En nuestro programa de cierre para la primera temporada abordamos un tema espinoso donde los haya: la religión y el sexo. En concreto nos centramos en el cristianismo católico, al lado de unos magníficos acompañantes como lo fueron los teólogos y doctores en filosofía Sixto y Moisés.
La conclusión que sacamos fue que la religión y el sexo no están reñidos, sino que van de la mano; y más aún con esta revitalizada Iglesia que busca el consenso entre la mirada arcaizante ante nuestro tema preferido y las corrientes más innovadoras que buscan la apertura del catolicismo al siglo XXI.
Sí es cierto que nos dejamos una pregunta en el tintero: ¿cómo se vive la homosexualidad en la Comunidad? A priori, nos pareció una pregunta sin enjundia, dado que los casos de homosexualidad en la Iglesia van ligados a un tema del que sí preguntamos: la pedofilia de algunos párrocos y altos cargos dentro de la curia.
Ahora, tras salir a la luz de forma inédita el caso de un sacerdote homosexual que por voluntad propia expresó su deseo de matrimonio, nosotros nos preguntamos cómo ve la Iglesia, tanto la renovadora como la anciana, el que uno de sus compañeros de gremio haya abierto la veda para hablar de un tema que hasta ahora era tabú.
Krzystof Charamsa se condenó al exilio vaticano, al despido de sus funciones como profesor en Teología en la Universidad de Roma y del ejercicio sacerdotal, así como a la deposición inminente de su cargo como secretario de la Comisión Teológica Internacional. Este revolucionario con estola y cíngulo quiso «sacudir un poco la conciencia de la Iglesia».
La noticia, que saltó a la palestra hace un mes, corrió como la pólvora por los medios internacionales etiquetada como el primer caso de sacerdote ‘importante’ que sale del armario. Sin embargo, mucho antes, en el siglo XI, ya se sabía de dos eclesiásticos que gustaban de relacionarse con personas de su mismo sexo, el arzobispo de Tours y su amante, el obispo de Orleans. Urbano II, papa por aquella época, hizo la vista gorda y se centró en preparar el plan más masoca de la Historia: las Cruzadas.
Pero la historia del polaco Charamsa no solo es una historia novedosa, de liberación, sino también un ejemplo de valentía, cuyo fin merece una buena revisión por parte de las altas esferas del Estado Pontificio: «Quiero que la Iglesia y mi comunidad sepan quién soy: un sacerdote homosexual, feliz y orgulloso de su identidad. Estoy dispuesto a pagar las consecuencias, pero es hora de que la Iglesia abra sus ojos a los creyentes homosexuales y entienda que la solución que les ofrece, la abstinencia total de la vida del amor, es inhumana«, declaró Krzystof Charamsa para Il Corriere della Sera, acompañado de su pareja sentimental.
La abstinencia total de la vida del amor es inhumana
La cuestión, aunque para muchos entendidos puede parecer baladí, puede traer cola y ocasionar una hecatombe en el seno, no solo de la Iglesia católica, sino en el del catolicismo entero como creencia, afectando a fieles, simpatizantes y prelados que a día de hoy satanizan la homosexualidad, sabedores de que ‘en su casa’ tenían a uno, o a varios.
Según palabras del propio protagonista, él está decidido a desembuchar, tras 17 años en Roma ocultando su orientación sexual y puede que también ocultando el secreto de muchos más compañeros. La rapidez con la que el Vaticano ha tomado las decisiones plantea la pregunta de si se trata de una tajante decisión o un intento de desacreditación a un hombre que puede hacer temblar los cimientos de la religión más profesada del mundo.