Calles estrechas, repletas de bares y tiendas, y un casi continuo aroma festivo que embriaga cada una de sus esquinas. Esta podría ser una breve descripción de los entresijos que esconde el barrio de Chueca. Sin embargo, bajo cada losa que cubre el suelo de la hoy consagrada zona homosexual madrileña, hay una historia reciente bastante alejada del ambiente cosmopolita que puede respirarse en la actualidad.
En los años 70, lo que reinaba en Chueca no eran los comercios locales y las carrozas cada mes de julio, sino la prostitución y el tráfico de drogas, culpables de la degeneración y abandono de las calles de la zona. No obstante, una década más tarde, y en mitad de la movida madrileña, una gran parte de la comunidad gay de la capital aprovechó el descenso de los precios producto del deterioro para adquirir buen número de las viviendas y los locales que habían sido abandonados ante el clima de delincuencia que asolaba el barrio.
El objetivo fue, en todo momento, la reconversión de Chueca en una zona festiva y alegre, con un ambiente que atrajese a lugareños y turistas, en lugar de alejarlos. Los 90 trajeron consigo la reafirmación de Chueca como el barrio homosexual de Madrid. Y esta identidad, precisamente, es uno de los grandes reclamos turísticos y de ocio que presenta este barrio del distrito Centro de la capital española, amén de su estratégica ubicación, limítrofe con calles tan concurridas como Gran Vía, Fuencarral, Fernando VI y el Paseo de Recoletos.
La fiesta del Orgullo Gay, que se celebra a principios de julio, atrae cada año a miles de turistas que se concentran principalmente en la plaza de Chueca, aunque esta tradición comenzase en 1986 en la calle Pelayo. El desfile de carrozas, las actuaciones y las coloridas banderas homosexuales que protagonizan el barrio durante varios días son ya un emblema mundial de la comunidad gay.
Sin embargo, a pesar de esta reciente reconversión, una de las cosas más bonitas de Chueca es observar la convivencia de vecinos de avanzada edad, que tranquilamente salen a dar un paseo, con nuevas generaciones de residentes que han traído modernización, revitalización y este ambiente homosexual ya tan característico de la zona. Todo ello enmarcado en unas calles dibujadas por señoriales edificios y una distribución castiza que contrasta alegremente con el bullicio y el ambiente multicultural que puede presenciar cualquier transeúnte que decida dar un plácido paseo por el barrio.
No obstante, vivir en Chueca no está hecho para todos los bolsillos -tal y como ocurre con casi toda la zona centro de Madrid- el precio medio del alquiler se sitúa en 1.100 euros mensuales, y el precio por metro cuadrado de residencia de segunda mano, en casi 4.500.
La magia del mercado de San Antón
Galdós lo eligió para aparecer en la segunda entrega de Fortunata y Jacinta. Y no era para menos, puesto que la popularidad del Mercado de San Antón a finales del siglo XIX era incuestionable entre los habitantes del barrio de la Justicia -zona conocida como Chueca hoy en día-.
Actualmente se encuentra situado entre las calles Libertad, Barbieri y Augusto Figueroa, tras ser traslado hace unos años por motivos de higiene, y constituye uno de los espacios gourmet más importantes de la capital, amén de su función como mercado que abastece a la población madrileña de productos básicos como carne, fruta o pescado.
Sin embargo, el Mercado de San Antón no se reduce a una plaza más en la que adquirir comestibles diariamente. La tercera planta se encuentra dedicada únicamente al ocio, con diversos stands en los que se pueden saborear tapas compuestas por platos tan variados como ostras, sushi, arroz o ensaladilla. Todo ello bien acompañado de su respectiva caña, vino o vaso de sidra.
Y por si el estómago pidiese algo más que una tapa, el mercado ofrece también un restaurante-terraza con una novedosa peculiaridad: permite a los comensales elegir los productos frescos de los puestos y llevarlos a la cocina para degustarlos acompañados de diferentes salsas y guarniciones.
Todo un lujo en pleno barrio de Chueca, un barrio que pasó de luchar contra una oleada de prostitutas asentadas entre sus calles a aceptar con alegría e incluso festejar el amor entre dos personas del mismo sexo. Sexualidades hay siete, dicen, los mismos días que tiene la semana para disfrutar del ambiente de Chueca.