Pasamos un tercio de nuestra vida entre las sábanas y aún así no sabemos por qué. Esas horas de desconexión que nuestro organismo necesita para «resetear» son una de las grandes incógnitas de la ciencia. El stand-by temporal en el que nos sumimos cada día no es individual si compartimos cama y el modo en el que lo hacemos dice mucho de la relación de pareja. Una de las posturas más conocidas es la de la cucharita o spooning.
La especialista en lenguaje corporal, Patti Wood, explica que esta es la postura más común en los primeros años de relación de una pareja. Ambos duermen uno detrás del otro, en posición fetal con casi todo el cuerpo en contacto. Wood sostiene que cuando el hombre rodea a la mujer significa que le gusta ser el protector de la relación. Si es al revés, es decir, es la mujer la que envuelve al hombre y éste mira hacia el otro lado de la cama, quiere decir que ella depende de él.
Es una postura muy extendida y defendida por ese vínculo afectivo que se crea bajo el nórdico, pero quizás después de conocer el manifiesto anti-spooning de J. Bryan Lowder cambien de opinión. El texto comienza recalcando que tras los diez primeros minutos esta es una postura que se vuelve realmente incómoda. Si se es la persona de la «cuchara grande» no queda muy claro donde se deben colocar los brazos: ¿alrededor del cuello de la otra persona? ¿Rodeando su cintura? ¿Y qué pasa si uno se quiere estirar pero no puede por la postura combinada fetal?
Lowder además plantea otro punto de vista contra la postura curva desde un plano ideológico – y que es el que realmente levanta ampollas en la red-. El afirma que tras la observación desde el mundo gay ha visto como «Las cucharitas grandes son masculinas y van a cuidar de ti (siempre y cuando dejes que te utilicen para cuidar de sí mismos); las cucharitas pequeñas son criaturas frágiles y pasivas que necesitan ser sustentadas y protegidas. Y eso, por supuesto, es un arreglo fundamentalmente sexista donde la cucharita grande es el hombre y la cucharita pequeña la mujer.»
El autor viene a manifestar que esta postura no es más que un rasgo inconsciente del patriarcado. La dominación del hombre sobre la mujer incluso en sus sueños. Dice que la confianza no existe sino que es «una estrategia perversa por la cual todas las noches se promulga una relación injusta de lo grande y lo pequeño que afecta a nuestra sociedad en todos los niveles».
Lowder plantea que lo mejor es el conscious cuddling, acurrucarse, pero sentados, uno al lado del otro. Un contacto al estilo círculo de Podemos, sin jerarquías verticales. Así según sus palabras, «se tendrá en cuenta la realidad de nuestros cuerpos y las presiones de un sistema social en caída». Además defiende que los «mimos verticales» eliminan toda la violencia semiótica que lleva implícita el spooning.
¿Es realmente sexista esta práctica nocturna? ¿O la máxima expresión de confianza entre una pareja? Quizá lo más adecuado es afirmar que lo más inadecuado es entrometerse en la libertad de cama de los individuos para etiquetar qué hacen, cómo y porqué.
IMAGEN DE PORTADA: Escultura de ‘Spooning couple’ (2005) de Ron Maueck | www.tate.org.uk