“Hoy he quedado con ‘la Mari’ o con ‘el Pablo’ para echar un polvo”. ¿Cuántas veces hemos repetido esa frase cambiando la aposición? ¿Cuántas veces la hemos repetido sin saber el significado real de ‘echar un polvo’? En esta expresión, el sexo se conjuga con otro elemento muy asociado al misticismo que se genera bajo unas sábanas: el tabaco.
Después de un ‘buen polvo’, generalmente a los fumadores y a veces no fumadores, lo que más le apetece es un cigarro, con una bonita compañía abrazándole, la cabeza apoyada en la almohada y el humo encontrando sus límites en el techo de la habitación. Este tabaco no desprende humo, ni tampoco lo usa como postludio quien mira por la ventana las luces de ciudad, creyéndose Marv (Mickey Rourke) en Sin City.
Este tabaco pulverizado se utilizaba como preludio del sexo, como excusa para cubrir a otra mujer. El tabaco pulverizado, también llamado tabaco de snuff (de aspirar) o rapé, se introduce por los orificios nasales y se aspira, dejando en las vías superiores una sensación de limpieza inigualable. Durante sus picos de uso, en torno a los siglos XVII y XVIII, esnifar rapé delante de las damas era considerado una falta de decoro, por lo que los hombres se desplazaban a otra sala a ‘aspirar tabaco’.
Con la excusa de ir ‘a echar un polvo’, termino ya generalizado de donde es oriunda la expresión, los caballeros subían hasta las plantas altas donde se situaban las concubinas y ahí sí que ‘echaban un polvo’, con el significado actual. Aunque ahora está en desuso, el rapé fue consumido con mucha frecuencia en los ambientes más distinguidos de España y de toda Europa, quedando el atavismo en algunos países como Holanda, Bélgica o Austria. A día de hoy, el desconocimiento y la inclusión como habitual de drogas de inhalación, hace que el rapé esté mal visto por la sociedad por su similitud al proceder con su consumo. Se dice que Napoléon sufrió una grave adicción al tabaco de esnifar.
Otras fuentes apuntan a unas hipótesis más teológicas, como es la expuesta por Gabriel Laguna. Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris (Recuerda, hombre, que eres polvo, y que al polvo regresarás), usual el Miércoles de Ceniza y que, como se puede desentrañar de la propia frase, dice que venimos del polvo (“del polvo venimos y en polvo nos convertiremos”), identificando la palabra polvo con el acto sexual (procedemos del coito). Según esta hipótesis menos profana que la anterior, en la Biblia estaría la respuesta a la expresión ‘echar un polvo’.
La duda está en el aire, como el humo del cigarro de Mickey Rourke mientras en la cama espera muerta Goldie. Al fin y al cabo, provenga de la Biblia o del tabaco pulverizado, la mejor recompensa, mejor aún que los gemidos de una mujer, es la calada que clausura una buena noche de sudor, placer y mucho vicio.