El novio de «Intensity Moon»

Autor: @JosebaKanal

La semana pasada en mi columna hablaba sobre la importancia que tiene en ésta vida el hecho de no ser un cobarde. Y la verdad, es que uno no aprende a no ser un cobarde. A uno le enseñan a no ser un cobarde. A mí me enseñó a no ser un cobarde “Intensity Moon”.

A mediados de los años 90 Josebita se marchó un verano a aprender inglés a Londres. Y Josebita se quedó en Londres hasta Enero. La primera noche que salí a un bar de maricas de la zona del Soho me encontré con una bestia parda de dos metros de altura, cabeza cuadrada, rapado y con hoyuelo en la barbilla, que me sonreía desde una esquina de la barra. Yo, por aquel entonces, no bebía cerveza.

-¿Where are you from?

-From Calahorra, maricón.

-Sorry, from ¿ What?

Y así empezó todo.

Se llamaba Paul, era alemán y tenía el mismo apellido que uno de los pintores nazarenos  más famosos de la Historia del Arte. Y hasta ahí puedo leer, que luego me paso la vida redactando notas aclaratorias. Recuerdo que camino de su casa yo iba pensando “Éste me va a dar una paliza que me va a dejar más suave que un guante” y, mira por dónde, fue al revés. Cuando te vas a casa de un tío es #superimportante ir a su baño. El baño de una persona dice mucho de ella. Y a mí el baño de Paul me dejó muy claro muchas cosas, entre otras, que la paliza se la iba a tener que dar yo a él.

Image: YP001157, Restrictions: Not available for use in clip art or clip photography product., Place: Soho, London, England, UK, License: Rights managed, Model Release: No or not aplicable, Property Release: No or not aplicable, Credit line: profimedia.cz, Corbis
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A la mañana siguiente, me levanté y buscando el camino de vuelta al baño, que yo por las mañanas ando siempre de un pinocho que doy miedo, me confundí de puerta. Abrí la que no debía. Lo de abrir puertas que no debo es una constante en mi vida. Y me encontré con una habitación llena de vestidos brillantes, lentejuelas, pelucones y zapatos de tacón. Y yo, en pelotas y con el rabo empalmado. Detrás de mí, un maricón de dos metros, en pelotas, apoyado en el quicio de la puerta.

-Sorry, I´m a Lady.

-Hijo de la gran puta. Don´t worry. Nobody is perfect.

No puede contenerme la risa. Paul tampoco pudo. Volvimos a la cama y yo tardé en salir de ella y de la vida de Paul ocho meses. Paul era una drag queen, o un drag queen, que a mí eso de los géneros en determinadas cuestiones me da exactamente lo mismo. Y era bueno, muy bueno en lo suyo, y muy bueno en todo lo demás. Actuaba acompañado por tres “amigas” camboyanas, tres pájaras de cuidado, a las que bauticé con el nombre de “Las Ho Chi Minhs”.

“Intensity Moon y Las Ho Chi Minhs”. Por supuesto, los nombres son ficción, que no quiero verme en la obligación de redactar notas aclaratorias, aunque dudo mucho que Paul, después de tantos años me lea y, a fecha de hoy, aún no estoy seguro de si las tres maricas camboyanas sabían leer. Que esa es otra.

«Soy una mujer». | Fuente: Wikipedia.org.

Lo de ser el novio de un/a drag tiene muchas ventajas. Pero muchas. Paul me enseñó a andar. Esa forma de andar tan peculiar mía, que algunos tildan de chulería madrileña, cuando todo el mundo sabe que he nacido en Calahorra, la aprendí de él. También me enseñó a raparme la cabeza, a que el bigote tiene que ser un poco más largo que la barba, que los vaqueros me quedan mejor ajustados y que las camisetas tienes que ser siempre negras, azul marino o grises, y las camisas blancas.

Me enseñó a sonreír del lado izquierdo porque se me forma un hoyuelo en la mejilla, y me enseñó a salir siempre bien en las fotos, a mirar a la cámara y a encajar la mandíbula. Me enseñó a follar como Dios manda y a mirar a los ojos. A correrme en tres tiempos, y a dormir abrazado. Desde entonces, así lo hago. Lo de hablar mientras follo y decir guarradas lo aprendí yo solito. Que no todo iba a ser cosecha de Paul.

Me enseñó a beber cervezas y gin tonics, a fumar como un hombre y a besarle en la calle y cogerle de la mano, por enseñarme, me enseñó a no tener miedo a nada ni a nadie, y por enseñarme, me enseño hasta a ser un sinvergüenza. Paul, me enseño muchas cosas, pero lo más importante es que me enseñó a ser yo mismo. Me enseñó a ser Joseba.

Paul me enseñó a ser honesto, a levantarme y acostarme sin remordimientos, a no mentir a nadie y, sobre todo, a no mentirme a mí mismo ni a la persona que duerme conmigo. Paul, me enseñó a sentirme seguro. Y para sentirse seguro, da igual que lo hagas llevando unas Timberland o un buen par de tacones.

Por cierto, me llamo Joseba.


Imagen de portada: pixabay.com.

 

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