Jamás había pisado un burdel. Bueno, no quiero empezar esto mintiendo. Jamás había pisado un burdel de poesía. Así mejor. Jamás había asistido a un prostíbulo poético en el que la poesía fluye a golpe de pasión y de cartera. Almas que ponen precio a lo que solo las manos supieron escribir con tinta y papel para que sus labios articulen lo que hasta entonces solo ellos sentían.
Madrid recibió el recital con una tormenta de verano que precedió a una lluvia de poesía, ráfagas de versos y sentimientos en forma de gotas de miedos, deseos y lamentos. Entrar en la velada alojada en la sala Equis de Lavapiés es acceder a una invitación de poesía con tan solo tres exigencias iniciales: puntualidad, aplausos y silencio.
La madame de la noche, Miss Taxi, conoce el crisol de poetas que trabajan en su mansión. El prostíbulo poético lo componen seres dispares, incluso opuestos, bajo la única y vital coincidencia de amar lo que hacen: poesía. Los integrantes del burdel de fantasía son «víctimas de una plaga inmunda llamada prejuicio social«, denuncia Miss Taxi ante una audiencia con poca pinta de querer denunciar lo que van a disfrutar en unos instantes.
Las normas del lupanar deben quedar claras antes de empezar: el elenco de poetas se presenta luciendo sus mejores dotes. Sus voces, sus palabras, sus bailes, sus gestos, sus miradas, sus susurros, sus ropas, sus cuerpos, sus versos se ofrecen a un público que paladea el conjunto para acabar señalando con el dedo al poeta de cuyos servicios requieren.
Es entonces cuando el azar pone precio a la velada. El Libro rojo del Prostíbulo poético da derecho a una ficha, esto es, a disfrutar de unos instantes con uno de los artistas. El azar se encarga de determinar cuánto hay que rascarse el bolsillo y multiplicar el resultado del dado por cuantos euros quieras invertir en un rato íntimo con tu poeta elegido.
Los componentes del elenco, procedentes de Madrid y de Barcelona, se han afanado por resultar elegidos. Cada cual con su opera magna poética, desnudos de piel para adentro, miran sin ver a su auditorio quizá eligiendo ellos a quién quieren contar qué historia; solo ellos saben sus razones, si es que alguna vez se las tuvieron.
Miss Taxi lleva las cuentas, ella lanza los dados del azar y recopila las monedas que bien valen un poema. El momento más complicado de la noche consiste en elegir los minutos de qué poeta alquilar, a no ser que, cual mecenas florentino, decidas financiar el arte de cada uno de ellos. No faltarán orgasmos en el diafragma de tanto reír y lágrimas traviesas de tanto sentir.
La poesía del Prostíbulo poético
El que firma tuvo suerte, o la fortuna fue esquiva a las cuentas de la casa de citas, y un uno sonrió en el dado. Por qué no aprovechar, me dije, y llevarme a la mente poesía sentida a precio de caña de franquicia. Por primera vez en mucho tiempo, la cerveza no salió triunfadora de mis cavilaciones. Otra vez será, rubia.
El acercamiento que el prostíbulo poético realiza hacia la poesía ha calado entre los espectadores. A Daniel le ha sorprendido «la cercanía de las poetas, es un espectáculo muy interesante que consigue ansia de repetir y de conocer a más y más artistas». «Es elegante y atrevido«, añade, con la cartera sensiblemente más ligera que a las nueve de la noche y el libro rojo atrapado entre sus dedos.
El pensamiento de Iris resume a la perfección la experiencia en el burdel: «es algo tan diferente y tan artístico que me ha conquistado. Aunque me ha gustado mucho el recital inicial, el privado es la guinda, es imprescindible para llevarte una experiencia perfecta».
Con respecto al autor, me tomaré una licencia poética para expresar lo vivido en las carnes del Prostíbulo poético. Ruego al gremio de poetas y personas con un mínimo de gusto que disculpen esta inefable enajenación.
Tus ojos recitan, tus labios me miran
no tiene sentido disfrutar de la vista.
Bajo los párpados, abro el oído
noto en mi oreja el susurro querido.
La vida no es fácil, agrega su lengua,
he sufrido hasta llegar a mi meta.
Tu cuerpo se escapa,
he roto mis miedos. Te vas.
Tras el cristal se encuentra mi muro de hielo.
Tu sexo no anhelo; ¿de noche? Desvelos.
Te miro y no veo,
escribo mil versos,
no sé si los lloro,
si sé que no miento.
Historias de calle que (el) Paraíso presenta,
Lavapiés, indios, miedos y cerveza.
Poetas recitan tras una cortina,
la oscuridad abriga intimidad y risas.
Aún recuerdo, no olvido,
su voz templada, su aroma a vino.
La confesión de sus ojos, su roce a mi lado,
hasta la Victoria siempre.
Poetas y hermanos.
Prostíbulo poético
Coco compartió su experiencia con nosotros hace unos meses, a ver que os parece:
https://erotic.cat/prostibulo-poetico/
¡Qué bueno! Magnífica experiencia.