Un icono del arte pictórico del siglo XX a escala de España e internacional no es otro que Salvador Dalí. Los más profanos lo conocerán por su irreverente y curvado bigote; los aficionados al papel couché, por sus recientes demandas de paternidad; los profanos, por sus relojes blandos; los más aficionados a la pintura y al sexo, por una obra que desprende placer interna y externamente: El gran masturbador.
El sexo es uno de los principales componentes y obsesiones de la figura artística de Dalí, cuyo surrealismo encuentra en la sexualidad una vía de expresión íntima y explícita para quien presencia sus lienzos. El cuadro que nos ocupa se puede disfrutar en el Museo Reina Sofía de Madrid, donde el visitante puede encontrarse con una explicación como la que sigue.
Su Visage du Grand Masturbateur (Rostro de El gran masturbador) plasma una evidente felación que un rostro femenino va a proporcionar a unos genitales masculinos dispuestos en la parte superior derecha de la obra. Las proporciones existentes dan el protagonismo a la figura leonina de la mujer, que con su amarillo protagoniza la mayor parte del cuadro.
A la mujer y su sugerente actitud la acompañan elementos icónicos del artista de Figueres, como los saltamontes, que lo aterraban; las figuras de sus padres, pequeñas y lejanas para simbolizar su distanciamiento; un guiño a su musa Gala y al propio pintor mientras pasean por una playa; e incluso hormigas, insectos habitualmente presentes en su legado pictórico.
El componente sexual no solo se aprecia con la presencia de un pene que va a ser complacido, sino que la obra consta de varias referencias al concepto que Salvador Dalí entendía sobre la sexualidad. Junto a la dominante fémina se encuentra un lirio, un símbolo de pureza floral, que conecta con una visión de la masturbación como relación sexual más pura.
El gran masturbador y Sigmund Freud
Bien es sabido que Sigmund Freud es el padre del psicoanálisis y que tiene en el sexo el principal argumento que guía el comportamiento y las reacciones humanas. El filósofo alemán fue un referente intelectual para el artista catalán, quien también experimentó una fijación hacia el sexo en sus piezas de arte.
El gran masturbador se creó en 1929, una etapa de máximo rendimiento artístico para Dalí, un momento en el que potencia el surrealismo hasta límites escasamente vaticinados en este movimiento de vanguardia. De hecho, André Bretón, el fundador de esta corriente, expulsó a Dalí debido a varias diversidades de criterios entre ambos artistas.
El legado de Freud se complementa con una infancia marcada por un temor irracional hacia el sexo, especialmente hacia el femenino. La razón obedece a que el padre del pintor trató de alejar a su hijo de los burdeles con un método de choque: enseñándole imágenes de genitales de mujeres afectadas por enfermedades venéreas.
Es así como el onanismo se erige como un concepto noble del sexo, un disfrute proporcionado individualmente sin incurrir en la repulsión del contacto en pareja. Este afán por autocomplacencia se expresa en esta pintura también mediante símbolos como la cabeza de león que asemeja la figura que va a proceder a la masturbación, ya que el rey de la selva se asocia con un significado sexual y de deseo.
Una visita a la pinacoteca madrileña permite contemplar detalladamente la sexual expresión del surrealismo representado por Salvador Dalí. El cuadro cuenta con unas dimensiones de 110 x 150 centímetros, un tamaño que facilita apreciar detalladamente los símbolos y recursos pictóricos que se emplean para definir mediante sobre óleo como lienzo otro arte como es el de la felación.