El aborto, cuestión de gran actualidad y debate, abarca numerosos ámbitos, desde la genética a la medicina, pasando por lo jurídico y político. Las distintas connotaciones morales que acompañan a las interrupciones voluntarias de embarazos han generado grandes controversias entre colectivos que reivindican el aborto libre y los que se definen provida.
Para la OMS (Organización Mundial de la Salud), el aborto es la interrupción o expulsión del embarazo antes de que el feto sea viable, lo que es lo mismo, antes de que tenga capacidad para sobrevivir fuera del útero materno. Se estipula que es a partir de la semana 20 de gestación cuando este feto puede tener capacidad para salir adelante, pesa ya más o menos 500 gramos y el embrión ya ha evolucionado, aunque su escaso desarrollo pulmonar haría muy dificultosa su supervivencia.
Por lo tanto, el aborto se produce antes de que este feto pudiera sobreponerse a la expulsión del seno materno. Para la OMS existe una clasificación en base a las semanas de gestación en las que se producen las interrupciones de embarazo:
Esta distinta ordenación marca el estado del feto desde su origen hasta su salida del útero en función de las semanas de gestación que hayan transcurrido. En los casos de aborto, antes de las 20 semanas el feto aún no está preparado para valerse en el mundo exterior. En cuanto al inmaduro, su peso oscila entre medio kilo y un kilo y requeriría mucha ayuda y correría un gran peligro, de ahí que la inmadurez probablemente acabara traduciéndose en su defunción.
El feto pretérmino se origina a partir de un parto adelantado o prematuro, entre las semanas 28 y 37 y suele pesar menos de 2,5 kilogramos, si bien el peso es una cuestión que varía mucho en función de cada feto. El futuro bebé puede vivir finalmente, aunque también requeriría asistencia médica. La clave reside en sus incipientes alveolos, donde antes de la semana 34 no está plenamente formado el surfactante, una sustancia que impide que se colapsen. En caso de no estar lo bastante desarrollado, el tratamiento que se empleo son los corticoides, para hacer madurar al pulmón.
Por último, cuando el feto es a término, ya ha superado las 37 semanas de gestación y está en buenas condiciones como para superar el alumbramiento y, con más de dos kilos y medio en la báscula, la madre puede darlo a luz sin más riegos que los intrínsecos a los de un parto ordinario.
Clases de abortos
Las interrupciones de embarazos pueden definirse de distintas maneras en base a las circunstancias en las que se ha llevado a cabo:
- Aborto precoz: se da antes de la duodécima semana del embarazo, habitualmente por causas genéticas.
- Aborto tardío: entre la duodécima y vigésima semana del embarazo, sea por el motivo que sea.
- Aborto espontáneo: ocurre de forma natural, sin que haya ninguna intervención iatrogénica.
- Aborto provocado o inducido: se realiza de forma voluntaria o por indicación médica.
En cuanto a esta última posibilidad, la mujer que tome esa decisión debe atenerse a la legislación, en este caso la española. Las leyes postulan que hasta la semana 14 el aborto es libre, pero que desde entonces se han de cumplir condiciones relacionadas con el futuro estado de salud tanto materno como fetal.
Los estudios establecen que, de cada cien ovocitos, solo un cuarto consigue llevar a cabo gestaciones a término. Para los expertos, esto no es un buen indicativo de calidad del sistema reproductor humano, dado que el porcentaje de éxito no es muy elevado.
Una de las particularidades del sistema genital y procreador femenino es que pueden haberse quedado encintas sin percatarse, del mismo modo que pueden abortar sin llegarse a enterar. Cabe destacar que el 60% de los embarazos se traducen en gestaciones preclínicas, donde ella no se da cuenta de su estado y acaba abortando sin darse cuenta por vías naturales. La mitad de estos casos obedecen a un fallo en la llegada del espermatozoide al óvulo, mientras que la otra parte supera el periodo de implantación pero por una serie de factores se da un aborto preclínico.
Dentro del 40% que sabe su embarazo, el 15% termina en abortos clínicos, mientras que el 25% restante desemboca en los embarazos llamados a término, en los que el feto está óptimamente preparado para ver la luz. En caso de que la ecografía detecte trisomía en el cromosoma 21, ya por una biopsia, ya por amniocentesis, los doctores ofrecen a la madre la posibilidad de interrumpir su embarazo, ya que el bebé saldría con Síndrome de Down.
Los abortos naturales también son producto de las circunstancias y del pasado materno, puesto que sus experiencias en embarazos anteriores acaban marcando el devenir de futuros fetos. Uno de los puntos para el optimismo son las gestaciones a término que se hayan tenido, ya que permite vaticinar un buen embarazo.
Sin embargo, los elementos que más propician un aborto natural son los abortos previos, pues a mayor número, mayor es la probabilidad de que se dé una interrupción espontánea. El ejemplo es que aquella fémina con seis abortos tiene un 50% de opciones de padecerlo nuevamente en futuros embarazos. Si nunca ha habido un aborto, hay un 15% de posibilidades de serie de sufrir un aborto natural.
Por otro lado, la edad de la madre es un factor importantísimo para conocer la suerte del futuro bebé. En caso de haber atravesado ya tres abortos, las menores de 30 años se exponen a un 25% de mayor probabilidad de interrupción, mientras que una vez superada la cuarentena el riesgo alcanza un 52% más.
Los abortos, sean provocados o naturales, pueden conllevar duras consecuencias psicológicas para la mujer que los sufra. Para poder combatirlo el primer paso es el sexo con protección pero, una vez producida la fecundación, es clave la comunicación tanto con doctores como con la familia. Especial relevancia tiene en el caso de chicas jóvenes, que no deben temer al rechazo, sino hacerle saber a su entorno lo ocurrido para tomar juntas la mejor decisión y no sentir soledad con su gestación.