Middle Men o cómo el porno traspasa la gran pantalla

Entre copas se fraguó la noche del sábado. Una noche inusual donde las haya. Nada de grandes discotecas, mujeres bonitas quitándose babosos de encima ni bafles ensordecedores. Aquella noche cogí por banda a un buen amigo y nos fuimos a beber por el barrio, por los típicos intentos de taberna irlandesa que se quedan en imitaciones relegadas a salas de monólogos de tercera.

Aquel sábado noche, entre unas copas de brandy, whisky y otros venenos, dábamos forma a un bonito proyecto cinematográfico. Cada escena, en ese antro, rezumaba a cine de los cincuenta. Cada ventana, cada niebla de afuera, cada luz reflejada, nos hacía pensar en John Wayne pacificando un saloon. El reggaeton atenuaba el asombroso parecido con un filme de John Ford.

Se nos acabó pronto el dinero y a eso de las tres de la madrugada, cada mochuelo ya estaba en su olivo. Mi familia ya dormía. Mi santa abuela me había preparado unas ordubres variadas para que no muriese de inanición y otra santa, seguramente menos que ella, reclamaba atención, siempre quieta, frente al sillón y una mesa de cristal ochentera.

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Encendí la televisión con la misma ilusión de un niño que abre un paquete nuevo de cromos. ‘A ver qué echaban’. Paramount Channel era la que primero salía a mi encuentro y aunque no suele ser una de mis damas favoritas para poner los cuernos al Cine de verdad, por esta vez bailé con una de las más feas y, como hacía escasos minutos en esa pseudotaberna irlandesa, empezamos a hablar de cine.

Reseña de ‘Middle Men’ o ‘La red sexual’

Tomé una película por el principio, casi sin precintar. Me esperaba alguna mierda de Jon Voight en una misión en la Rusia Blanca o algo por el estilo, pero la suerte o el destino, quisieron que yo videase una película sobre pornografía, y qué película. Sin grandes artificios por llamar la atención (comienza explicando la relación de poder que ejerce la masturbación en los hombres), George Gallo, su director, consigue atraparte con una buena historia que puede recordar a los inicios de ‘Goodfellas’ (Scorsese, 1990), ni parecido sin embargo, como se ha dicho, al gran truño de ‘La red social’ (David Fincher, 2010), aunque a posteriori el título de ‘Middle Men’ se fuese escondiendo tras el más predictivo y comercial de ‘La red sexual’.

Comienza explicando la relación de poder que ejerce la masturbación en los hombres

Si no eres un tipo acostumbrado a tragar con pelis de serie B de domingo por la tarde o pequeñas producciones de actores pasados de vueltas, quizá te vayas a la cama antes de que el cadáver de un mafioso ruso sea vertido al Pacífico. Hasta ese momento se puede aceptar la categoría de ‘Comedia’ con la que se vendió la obra, a partir de ahí, un ajado – muy ajado – James Caan nos da perspectiva sobre lo que estamos viendo y la rectitud de Jack Harris (Luke Wilson) nos pone en situación y nos dice, en bajito y al oído: «parece que estás viendo una mierda, pero no, mañana te acordarás de mí y el miércoles te serviremos de artículo».

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Y así fue. Gallo se declinó por una historia muy poco explotada por todo lo que supone llevar al cine una película que habla explícitamente sobre los inicios de la pornografía. Pese a los obstáculos previos, lo salvó de una forma realmente interesante. La dicotomía entre la presentación, muy de Tarantino (años 90, camisetas estrafalarias, dos colgados esnifando cocaína e intentando ganar dinero fácil) y el nudo, pone de manifiesto que ante nosotros se erige un breviario gráfico de cómo surgió el porno que hoy en día consumimos en Internet.

Cartel de 'Middle Men' (George Gallo, 2007). | Fuente: elseptimoarte.net
Cartel de ‘Middle Men’ (George Gallo, 2007). | Fuente: elseptimoarte.net

La comedia deja paso de forma muy sutil al drama. Harris deja a su mujer porque su trabajo lo envuelve (otro guiño a ‘Goodfellas’) y las mujeres con cuerpos del pecado no faltan en su vida diaria; tanto en fiestas, como en su club y como en su propia casa. Muy buen papel hace, siempre a destacar estas pequeñas incursiones, Jacinda Barrett, que se convierte en un calco de lo que la amante de su marido comenta sobre su madre: «una mujer de 50 intentando aparentar 25».

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El porno traspasa la gran pantalla

La cinta, lejos de arrancar una risa en el espectador, hace un retrato más o menos fidedigno de los sentimientos y los caminos que la fama produce en tres tipos fracasados con una buena idea entre manos. Perrillos de Wall Street convertidos en Lobos de Silicon Valley en una de las industrias que más dinero mueve en los Estados Unidos. Los gags curiosos no faltan durante los 105 minutos de grabación, como, por ejemplo, la subtrama de cómo el gobierno americano logra desarticular una banda terrorista mediante el rastreo de la IP que dejaban al entraban en el portal de la superestrella de Cine X Audrey Dawns (Laura Ramsey).

Un gag en concreto se antoja digno de mención y es que la ficción traspasa la pantalla y se cristaliza. Terry Crews, el hermano de Rasputia (El gran Jack Latimore) en ‘Norbit’ (Brian Robbins, 2007) es un actor de reparto más en la película. Apenas sale cuatro o cinco veces, como guardaespaldas de Jack Harris, pero juega un papel dominante en el devenir de los acontecimientos. Sin su puñetazo fatal a un mafioso no habría película, por lo que el de Michigan se erige como uno de los personajes centrales en la trama posterior.

Dos días antes de que los licores y mi patente falta de ingresos me llevaran más temprano de lo deseado a mi dulce morada, el grupo A3Media publicaba una noticia sobre Terry Crews. En la vida real se convirtió en víctima de lo que su jefe y amigo había creado: la pornografía digital.

Terry Crews, de guardaespaldas de pornógrafo a adicto a la pornografía. | Fuente: Taringa
Terry Crews, de guardaespaldas de pornógrafo a adicto a la pornografía. | Fuente: Taringa

De guardaespaldas de pornógrafo a abusivo consumidor

El comediante publicaba en su página de Facebook una entrada con un vídeo donde explicaba que el porno le había jugado una mala pasada, se había hecho adicto y las consecuencias a punto estuvieron de ser determinantes en la continuación de su matrimonio con la cantante Rebecca King, tras 26 años en pareja.

«Cambia la manera en cómo ves a las personas. Las personas se convierten en objetos, en partes corporales. Se convierten en cosas para ser usadas, en vez de ser personas para ser amadas», explica el actor de 47 años, que tuvo que pasar por un centro de rehabilitación para tratar su problema con una adicción de la que somos ajenos y parece tan habitual como otras de las que sí nos hacemos eco.

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La vida le jugó una mala pasada a T. A. Crews cuando el cine se convirtió en una amarga pesadilla. Entre tanto, si les interesa, vean la película. Yo seguiré escribiendo para algún día poder gastar más dinero en dudosos brebajes, catalizadores de buenas experiencias, aceptables escritos y mejores películas, asimismo inesperadas, a horas intempestivas cuando todos duermen y la manduca de mi abuela me espera sobre la encimera de la cocina.

Fuente de la imagen de portada: Youtube

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