Autora: @imposibleolvido.
Hoy toca arreglar los armarios, es lo que tiene librar los días entre semana. Joss sí que los trabaja, así que me entretengo haciendo las cosas de casa que van quedando atrasadas. Empiezo a colgar en perchas las camisas que acabo de planchar y de repente veo el “vestido de traviesa”.
Estábamos en un mercado medieval, creo recordar que era finales de verano, más o menos, recuerdo haber parado en aquel puesto de ropa hippie totalmente hipnotizada por los colores, y pasando prendas lo vi: un vestido de gasa de algodón, de lo más sencillo, fondo blanco con minúsculas florecitas azules, tirantes finos, corto, aunque no demasiado, ceñido al cuerpo y con falda de vuelo.
Recuerdo descolgarlo y pegármelo al cuerpo, me trajo a la memoria un vestido que mi madre solía llevar cuando yo era pequeña, y que me hacía envidiar ser mayor para poder lucir prendas tan “sofisticadas”. No sé, me gustó más de lo normal en su sencillez y me volví risueña hacia Joss. Supongo que vio en mi cara la determinación de que era ya mío, porque enseguida sacó la cartera y me lo compró.
Paramos en una de esas barras que sirven jarras de cerveza y quesos artesanales, y entre risas me dijo, “ese vestido será tu vestido de traviesa, quiero que te lo pongas sólo cuando quieras portarte mal, y sólo tiene una condición, no podrás usar con él jamás ropa interior.” Y así había sido cada vez que lo usé. Simplemente lo elegía y él al verlo sonreía travieso comprendiendo que buscaba guerra.
Miré el reloj, las 11:10. Si me daba prisa aún lo pillaría en la oficina e incluso podría invitarlo a comer. Hoy es Jueves y le toca estar en el despacho. Así que agarro mi vestido floreado y me dirijo a la ducha.
-Joss, está aquí Tina, ¿la hago pasar?
-Sí, claro, que pase.-qué extraño, Tina en la oficina y no me ha avisado de que venía, espero que no haya pasado nada…
Oigo el sonido de sus tacones avanzando por el pasillo, me dirijo a abrirle la puerta y la precede su perfume. Me besa en los labios antes de pasar al despacho y cierra la puerta tras de sí, quedando apoyada en ella. Me separo un poco y la observo: lleva el vestido de flores y ese brillo de malicia en la mirada. Me relamo por dentro. Adelanto mi mano entre sus piernas aún sabiendo lo que voy a encontrar, ella sonríe frunciendo sus ojos, mi polla se inflama al notar el calor de su clítoris en la yema de mis dedos. Aprieta las piernas aprisionando mi mano entre ellas y me pega a su boca.
-Rocío, no me pases llamadas, anula la cita con Gutiérrez y puedes tomarte lo que queda de mañana libre, esta tarde terminamos lo de la venta de Calahonda.
-De acuerdo, Joss.
Mi secretaria es muy discreta y no cuestiona ni una de mis órdenes. Me siento en mi sillón y aparto el teclado del ordenador a un lado, palmeo la mesa justo delante de mí, Tina viene sin apartar la vista de mis ojos, su manera de aproximarse hace que mi polla vuelva a protestar en su encierro de tela. Se sienta sobre la mesa y abre las rodillas, abarco su culo por detrás y la traigo hacia el filo, y procedo a saborear su coñito.
Manjar de manjares, noto sus manos en mi cabeza, así que me aflojo un poco la corbata que ya empieza a estorbarme. Chupo, succiono y lamo cada pliegue, cada protuberancia y cada rincón de mi tesoro, noto como empieza a moverse al ritmo que le marcan sus caderas y como presiona cada vez más sus manos sobre mi pelo. Empieza a tirarme de él, muerdo peligrosamente su botoncito, y con él entre mis dientes lo golpeo con la punta de mi lengua. Sus gemidos y su respiración me avisan de que está cerca del orgasmo así que me separo y me desabrocho el cinturón. Miro a sus ojos desenfocados por la pasión y acto seguido, miro al suelo.
Adoro que me entienda. Se coloca la falda sobre sus muslos, baja la mirada, sonrojada y con la respiración acelerada, suspira. Imagino que intentando calmar su calentón y se arrodilla entre mis piernas. Tengo la polla completamente erguida. Empieza lamiéndola mientras me mira a los ojos. Con una mano aprieta la base, la otra mete dos dedos en mi boca, sigue lamiendo. Veo como baja los dedos ensalivados entre sus piernas. Baja los ojos, empieza a acelerar el ritmo de su boca en mi polla, arriba, abajo. La veo desaparecer por completo dentro de esa boca, suavidad, lentitud, deleite.
