Se llama chemsex, del inglés chemical sex (sexo con químicos), y se ha convertido en una amenaza para la salud sexual y general pública, especialmente entre ciertos sectores de la población homosexual masculina. El consumo de drogas en las prácticas sexuales busca intensificar las sensaciones placenteras y genera una elevada exposición a riesgos sanitarios ante la escasa prevención entre sus practicantes.
El informe Aproximación al Chemsex en España 2016, realizado por las entidades especializadas Apoyo Positivo e Imagina MÁS, lo define como «el sexo intencional, principalmente entre hombres que tienen sexo con otros hombres, bajo la influencia de drogas psicoactivas». Señalan su origen en Londres en el año 2012, desde donde se ha extendido a nivel europeo. En España lleva ya tres años en crecimiento en sesiones que pueden durar incluso días a causa de los efectos de las sustancias.
Según este estudio, una muestra de 486 usuarios que habían practicado chemsex en los 12 meses anteriores mostró que entre la Comunidad de Madrid y Cataluña copan casi el 90 % del estudio. El 96,1 % es homosexual, con una edad media de 35 años, estudios universitarios (67,9 %), sin pareja (61,1 %) y activos laboralmente en un 83,5 % de los casos. Esto es, no es una práctica realizada por colectivos desfavorecidos.
En cuanto a las motivaciones para practicar chemsex, los argumentos son «incrementar el placer en sus relaciones sexuales (77,4 %) y obtener mayor resistencia física en las mismas (43,4 %)». Estos datos prácticamente coinciden con los recabados por Consumo de drogas y su relación con el sexo: escuchando las voces de un grupo de hombres gais y bisexuales de la ciudad de Barcelona que practican ChemSex, un análisis de Percy Fernández-Dávila también en 2016.
Luis Villegas, coordinador de programas en Stop Sida, asociación que cumple más de 30 años en prevención de infecciones sexuales como el VIH, señala que estos químicos «pueden producir una intensidad en la obtención del placer durante el sexo para algunas personas durante un tiempo determinado, pero eso no siempre será así. Las necesidades son cambiantes, al igual que las percepciones del placer«.
El peligro del chemsex asciende cuando las sesiones se realizan con menos de una semana de margen. Asimismo, la exposición a peligros sanitarios se multiplica a mayor duración de las citas. Los resultados de Fernández-Dávila relacionan el chemsex y la adquisición del VIH, pues el consumo de drogas se inició antes de la infección y no se usó preservativo consistentemente cuando utilizaban drogas.
El consumo descontrolado de drogas trae consigo el riesgo de sobredosis, pero en estas sesiones de chemsex se unen los riesgos derivados del sexo practicado irracionalmente. «El no uso del preservativo y la realización de prácticas sexuales que sin el consumo de sustancias no se harían, ya que son fruto de la abstracción, despreocupación y euforia que generan estos estupefacientes, son especialmente peligrosas», sostiene Villegas.
La escasa presencia de métodos de protección sexual ha conducido a que el Ayuntamiento de Barcelona abordara los riesgos del chemsex dentro del Plan de Drogas municipal, pues encuentran amenazas sobre infecciones de transmisión sexual (ITS) y en crear dependencia a esas drogas. El Ayuntamiento de Madrid también ha desarrollado medidas para combatir la expansión. «Es una oportunidad para implicar a la comunidad LGTB en los servicios prestados, como hacen ciudades europeas afectadas por el chemsex como Londres o Amsterdam», valora el coordinador de programas de Stop Sida.
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La labor de las instituciones, según sostiene esta organización, debe pasar por labores de prevención y reacción hacia este fenómeno, para lo cual hace falta una financiación. Pablo Barrio, psicólogo de Apoyo Positivo y asistente con los pacientes, reclama «la toma de conciencia del sector sanitario y una mayor eficacia en los servicios de ayuda a la drogodependencia, que deben tener en consideración al colectivo LGTB».
Chemsex, cóctel de drogas con daños físicos y psicológicos
Los estudios realizados plasman que el principal motivo de combinar sexo con drogas es la búsqueda de placer, un aumento de la libido y de la estimulación de los sentidos. La dopamina es un neurotransmisor que se genera en el sistema nervioso central y cuya segregación produce placer y satisfacción sexual. Así, el chemsex lleva a una mayor liberación de esta sustancia y una multiplicación de la sensación del placer.
