Un embarazo no deseado, que puede proceder del no uso de métodos anticonceptivos, un fallo en ellos o posibles violaciones, puede interrumpirse a voluntad de la mujer, siempre dentro de unos plazos que marca la Ley. Por otro lado, una gestación deseada puede cortarse si el feto arrastrara algún tipo de problema genético físico o psicológico.
Para hacerlo se deben seguir las pautas temporales que marca la legislación española, que determina que el aborto es libre hasta las 14 semanas de gestación. A partir de entonces deberá haber algún riesgo de salud para la madre o la criatura para poder hacerlo, y desde la semana 22 solo se llevaría a cabo en caso de anomalías fetales incompatibles con la vida. En caso contrario, se deberá tener al bebé.
Una vez tomada la decisión de abortar existen dos vías para poner fin al embarazo: a través de productos químicos -unas pastillas que inducen al aborto- o bien de forma quirúrgica, en quirófano. El llamado aborto farmacéutico se produce a través de la ingestión de unos comprimidos que acaban provocando la interrupción de la gestación.
La píldora abortiva
Women on waves -mujeres sobre olas- es un colectivo que lleva desde 1999 ayudando a todas aquellas chicas que se han quedado embarazadas y necesitan apoyo, especialmente si desean abortar. El llamado aborto farmacéutico se puede ejecutar a través de dos sustancias: el Mifepristone y el Misoprostol. El acierto de este método ronda el 97% y es una posibilidad eficaz para la mujer que opte por él.
Sin embargo, la mayor exigencia de estos comprimidos es que se deben ingerir antes de la semana 9-12 de gestación, lo cual implica que la fémina tenga claro cuándo exactamente ha ocurrido el embarazo. A partir de este momento su uso no surtirá efecto. Una de las recomendaciones es, en los países en los que abortar no es un delito, acudir a un médico para contar con un mejor asesoramiento.
Nuria Monfort -nombre ficticio- ya contó su experiencia en anteriores entregas sobre el aborto. Ella se quedó embarazada en un país donde es delito abortar, por lo que tuvo que hacerlo clandestinamente. «Allí el aborto existe, está penado pero existe. Las familias con recursos económicos acuden a las mejores clínicas privadas, donde se aborta diciendo que el ingreso médico se debía a una operación de otro tipo. Las chicas más pobres o tienen al niño en un entorno a menudo desestructurado o se provocan abortos de mala manera, y no pocas acaban muriendo. Se nota mucho la poquísima eduación sexual«, relata Monfort, que pudo acceder a Misoprostol gracias a un contacto que la ayudó en estos momentos.
Este medicamento puede ingerirse de cuatro maneras: oral, en la que las cápsulas se tragan al momento; bucal, en este caso los comprimidos se ponen entre las mejillas y las encías y se ingieren tras media hora; de forma sublingual, cuando las pastillas se colocan bajo la lengua y se tragan después de 30 minutos. La opción vaginal supone que las píldoras se ubiquen en el fondo del saco vaginal y que la mujer se recueste también media hora.
«Yo elegí la vía sublingual», dice Nuria. «Donde yo estaba abortar es ilegal, y aunque la vaginal es la más eficaz porque está más cerca del feto, a veces provoca hemorragias. Si fuese al médico por estos sangrados y encontraran restos de las pastillas tienen obligación de llamar a la Policía, y estaría en un verdadero lío», explica en cuanto a los riesgos de interrumpir el embarazo si la legislación lo impide.
Una vez el Misoprostol está en el organismo los efectos son rápidos, aunque no inmediatos. La mujer empieza a notar contracciones a las pocas horas de tomarlo -dos, en el caso de Monfort-, y se notan hasta que comienza un sangrado mucho más notable que en el caso de una menstruación. La joven de la que hablan estos artículos vivió un sangrado vaginal mayor de lo común dos días después de tomar la pastilla, así como náuseas, vómitos, diarreas y dolores considerables, consecuencias que este medicamento suele acarrear hasta que finalmente cumple su cometido y se produce la expulsión del incipiente feto.
Estos comprimidos también pueden llevar el nombre de Arthrotec o Cytotec y adquirirse en las farmacias. El Cytotec, del laboratorio Pfizer, nació como un protector del estómago contra las úlceras, aunque al contener Misotrospol entre sus componentes se utiliza también para provocar abortos farmacéuticos. Su precio en farmacia ronda los 10,49 euros por 40 píldoras, imprescindible la receta médica, de ahí que haya tráfico oculto en la red de estos medicamentos hacia países donde el aborto es ilegal, como en Malta, Polonia, Chile, El Salvador o República Dominicana, a precios desbordados.
Cabe destacar que en naciones donde la interrupción voluntaria del embarazo está permitida, dentro de unos plazos, es fundamental acudir a consulta. Los servicios sanitarios ayudan a tomar la mejor decisión y pueden aconsejar sobre la forma en la que llevar a cabo el aborto. La gran connotación moral de este tema conlleva que los propios doctores que no estén a favor de esta práctica puedan acogerse a su libertad de objeción de conciencia para no realizarlo, aunque habrá otros médicos que ayuden a la paciente a poner fin a su embarazo.