Cada cuatro años se produce la cita deportiva más esperada: los Juegos Olímpicos acogen a los mejores de los mejores en toda clase de especialidades: masculinas, femeninas, mixtas, individuales o grupales. El planeta entero posa su mirada en el país afortunado por albergar la competición de las competiciones.
Actualmente, es Rio de Janeiro la ciudad en la que se celebran las Olimpiadas. Del 5 al 21 de agosto de 2016, la urbe brasileña recibe a más de 11.000 deportistas procedentes de 206 naciones diferentes, un evento multicultural que combina esfuerzo, sudor, medallas, decepciones, sorpresas, grandes campeones, alegrías, tristeza… y sexo.
Efectivamente, los calores de Copacabana también penetran en una Villa Olímpica que no necesita muchos estímulos para convertirse en un foco de encuentro, al fin y al cabo, de participantes jóvenes, en buena forma y exitosos y deseosos de disfrutar de la experiencia. Álvaro Rodríguez, que acudió en 2012 a Londres en la especialidad de 1.500 metros, destaca que es cuando acaban los Juegos cuando la pasión contenida durante tantos meses: «Es gente joven, reprimida durante el año por los entrenamientos que, cuando acaba de competir, intenta desfasar un poco, y a veces con quien tiene más a mano».
Una historia con recorrido
El éxito de la aplicación Tinder en Rio o la noche de pasión de una atleta brasileña con un remero son dos de las historietas sexuales de los presentes Juegos Olímpicos. La amenaza del virus zika, que también se transmite por contacto íntimo, ha hecho que la organización haya repartido la friolera de 450.000 preservativos -350.000 masculinos y 100.000 femeninos- entre los olímpicos, que tocan a unos 40 condones por persona, casi tres por día. Por si fuera poco, también se han añadido unos 175.000 botes de lubricante.
Rio’16 no es la primera ocasión en la que se distribuyen estos profilácticos, tradición iniciada en Seúl en 1988, con 8.500 condones repartidos. Barcelona recogió el testigo con casi 90.000, cifra considerable que se redujo a 15.000 cuando la Villa Olímpica aterrizó en Atlanta. El nuevo siglo recibió los Juegos Olímpicos en Sidney con 70.000 balas a las que se tuvieron que añadir otras 20.000 con el paso de los días. Atenas 2004 requirió 130.000 unidades por 100.000 de Pekín ’08. En Londres se dieron unos 150.000, cifra triplicada en suelo brasileño.
Una de las componentes del equipo nacional de rugby femenino, María Casado, considera que durante la competición hay pocas opciones de escalar picos pardos: «No sé cómo será tras la ceremonia de clausura, pero es que son días de demostrar algo que llevas preparando durante cuatro años, la gente está centrada en su deporte». La leonesa admite que las máquinas expendedoras de preservativos gratuitos suelen tener público a su alrededor, pero «más que nada para hacer la foto de broma con el condón, aunque es verdad que oí que en Pekín se agotaron».
Por otro lado, lo cierto es que la Villa Olímpica es casi inaccesible para los medios, que tienen que contentarse con lo que les permite la organización. Ese espacio de privacidad no solo sirve para que los deportistas se concentren en su misión, sino para que no se airee lo que pueda ocurrir antes o después de las competiciones. Como curiosidad, en Seúl se tuvo que prohibir el sexo al aire libre de la Villa vista la gran cantidad de preservativos hallada en sus tejados.
Los otros Juegos Olímpicos
Una de las frases más famosas acerca de la liberación sexual olímpica la entonó Summer Sanders, nadadora norteamericana ganadora del oro en Barcelona. «Lo que pasa en la Villa Olímpica se queda en la Villa Olímpica», afirmó Sanders para ratificar la sospecha de que esas habitaciones albergan más movimiento de lo que parece y mostrar un paralelismo con otra Meca del disfrute: Las Vegas.
Una compatriota de esta maga de las piscinas es Hope Solo, guardameta del equipo de fútbol de EEUU. La campeona olímpica en 2008 y 2012 aseguró que en la Villa «basta con preguntarle a alguien qué deporte practica para ligar». A su vez, añadió que en Pekín vio a varios deportistas teniendo sexo en las zonas de césped de entre los edificios.
«Lo que pasa en los Juegos, se queda en los Juegos»
Por contra, Laura López no cree que esa leyenda sexual olímpica sea tan notable. «Esa historia es un mito, todo el mundo lo comenta pero entrenamos tantas horas que ves que hay buena relación entre los deportistas en las comidas pero no hay tiempo para más», sostiene la vallisoletana ganadora de la plata en Pekín 2008 en las pruebas de natación sincronizada por equipos.
Un matiz importante lo presenta Samuel Sánchez, medalla de oro en la disciplina de ciclismo en ruta en los Juegos Olímpicos de Pekín. El ciclista ovetense sigue la línea de López pero considera que todo depende del deporte que se practique y de su exigencia: «En la Villa estábamos poco entre entrenamientos y descansos. Un ciclista no tiene tiempo para distracciones en un evento de tal magnitud, otra cosa son los deportes de menos esfuerzo físico».
El también ciclista Carlos Sastre, ganador del Tour de Francia de 2008 y olímpico ese mismo año, ratifica a su compañero en cuanto a la exigencia de su deporte: «Salíamos a entrenar fuera de la Villa y estuvimos poco tiempo, en cuanto competimos nos fuimos a España para preparar la Vuelta».
Francisco Arcilla, atleta de 20 kilómetros marcha en la presente edición en Rio, cree que “El ambiente me pareció un poco soso, es verdad después de participar me fui a los dos días. Me enteraba de esas cosas antes por el periódico que por lo que vi allí. Se comentaba que con Tinder la gente se movía, pero luego que la emplearan no lo sé. Yo estaba concentrado, me sorprende que llamen escándalo a lo de la saltadora si simplemente se ha ido con un tío”.
Las grandes anécdotas sexuales
Si ya durante los días de competición existe movimiento entre los muchos competidores, una vez se van cerrando las distintas pruebas comienza lo que Álvaro Rodríguez denomina como «Sodoma y Gomorra». «El ambiente que hay una vez la gente termina su participación es de desfogue«, añade el vallisoletano, que entiende que es tanta la presión que una vez ya no se compite se intenta desfasar un poco.
En el capítulo de anécdotas sexuales olímpicas cabe destacar al lanzador de jabalina Breaux Greer, que en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 aseguró que se acostó con dos atletas y con una turista. Su participación se acabó a causa de una lesión de rodilla, si bien aprovechó el viaje de vuelta para explorar los baños del avión con otra olímpica, quien ha mantenido el anonimato.
Rio 2016 ha sido una cita olímpica marcada por la controversia de que las instalaciones eran francamente mejorables, mientras que en materia sexual aún queda por ver, o sospechar, qué ocurrirá en la Villa Olímpica tras la gala de clausura. Lo que verdaderamente tenga lugar solo lo sabrán los allí presentes, que ya saben que lo que pasa en la Villa, se queda en la Villa.