Acompaña el movimiento con la mano, roza mis ingles con sus uñas, mis huevos, su lengua en mi glande haciendo círculos, de repente con la punta en mi uretra ejerce presión, de nuevo entera dentro de su boca, suavidad, lentitud, deleite.
La saca por completo y la mira, se pinta los labios con ella mientras me sonríe, me estremezco. De nuevo la engulle. Me desespero, así que agarro su cabeza y empiezo a moverme yo, quiero notar su garganta, noto como se levanta su lengua, aprieto dentro, sus ojos me miran pidiendo aire, aflojo, y de nuevo la embisto, aprieto al fondo, de nuevo esa mirada implorando aire, aflojo…
Me retiro antes de correrme, la giro, la pongo en pompa sobre la mesa. Retiro sin cuidado ninguno los documentos, mientras con la otra mano le voy subiendo el vestido sobre su espalda.
– ¿Quieres esto, verdad, zorrita?
Le meto la polla sin ningún miramiento, está mojada y caliente, masajeo sus cachetes entre mis manos y al hacerlo veo su asterisco, cerradito, perfecto, tentador. Ensalivo mi pulgar y lo inserto en su culito, su gemido de sorpresa y dolor me embrutece, así que ahondo más las embestidas.
-¿Quieres que te folle el culito, verdad? Dímelo Tina. Dime que quieres que te lo abra.
-Sí, hazlo, fóllame.
Saco el pulgar y encajo mi glande en la entrada, está muy estrecho y sin vaselina a mano, ni dilatación previa, sé que me va a costar. Me enfurezco conmigo mismo por la idea de querer romperla, marcarla de algún modo. Noto como recula contra mi polla, pidiendo que empuje, así que me la sujeto y la ensarto a lo bruto, hasta el fondo. Chilla, abre las manos sobre mi mesa, le tiemblan las piernas, así que echo mi peso sobre su espalda e intento no moverme para que se amolde a mi polla.
Le digo en su oído que se relaje, que respire, gira su cara y me pide que siga, que me mueva. Noto ese aro muscular de la entrada aprisionando la base de mi polla, a punto de estallármela, así que empiezo a sacarla muy despacio y antes de sacarla la vuelvo a meter hasta el fondo. Tina jadea de una manera que me enloquece, así que olvido la caballerosidad y me muevo a lo salvaje, noto cada vez más suavidad al hacerlo, me corro. Suelto un chorro en su interior y caígo sobre ella sin respiración casi.
Salimos de la oficina de la mano, ella preciosa, radiante. No deja de parlotear sobre algo pero yo no puedo dejar de admirar la forma en que sonríen sus ojos mientras lo hace, cómo se toca el pelo para apartarlo de su cara y cómo moja su labio inferior cada equis palabras casi imperceptiblemente con su lengua.
No dejo de pensar en su culo relleno con mi leche, y me revoluciono por dentro. No la he dejado entrar a lavarse. Va sin ropa interior. Tiene el culito relleno de mi leche. Sin ropa interior. Culito relleno de mi leche. Repito eso en mi mente viciosa como un mantra.
Paramos en un restaurante cercano y mientras esperamos mesa nos quedamos en la barra con un par de cañas. Hay un solo taburete así que me siento y la acerco hacia mí, entre mis piernas abiertas, me cuelgo su bolso en mi rodilla derecha y abrazo su cintura.
No me preguntéis sobre qué hablaba porque yo seguía con aquel mantra en mi cabeza. Bajé una mano entre mi paquete y su culo tentador, la metí bajo el vestido, busqué su asterisco, metí un dedo, ella se apretó más contra mí, lo moví en su interior varias veces. Noté cómo buscaba darme acceso colocando sus piernas, entraba entero, suavemente, sin trabas, hurgué hasta hacerla gemir suavemente, la giré de cara a mí mientras salía de su culito y cuando la tuve de cara a mi, me chupé el dedo.
Sus pupilas se agrandaron y se abalanzó sobre mi boca, creo que notó mi erección contra su ombligo. Vino el camarero, ya había mesa libre así que nos separamos y nos fuimos tras él. Tina frente a mí su pie en mi entrepierna, la gente alrededor y no podía verle la cara tras la carta.
Pellizco el pie invasor para que lo quite porque no me apetece correrme en el pantalón beige, y luego tener que salir del local con la mancha así que me descalzo un pie y busco. Pedimos al camarero. Mi pie apresado entre sus muslos con fuerza. Se va el camarero. Afloja la presión de sus piernas, vía libre, sonrío.
Ver a una mujer enrojecerse, abanicarse y contenerse mientras tiene un orgasmo frente a mí, es la forma más bella de caer totalmente embrujado por ella.