Autor: @JosebaKanal
La semana pasada publiqué una entrada que se llamaba “Un señor de Donostia”. Sin nombres, ni apellidos. Emití mi opinión. Mi opinión personal. Y alguien se sintió aludido. Las opiniones personales son como los culos, todos tenemos una.
Esto me recuerda mucho a las visitas a casa de mis padres. Mi madre, una señora catalana de la calle Roselló, tiene siempre por costumbre andar preguntándome por cualquier cosa.
–Josebita, hijo, vienen los primos de Francia y preguntan que si ya tienes novia y te has casado…
-Les dices que soy maricón y me las como dobladas.
-Josebita, por Dios, que te van a escuchar las vecinas y qué van a pensar.
-Las vecinas pueden pensar lo que las salga del coño, pero si en éste edificio en cada piso de la letra B hay un hijo maricón o una hija lesbiana. Pero tú te crees que a mí me importa un carajo lo que piensen las vecinas. Joder.
Mi madre, agarrándose el collar perlas y mirando a mi padre, le dice:
-Cariño, eso va ser de la General del agua. No es normal. Vamos a poner una reclamación al Ayuntamiento.
-Sí, mujer, sí. Vamos a poner una reclamación al Ayuntamiento, pero por triplicado. ¿Cuándo vas a dejar, de una puta vez, de pensar tanto en lo que opinen los demás y te vas a preocupar más de lo que piensa tu hijo?
Después, mi padre, vuelve a sumergirse en la lectura del ABC. Sus cosas de militar.
Pues con la historia del artículo del señor de Donostia, ocurre exactamente lo mismo que con las cosas de mi madre. Cuando te das cuenta de que lo único que les importa a determinadas personas es lo que puedan opinar los demás de ellos, y no lo que puedas opinar tú, te das cuenta de que su vida es una mierda y de que tú no eres más que otra mierda para ellos. Lo importante es el qué dirán.
A mí hace mucho tiempo que no me importa lo que opinen de mí los demás. Desde que me convertí en una estrella del porno involuntaria, allá por 1992 en Praga, me importa un carajo lo que piensen los demás. Me importa lo que piensan las personas que quiero. Y quiero a muy pocas personas.
En 1992 me fui a Praga con la Universidad, que aunque no lo parezca yo he estudiado. Praga tiene la decadencia de una señora de 60 años que aún quiere resultar atractiva y hermosa. Y, a veces, a media luz, lo consigue. Josebita terminó en un sex-shop en el barrio de Malá Strana, al lado del Niño Jesús de Praga. Y Josebita terminó pasándose por la piedra a un checo, en uno de esos reservados con muchos espejos y camas de agua #Yoymismierdas.
Creo que siete u ocho años después, en una de esas tardes tontas que tenemos todos, me metí en Internet a buscar páginas porno para hacerme una paja. Y, en una de esas webs, entre fotos y videos, me encontré a mí mismo follando con un señor checo de Praga. #Muertamedejaslucas
Gracias a Dios, o en éste caso al Niño Jesús de Praga, yo ya me había dejado barba y rapado la cabeza. El Josebita del video porno aún no lleva barba y conserva el pelo corto y rizado tan característico de los Mugarza.
-Mamá, que me parece que me han grabado rodando una peli porno.
-Josebita, hijo mío, ¿la película es en castellano?
-No, mamá, en checo con subtítulos en ingles…. ¿Pero a quién, coño le importan los diálogos en una película porno, mamá?
-Pues ya me dejas más tranquila, Josebita, que mis amigas no son de alquilar películas en versión original.
-Mamá, si tus amigas ven porno gay me parece que tienen un problema. Y sus maridos también.
En ésta vida a mí me ha tocado hacer muchas cosas. He sido profesor de español en Estados Unidos, he sido redactor, he sido narcotraficante, he sido profesor de Literatura, he sido prostituto, y he sido actor porno. También he sido presidario, amante de Bin Laden, técnico de mantenimiento, he sido novio, marido, hermano, amante, amigo y auxiliar administrativo, por ser, he sido, hasta votante del PP. Pero lo que nunca he sido es cobarde.
