Uno de los no pocos males que implica el machismo que sigue palpándose en la sociedad es el relacionado con el sexo. El varón tiene un estatus distinto al de la fémina, un mayor protagonismo que repercute directamente en la industria del cine X. La pornografía suele mostrar a un macho que domina sobre la mujer para, tras un buen rato de escena, eyacular sobre la ofrecida boca de la actriz.
¿Y ellas? En estas cintas no suele apreciarse un orgasmo femenino ni tampoco se le concede importancia a algo que solo aparece de forma desproporcionada: la eyaculación femenina, a la que los anglosajones llaman squirting. Para el porno, se basa en que de la mujer brote, como si su vagina fuese un manantial, todo un chorro de líquido niagaresco. Como tantas cosas en este ámbito, no deja de ser una grotesca exageración basada en un hecho real: las mujeres también eyaculan.
Deborah Sundahl, voz autorizada en el ámbito del placer femenino, asegura en Alternet que solo el 40% de las damas llegan a eyacular durante el sexo. La explicación es que no todas ellas tienen bien localizadas sus zonas genitales ni saben exactamente cómo sacar el máximo placer de ellas. Las glándulas de Skene, concretamente, son la fuente de los orgasmos más húmedos, situadas en las proximidades de la uretra.
Cómo encontrar el orgasmo completo
Esta parte del cuerpo varía su tamaño en función de cada mujer y sus funciones se caracterizan por un hormigueo que recuerda a las ganas de orinar. Por este motivo, según los estudiosos en la materia, muchas féminas no se atreven a liberarse durante las relaciones sexuales, ya que temen la vergüenza de soltar sus aguas menores en pleno acto.
Una solución bien sencilla es que vayan al baño antes de pasar a la acción, de tal manera que una sensación similar a orinar será identificada como la verdadera eyaculación. Para conseguir llegar a este cenit del placer es importante tener activos los músculos vaginales y pélvicos para que, al relajarse, brote este pequeño flujo. La mejor forma de hacerlo es mediante los ejercicios de Kegel.
El líquido emanado, al contrario que el varonil, no suele ser un chorro amargo y copioso, sino más bien unas gotas, según cada mujer, que parten de la pared anterior de la vagina, cercana a la uretra, y acaban viendo la luz en pleno orgasmo. Claro esta, no hay semen en esta emanación, por lo que su sabor dista mucho de la esencia testicular.
La eyaculación suele ser inodora, incolora e insípida a pesar de atravesar áreas cercanas al aparato excretor, como la uretra, ya que procede de la vejiga. Sus componentes son esencialmente glucosa, antígeno prostático específico y fosfatasa ácida prostática. Por esta causa los científicos deducen que el Punto G de las féminas equivale a la próstata del hombre.
Las otras sustancias, en menor medida, de este líquido son la creatina y la urea. Sí, la urea, minimísimas gotas de pis que accidentalmente expele el orgasmo, aunque ni se notan durante el sexo oral ni se aprecian cuando salen al exterior. El rubor que supone a las mujeres soltar orina en pleno sexo queda, entonces, sin sentido. Se trata de una carga anímica que hace que, incluso de forma inconsciente, ellas limiten su propia capacidad de disfrute.
El orgasmo más líquido
Las prisas no son buenas consejeras, especialmente en el sexo. La clave para el goce femenino reside en el clítoris, ese botoncito mágico capaz de brindar dosis ingentes de placer, que no llega de forma proporcional a la rapidez de la fricción, ni mucho menos. No por aporrear el punto G de las mujeres el orgasmo llega antes ni es mejor, sino que es preferible hacerlo con calma, posibilitando una mayor excitación y una mayor relajación de los músculos vaginales.
Las otras dos cuestiones que se deben tener en cuenta dependen más de las propias implicadas. Por un lado, es fundamental conocer el propio cuerpo y descubrir qué le gusta hacer a una durante las actividades sexuales y cómo disfruta más, a fin de potenciarlo de cara al definitivo orgasmo. El otro pilar es la desinhibición, eliminar los miedos a eyacular y darle rienda suelta a esa sensación que no es urinaria, sino la puerta que abrirá una nueva perspectiva al sexo de las mujeres.