Fue el día que cumplí los 17 años. Tendría que ser un día bonito: comida familiar, regalos y luego por la noche cita con Nuria, mi novia desde hacía dos años. Tendría que ser un día bonito y fue el día del desamor. Si pienso en Nuria no pienso en ella como la primera novia o la primera mujer con la que me acosté o como mi primer amor, no, si pienso en Nuria la pienso como mi primer desamor. Resulta curioso porque no puede ser mi desamor si no la hubiera querido, son paradojas que habitan en mí.
No recuerdo qué comí aquel día ni qué me regalaron. Recuerdo que cuando llegué a la discoteca donde habíamos quedado vi a Nuria morreando con otro tío. Se besaban y se acariciaban, como si hubiera sido yo el que la rodeaba con los brazos, el que le acariciaba la espalda durante el beso, como si hubiera sido yo, pero era otro.
Ya podéis imaginar la escena, yo allí plantado mirando, sin poder creer lo que estaba pasando, sin entender nada de lo que ocurría… y luego ya vino el dolor y la rabia. Todos los amigos comunes que me rodeaban y me hablaban y me apartaban de allí como si al irme se fuera de mi el vacío en la boca del estómago. Había algo en todo aquello que no entendía y solo repetía que quería hablar con ella, que por favor, que sólo quería hablar con ella.
Acabo de recordarlo ahora, viendo a Inés, mi mujer, apoyada en la ventana. Está contándome una de sus teorías sobre quién es el asesino del libro que está leyendo. Es uno de nuestros rituales, ella lee el libro y me lo va contando mientras elucubra los posibles finales y yo la escucho y le pregunto cosas para sacarla de quicio. Al final me manda a paseo y me dice que si quiero saber cómo acaba que lea el libro, jajaja. Yo lo que quiero es verla como ahora , con la cadera apoyada en la ventana, mirando a intervalos para mi y hacia la calle, contándome cualquier cosa que se le ocurre.
-Me estoy acordando de Nuria, digo, y ella alza los ojos en un gesto interrogante y al momento mueve la cabeza en un gesto de negación, con una media sonrisa asomando a sus ojos, dándome por imposible. “Me acordé al verte así en la ventana, pensé en el desamor y en las puertas que cierra, nada truculento” mientras se lo decía me levanté para coger la cazadora y las llaves.
– Después de recoger a Álvaro, ¿venimos a casa o tomamos algo?
-Le preguntamos a él, supongo que tomaremos unas cañas, a mí me apetece.
Antes de salir de casa ella se me acercó y me dijo: «no eres lo que el desamor hizo contigo, al menos no eres sólo eso, y no eres solo tu». Joder, cómo me conoce… Son años de complicidad, de amor y de conocimiento. Conoce mis fantasmas y mis teorías , mis miedos y sobre todo mis deseos.
Porque cuando el desamor llega lo hace cerrando todas las puertas y cada uno tiene que buscar su salida, forzar una puerta o colarse a través de la mirilla, algo que nos permita seguir viviendo o más bien volver a hacerlo. Todos en mayor o menor medida lo conseguimos aunque no nos demos cuenta.
De camino a la estación hablamos de Álvaro y yo me digo a mi mismo que tengo que preguntarle por su primer desamor, son cosas que me acercan a la gente, son preguntas que abren la posibilidad de saber mucho más de una persona de lo que a priori se podría pensar. Lo que cuenta, lo que recuerda y cómo lo relate puede dar información sobre las personas, y a mí me gustan esas preguntas, me gustan las historias de mis amigos. Lo siento, pero me gusta conocer los resquicios por donde la gente sale adelante.
El tren llega con apenas diez minutos de retraso y Álvaro se acerca a nosotros sonriente. Está guapo como siempre, aunque pase meses sin verlo parece que fue ayer, nunca pasa el tiempo por él. Decidimos tomar algo en un bar cercano y cuando Inés le está relatando algo del colegio de los niños yo los miro discretamente… tan correctos ellos, como si fuesen unos amigos de cortesía.
Como si no fuera real todo lo que sucederá durante este fin de semana , porque Álvaro es más que un amigo, es el invitado que estos días se follará a mí mujer en todas las posturas imaginables, en los lugares de la casa que le apetezca y en todas las ocasiones que ambos lo deseen y yo lo disfrutaré de una manera que no podéis ni imaginar. Me masturbaré mirando cómo se la folla y me correré sintiendo un placer indescriptible.
Es probable que Inés hoy decida cenar desnuda para excitarme, o que se ponga a bailar porque sus contoneos me vuelven loco. Puede que me pida permiso sobre todo lo que quiere hacer con Álvaro “me gustaría lamer esta polla, cariño, ¿te gustaría que lo hiciera?”. Quizá sea yo el que le vaya diciendo lo que quiero ver. “Álvaro, dale la vuelta, ponla a cuatro patas y fóllala fuerte”.
Es probable que mientras Álvaro le come el coño yo le acaricie las tetas e incluso es casi seguro que de vez en cuando paren y me pida que le limpie sus flujos con mi lengua, los de ella y puede que también los de él. Cada gemido de Inés mientras otro tío se la folla es como si su mano apretara mi polla en una sacudida seca, cada vez que se arquea con una embestida, es como si mi polla se clavara en ella y su cara… no hay nada que me pueda dar más placer que verle la cara cuando se corre. Cuando me mira mientras lo hace, cuando deja de estar aquí porque es toda ella placer.
Estaremos mucho tiempo follando recordando este fin de semana, y yo me masturbaré recordando a mi mujer cabalgando sobre otra polla.
Porque yo soy afortunado de haberla conocido y de poder amarla. Esto fue un camino largo y muy consensuado pero en realidad todo viene de mi desamor y de Nuria. Yo tardé mucho tiempo en darme cuenta, más en asumirlo y aún más en hablarlo pero cuando Nuria estaba morreando con aquel otro tío, ella me abrió una ventana por la que años después me lancé de nuevo a la vida.
Porque justo antes de asumir lo que estaba viendo, justo antes de que el desamor llegará arrasándolo todo, justo antes del dolor y de la rabia y de la incomprensión, justo un instante antes de todo eso, por unos segundos, cuando ellos morreaban, yo me excité.
Autora: @fuiesther.
Esther te superas en cada relato y cada vez nos dejas mejor sabor de boca.
El de hoy impacta.