Si en tus planes entra ser riguroso con los más pequeños de la casa y contarles los cuentos tal y como son, mejor es que te informes bien y te prepares para una buena llorera. Tras desvelar que el sueño de La bella durmiente no fue precisamente tranquilo, es preciso analizar la leyenda de Caperucita roja.
En la versión que ha llegado a los dibujos animados y a las bibliotecas infantiles la joven Caperucita pone rumbo a casa de su abuelita y, para ello, toca atravesar el siempre tenebroso bosque. Una vez en la morada de su abuela, resulta que las orejas, la nariz y los dientes de la susodicha son más bien lobunos. Es más, son lobunos, ya que el Lobo feroz se la ha jugado y se ha hecho pasar por la anciana y pretende comerse a la inocente muchacha.
Por suerte, un osado cazador llega a tiempo de salvar a la chiquilla, liberar a la abuela y que puedan dar cuenta de la comida que llevaba Caperucita en su cesta. Más allá de lo adecuado de ir de rojo por el bosque, todo parece apto para los lectores y oyentes infantiles. Esta versión, firmada por primera vez por Perrault en 1697 pero procedente de las leyendas populares europeas, no es tan dulce y bonita como tantos años se ha creído.
El peligroso lobo
En los episodios originales de las aventuras de Caperucita existe un alto componente sexual, especialmente en base a unas claves muy particulares. Lo primero es destacar que el rojo de su vestimenta podría vincularse a la menstruación, a su primera regla, de ahí que atravesar el bosque de esta guisa representaría el paso de una niña a ser ya toda una mujer, entrando así en el ámbito sexual.
Más allá del color de su ropa, Caperucita roja finalmente llega a la vivienda de su abuela para llevarle comida. Allí se encuentra con ella, que la anima a comer una carne que está preparada en la mesa para que su nieta sacie el hambre que genera atravesar la arboleda.
Después de merendar, algo empieza a fallar cuando la abuela le pide a la joven que se desnude, prenda a prenda, y que tire las ropas a la chimenea. El respeto que la chica tiene hacia su abuela hace que siga a pies puntillas sus instrucciones hasta que su siguiente petición es un poco más extraña: que se meta en la cama con ella.
Aquí aparece el factor sangriento y sexual del cuento, puesto que bajo las sábanas se esconde el lobo, que se ha hecho pasar por la abuela. Además, este informa a su víctima que la carne que ha comido anteriormente es el de la anciana, que ha sido descuartizada. La tragedia se consuma cuando el lobo, según unas versiones, viola a la muchacha, aunque otras apuntan a quese la comió sin rubricar el acto sexual.
Caperucita como previsión
En esta historia tan poco edulcorada no hay un cazador salvador, personaje que fue introducido a la postre para que este cuento pudiera adaptarse a los niños. Que hace ya varios siglos se relataran estas leyendas a los jóvenes tenía la finalidad de que las jóvenes tomaran nota de lo ocurrido a Caperucita roja y prevenirlas del peligro que entraña la edad adulta y los hombres, que son simbolizados como lobos de los que hay que cuidarse.
La evolución de este cuento vio cómo los hermanos Grimm, autores de toda clase de cuentos infantiles, editaron y maquillaron lo ocurrido a la pequeña vestida de rojo para que fuese, en verdad, apto para todos los públicos. Y así es cómo una historia basada en el sexo no consentido con un lobo, el canibalismo y la inocencia se convierte en un mero entretenimiento para tantas y tantas generaciones.