-Mamá, que cuando estuve en Estados Unidos me metieron en la cárcel por liarme con un negro.
-Pero Josebita ¡¡¡Con un negro!!!!
-Mamá, que estuve en la cárcel, coño.
-¡¡¡Con un negro!!!
-Joder, mamá, que Paul Newman ya estaba muerto.
-Bueno, Josebita, en todo caso, si es por eso, ya me quedo más tranquila.
También olvidaba añadir que yo maté a Laura Palmer. #Superimportante.
Y ahora, a mis 43 años, con todo el camino recorrido, me vienen a pedir que, por favor, por respeto, retire un texto de la red. Me da mucha pena que alguien, por sentirse aludido, me pida que retire una opinión personal por aquello de lo que pueden pensar los demás, o lo que es más importante, para que no se sienta ofendida la persona que le está dando por el culo. Literalmente hablando.
Yo, por respeto, lo he retirado. Por un respeto por triplicado. Por ese respeto que nunca me tuvo, por ese respeto que no se tiene a si mismo, y por ese respeto que no tiene ni por la persona que se la está clavando.
Y como decía Tolstoi en el comienzo de Anna Karenina “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.” Tú tienes muchos motivos para ser infeliz, querido señor que te sientes aludido por mis opiniones personales.
-Mamá, que me voy a hacer scort.
-Josebita, en ésta casa siempre hemos sido católicos y de misa diaria, hijo, por Dios, que has ido a un colegio de curas.
-Mamá, que me voy a meter a puta. Que si te parece bien
-Josebita, hijo, mientras no te cases con alguien a quien no quieras, a mí, ya todo me parece bien. Lo de ser puta se te pasará y te va a venir muy bien para darte cuenta de cómo es la gente en realidad. Te vas a dar cuenta de que las personas somos volubles, de que lo qué hoy te gusta mañana lo aborreces, o te cansas de ello. Vas a descubrir que nadie es libre, que todos estamos atados a algo o a alguien, casi siempre, por dinero. Que los matrimonios felices no existen, que después de un tiempo, las personas se aburren unas de otras y buscan emociones nuevas, pero solo por un rato, que luego vuelven a sus casas y a sus vidas grises. Vas a descubrir muchas cosas, Josebita. Muchas. Demasiadas.
-Joder, mamá, y yo que pensaba que eras rubia natural…
-No, Josebita, no soy rubia natural, pero hace tanto tiempo que me tiño el pelo que ya no recuerdo de qué color lo tenía. Lo que no quiero, hijo, es que nadie te haga daño y por eso, me importa tanto lo que puedan pensar las vecinas. Ellas no te conocen, pero yo sí.
Hay días en los que uno tiene que dar gracias por haber sido tantas cosas en su vida, por haber sido profesor de español en Estados Unidos, redactor, narcotraficante, profesor de Literatura, prostituto y actor porno. Por ser un personaje de ficción y por ser libre.
Creo que ya no hace falta, querido señor, que te sientas ofendido por un artículo mío, que siga dando explicaciones, creo que ya no hace falta que te ofendas más, ni que me pidas respeto.
Mi respeto lo has tenido siempre, al igual que tenías mi admiración. A fecha de hoy, y tras escribir éstas líneas, tienes otras cosas mías, pero voy a ser discreto y no voy a hablar sobre ellas. Lo que te puedo asegurar, es que, lo que hoy siento, es una pena infinita por haber tenido que escribir una nota aclaratoria, una pena infinita porque has perdido un amigo, aunque yo solo sea un amigo de ficción, y creo, firmemente, que lo que más necesitas ahora mismo es un amigo.
En ésta vida toda pasa, absolutamente todo. Y todo deja de doler y de importar. Y es entonces cuando nos damos cuenta del valor que tienen muchas cosas.
Por cierto, me llamo Joseba.
Un comentario en «Nota aclaratoria sobre ‘Un señor de Donostia’»
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