Hay que ver lo difícil que es enamorarse. Yo, que tengo una facilidad casi genética para meterme en historias “rokambolescas”, allá que fui.  Y es que siendo hetero, modelo y después de haberme tirado a todo buenorro que se me pusiera a tiro; me enamoré de una mujer.

La vi en una cafetería, esa delicadeza dándole vueltas al café, esa forma de rasgar el azucarillo y pensé  “joder si eso hace con el café no me quiero ni imaginar su mano debajo de mis bragas…” Un calentón soberbio que me entró, un par de miraditas, tres días sin parar de hablar y ya estaba colada por sus huesos.

Yo me imagino que ser un poco facilona y vivir con un maricón de Calahorra ayuda a la hora de estar receptiva para estas cosas, pero tengo que decir algo, yo seré modelo, rubia y un poco superficial pero soy valiente. Y para enamorarse de alguien de tu mismo sexo, sin previo aviso.  Y no ocultarlo, hay que serlo.

Así que el mundo desapareció, me agarré de su mano y nos fuimos morreando por la calle durante los dos siguientes años. Y sí. Acabó.  Se llevó mi corazón, la muy zorra.

Lo que pasó después, es lo que pasa siempre que se termina una película romántica. Por eso, siempre, las “otras” películas románticas, comienzan cuando estas hecho una mierda y encuentras el amor de nuevo.  En fin, la historia de cómo tropezamos con la misma piedra una y otra vez, porque el amor es igual para todos, seas del sexo que seas y folles con quien quieras follar, te lo digo yo, que no hay género que se me resista.

Cuando les conté a mis amigas que me había enamorado de una tía, pero que no era lesbiana, una de ellas me dijo “mira rubia, el día que te comes una almeja… ya hetero, hetero, no eres”. Luego, pensé la necesidad que tenemos de etiquetar las cosas, y es que, algunas veces, no son etiquetables. Yo no salí de ningún armario. Y tuve la suerte de no ser rechazada. Yo solo fui una persona que se enamoró de otra persona. Nada más y nada menos.

«Hay cosas que no son etiquetables». | Fuente: Vimeo.com.

Otro tema al que tuve que hacer frente es al del sexo, que si no echas de menos una polla, que si quién hace de hombre y quien de mujer, que si mira, rubia, a tu edad ponerte a comer almejas…  Y claro, yo que soy bastante extrema ya que me preguntas te contesto. Mi novia me quita las bragas, luego se baja al pilón y me come el coño. La verdad, no noto que su lengua sea distinta a la de ningún tío, y siendo sincera, sabe mejor que nadie, dónde está mi clítoris y cómo tiene que tocarlo.

Esa es la única diferencia.  Por lo demás, cuando nos besamos, sus labios son como los de cualquier hombre.  No sé qué más te puedo contar. Si es que casi nunca usamos consoladores, porque nos corremos antes de llegar a la mesilla para cogerlos. Así que no sé muy bien qué es eso de hacer de hombre o de mujer. Las dos somos mujeres.

Supongo que soy bisexual. Y tengo que decir que ser bisexual no es ser ni guarra ni que te dé igual con quien irte a la cama. Uno tiene que elegir bien con quien acostarse y mejor aún de quién enamorarse. 

Porque como yo siempre digo, que para algo soy modelo y filósofa. “Hay personas de las que nos enamoramos porque no las conocemos”.

Autora: @ebakanal. 

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2 comentarios en «Rubia, modelo y filósofa»

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