting. Por eso, además de remarcar la importancia de evitar estas reuniones y ampliar las precauciones ya advertidas si se aplican estos juegos sexuales, con o sin sustancias, junto a otras personas.