La distancia facilita muchas cosas cuando lo ves con perspectiva. Sin embargo, todavía no ha llegado el momento en el que pueda imaginar tu cuerpo desnudo sin removerme por dentro.

Nuestro primer beso fue un error por muchas cosas. Estábamos borrachos, no parábamos de reírnos entre medias y fue muy torpe. Además, yo ya sabía que te ibas. Podía haber imaginado mil situaciones en las que eso no hubiese sido así, pero no tenía sentido.

Me río recordando como, esa misma noche, intentamos acostarnos, pero no podíamos ni mantenernos en una postura sin marearnos. La resaca de la mañana siguiente tampoco permitió que pudiésemos hacerlo y quizás tendríamos que haberlo dejado de ahí. Pero no fue así.

Nuestro primer polvo fue uno de los más salvajes que recuerdo haber tenido. Me hice una herida en la cabeza cuando me embestiste fuerte contra el armario. En ese momento solo me preocupaba por intentar ahogar mis gemidos mientras clavaba mis uñas en tu espalda. Eso también tuvo que dolerte bastante.

En poco tiempo y, quizás, porque conocíamos la fecha del fin, la confianza aumentó en cuestión de pocos días y la intimidad, esa verdadera intimidad que aparece cuando no quieres aparentar nada más, apareció con fuerza.

Recuerdo no poder ni lavarme los dientes tranquila sin que vinieses por detrás para agarrar mis tetas. Mi camiseta se manchaba cuando se me caía el cepillo sobre ella y tenía que cambiármela. La ducha que me había dado tampoco había servido para nada, aunque nadie se diese cuenta, yo iba a clases sabiendo que te habías corrido en mi estómago y que ni siquiera me había quitado el pantalón.

Intento pensar esos momentos y no echar la vista todavía más atrás y recrearme en esa última vez que me abalancé sobre ti en el sofá y evitaba, con mi cuerpo sobre el tuyo, que te movieras a la vez que tapaba tu boca para que no pudieses gritar. Sí, más de una vez se me escaparon los dedos para acariciar tu lengua.

Ahora me pregunto en el tiempo que deberá pasar para que estas imágenes solo me produzcan excitación. Me masturbé pensando en esos momentos que vivimos mucho antes de que se produjesen y ahora tu simple imagen no solo moja mis bragas si no que me entristece de sobremanera.

La distancia no puede facilitarme ahora nada. Es la misma distancia la que ha hecho que no podamos seguir revolcándonos en la terraza de tu casa, a los pies de mi cama o en el interior de tu ducha.

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