Pueden suponer el inicio de la historia de amor más bonita jamás soñada o estar húmedos bajo las lágrimas de alguna despedida. Arrojan fuego, lujuria, cariño, lascivia, amor, deseo. Quizá en la boca, en la mejilla o en el cuello, aunque también existe la posibilidad de tornarlos negros. Así son los besos. Así y de otras mil formas posibles. Cada persona besa de una forma personal y diferenciada, pero al final todo se reduce a eso, a ósculos dotados de un sinfín de significados culturales, sociales, amorosos y sexuales. No obstante, ¿por qué besamos?
Biológicamente, el beso no es necesario de cara a la reproducción, por tanto, a priori queda eliminada una explicación ligada a los instintos más primarios del ser humano. Sin embargo, el ósculo está íntimamente ligado a la pareja, a las relaciones amorosas y a los encuentros sexuales, aunque estas no son las únicas ‘funciones’ del beso. Fuera de la pareja los actos de rozar la mejilla o la mano con los labios cumplen con una serie de convenciones sociales extendidas internacionalmente.
Tal y como recoge el diario El País, besar no es una acción inherente al ser humano, puesto que no se encuentra en todas las culturas y algunas incluso lo tienen prohibido. A pesar de ello, cabe destacar que, mientras el deseo sexual es común a todas las especies animales, los ósculos no se encuentran directamente relacionados con los instintos más salvajes de cada.
No obstante, en la mayor parte de las sociedades, el hecho de besar a alguien en la boca está íntimamente ligado con la atracción amorosa y sexual. Aunque, desde luego, si este acto no es necesario para la reproducción, resulta extraña este vínculo tan estrecho entre una y otra cosa a lo largo del mundo.
Rebeldía o supervivencia
No es lo mismo dar un beso romántico que un beso sexual. Según algunas investigaciones, se cree que los ósculos ligados al amor llegan hasta nuestros días como parte de una tradición medieval de cortejo. A pesar de que no existen evidencias concluyentes, todo parece indicar que en el medievo las parejas se besaban como muestra de su amor verdadero hacia el otro.
Por otro lado, también se cree que este símbolo de afecto podía ser utilizado por aquel entonces como una forma de transgresión social, puesto que, como todo acto sexual prematrimonial estaba visto con malos ojos, besar románticamente a la pareja era una manera de saltarse las normas.
Si se acude a la ciencia en busca de respuestas, algunos estudiosos opinarán, sin embargo, que el beso es un comportamiento adquirido de la alimentación de madre a hijos. Otros investigadores aludirán al carácter intuitivo de la acción.
Aunque desde luego no existe consenso alguno en torno a la incógnita del ósculo, sí existe una teoría mayormente aceptada conjunto de la comunidad científica: la selección de pareja. Según este postulado, los besos funcionan como una forma de comunicación relacionada con los ámbitos sexual, social y afectivo, y con el sentido del olfato.
Dos personas que se encuentran muy cerca y cara a cara se huelen, aunque sea de forma inconsciente, lo que genera una reacción ante las feromonas del otro. Mediante los datos extraídos de este olfateo, las mujeres tienden a sentir atracción por aquellos hombres que poseen un sistema inmune diferente al suyo.
Por tanto, el beso se convertiría únicamente en un medio de acercamiento para obtener como fin la selección de una a pareja bajo el instinto de la supervivencia, puesto que los sistemas inmunológicos complementarios dan lugar a una descendencia más fuerte.
No obstante, todas estas posibilidades son únicamente suposiciones. Lo que sí es cierto, es que un buen beso, además de denotar mucho amor y provocar sensaciones únicas, puede resultar muy placentero para las dos partes involucradas en él. Y otra cosa no, pero si de algo entiende el sexo es de placer. Quizá debería comenzar a buscar por ahí la ciencia.