Las redes sociales y las aplicaciones de contactos sirven para crear o unir comunidades de usuarios, así como divulgar prácticas sexuales casi desconocidas hasta hace poco tiempo o incluso el acceso a este tipo de drogas, según Stop SIDA y Apoyo Positivo. El informe elaborado por esta última entidad revela que las principales APPs utilizadas son Scruff y Grindr. Un mensaje que lanza es que es fácil comprar drogas o viagra a pequeños traficantes del mercado negro, como ocurre con cualquier tipo de sustancia ilegal.
Las sustancias más consumidas son el ácido gamma-hidroxibutírico (GHB o éxtasis líquido), la mefedrona, la cocaína, el speed, la ketamina, el MDMA (éxtasis) o la tina (metanfetamina), así como complementos como el popper (muy común en los círculos de homosexualidad masculina) o la viagra. Junto a la mefedrona, muy utilizada, la tina es una sustancia que se está popularizando dados sus potentes resultados, ya que un cuarto de gramo puede permitir aguantar hasta 12 horas de sexo desenfrenado. Por su parte, el alcohol es un habitual complemento de estas drogas.
El consumo de drogas no solo puede traer consigo Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), sino también daños físicos en las áreas sexuales derivados de esas reuniones. El ano se expone a irritaciones, desgarros o sangrados, fuentes a su vez de transmisión de infecciones. En cuanto al pene, se puede desgastar su piel o incluso sufrir una fractura derivada de una penetración irresponsable o sin lubricación.
El estudio de Apoyo Positivo e Imagina MÁS ahonda sobre si las drogas conduce al sexo sin preservativo. El 54,7 % afirmó que se sintieron influidos a hacerlo sin protección, lo cual «muestra una relación directa entre el consumo de sustancias y sexo desprotegido en el ámbito del chemsex«. Respecto a las prácticas sexuales, apenas el 22,4 % de quienes realizan sexo anal receptivo y el 21,2 % del insertivo utilizan siempre el preservativo, por lo que es «tendencia habitual» no usar condón en sus hábitos sexuales.
El seguimiento de Percy Fernández-Dávila, enmarcado en Barcelona, señala que «el 85 % de los entrevistados indicó no utilizar el condón nunca o usarlo inconsistentemente». La mayoría manifestó actitudes negativas hacia su uso: el condón “corta el rollo” de la situación sexual, puede llevar a perder la erección y el condón interfiere con el placer sexual».
Cómo es una sesión de Chemsex
Uno de los graves peligros es el sigilo con el que se celebran estas reuniones. Suelen contar con un organizador y trascurren con máxima privacidad bajo invitación velada entre los asistentes. Son personas que conocen los efectos, cantidades y particularidades de cada droga, de modo que juegan con ello para variar las sensaciones, si bien se exponen a errores de cálculo en las dosis.
Dichas mezclas, pues se toman estupefacientes que anulan los resultados de otros, provocan que cuando se terminan sus efectos el consumidor pueda sufrir un bajón porque ya no hay forma de contrarrestar tantos vaivenes de sensaciones. Este es uno de los factores que induce a que el consumidor tome otras sustancias para intentar mantener su sensación de bienestar.
Una vez los consumidores se habitúan al chemsex y creen controlar la situación comienzan a perder el interés por las relaciones sexuales convencionales, sin sustancias. Es entonces cuando quieren ir más y más allá y crece, si cabe, el peligro de llegar a un punto de no retorno y de castigo completo a la salud de la persona.
En lo psicológico, dado que estas drogas afectan al sistema nervioso central y a sus distintas derivaciones, el cerebro puede sufrir paranoias y síntomas psicóticos fruto de muchas horas sin dormir mezcladas con actividad sexual frenética.
Físicamente, algunas de estas sustancias ayudan a una mayor resistencia, mientras que el popper y la ketamina se emplean en el fisting (introducción de la mano el puño en el ano) receptivo para no sentir dolor con este tipo de acciones. Asimismo, los consumidores pueden querer lidiar con estados de disforia, como depresiones, ansiedad o estrés, y sus repercusiones mentales y psíquicas.
Las repercusiones físicas y psicológicas son parte protagonista del chemsex, pero no las únicas. Pablo Barrio señala que afecta a todos los elementos de los pacientes: «entraña peligro para las relaciones personales, familiares, sociales, laborales y sentimentales de los afectados. La toma de conciencia y la prevención es esencial para evitar y corregir estos riesgos».