En Pin-ups de ayer y de siempre hemos hablado de mujeres fuertes e icónicas que simbolizaron la sensualidad en una época de censura y que abrieron camino al resto de féminas hacia una expresión más libre de su sexualidad. Rubias, morenas, pelirrojas… todas son diferentes entre sí, pero comparten un denominador común; son blancas. ¿Significa eso que no existían las pin-ups de piel de ébano? Nada más lejos de la realidad. Existieron y trabajaban tan duro como las demás, pero su historia y su figura quedaron relegados a un oscuro cajón.
La estética pin-up surgió a finales de los años 30 e imperó durante la totalidad de los 40 y 50, así que coincide durante estas décadas con las leyes racistas que condenaban a la comunidad negra al ostracismo. No fue hasta los 60 y 70 cuando los afroamericanos comenzarían a romper estas barreras, las modelos empezaron a salir a la luz, pero, para entonces, las pin-up eran ya historia.
La industria hollywoodiense, muy unida a este tipo de modelaje, era también cómplice del racismo. Hattie McDaniel fue la primera afroestadounidense en ganar un premio Oscar y consiguió el galardón a mejor actriz de reparto en la gala de 1940 por su papel de Mammie en Lo que el viento se llevó (1939). Pese a este hito, la organización humilló a McDaniel y la obligó a sentarse en la parte posterior de la sala, alejada de sus compañeros de reparto, todos de piel blanca.
Se dice que, cuando Clark Gable, coprotagonista del filme, se enteró de este hecho, amenazó con no asistir a la gala a menos que tratasen a Hattie con la misma dignidad que al resto. La intérprete, quien actuó en más de 300 películas, aunque solo fue acreditada en 80 de ellas, ni siquiera pudo descansar en paz. Murió en 1952 de cáncer de mama y no pudo ser enterrada en el cementerio de Los Angeles ya que no se permitía que negros y blancos descansaran en el mismo sitio.
La tentación tiene piel de chocolate
Pero, ¿dónde están las pin-up negras? En sus inicios, este tipo de material era perseguido e incautado sin importar la melanina de su protagonista. Se consideraba inmoral, sucio y altamente peligroso para los jóvenes de la época, especialmente aquellos que incluían referencias al BDSM. La propia Bettie Page fue perseguida por el FBI, pero, mientras su carrera despegaba y su imagen se hacía más pública, las afroamericanas seguían siendo anónimas.
Apenas se conocen sus nombres, mucho menos su historia, pero si se sabe que trabajaban por unos 10 dólares la hora, una pequeña fortuna en esos años. La mayoría lo hacía por dinero, ya que las leyes de segregación racial impedían que los negros cobrasen tanto como los blancos, y no por una fama que tenían vetada antes incluso de empezar.
Howard Morehead, pionero en retratar la sensualidad de estas mujeres, consideraba “un deber dar a conocer la belleza rechazada de esta raza”. Los pocos fotógrafos que se aventuraban en este mundillo fueron tildados de ‘asquerosos’ por los mismos muchachos blancos que compraban sus imágenes y que disfrutaban sacándole brillo a su casco alemán con este bocado prohibido.
Sí, damas y caballeros, este doble rasero era el que daba de comer a las pin-ups negras al mismo negro que las recluía tras el oscuro telón del racismo. “Les resultaban exóticas, picantes y un fetiche. Además, en los años 50 los afroamericanos eran muy pobres, y como la pornografía no era legal, su precio iba de acuerdo al producto”, explicó Jim Linderman, creador de la obra Secret History of the Black Pin Up.
El mismo autor aseguró que estas ilustraciones se vendían tanto o incluso más que las de las modelos blancas pero que nadie quería reconocerlo en público y que el intercambio se realizaba de forma clandestina. Y, si se suman todos estos factores, se consigue un producto que atraía a las mafias como la miel a las moscas.
Una de las pocas pin-ups conocidas en la época fue Dorothy Dandridge. Nacida el 9 de noviembre de 1922 en Cleveland, se sirvió de los locales de variedades de dudosa reputación en los que no se aplicaban las leyes de segregación racial para darse a conocer y labrarse una carrera que la llevaría hasta Hollywood. Cantante, modelo y actriz, fue la primera afroamericana en ser nominada al Óscar a la mejor actriz, aunque la estatuilla fue a parar a manos de Grace Kelly.
Al igual que Hattie McDaniel, los papeles que le ofrecían solían ser secundarios e incidían siempre en los mismos clichés sobre la comunidad negra, una etiqueta de la que le costó desprenderse. Su nominación por Carmen Jones (1952) la convirtió en un referente para los afroestadounidenses, aunque no vería culminada la lucha ya que falleció en 1965.
Jet Magazine fue una de las primeras publicaciones en sacar calendarios de pin-ups negras, tras lo cual le seguirían otras cabeceras populares en aquel momento. La todopoderosa Playboy editó su primera foto de estas características a mediados de 1960. Las modelos empezaron a salir del escondrijo dónde las habían metido, pero aún tardarían un tiempo en colgar en las paredes junto a sus compañeras de piel de alabastro.
Hoy en día es muy difícil encontrar estampitas de pin-ups negras; internet, esa herramienta omnipotente, se mantiene casi muda respecto a esto. Lo que si podrá encontrar el intrépido lector son imágenes de las nuevas pin-ups, mujeres contemporáneas que abrazan esta estética y que tienden una mano a las que las precedieron, impidiendo que su memoria se pierda y celebrando que su color de piel solo las hace más bellas.